El Globo

La realidad que no es

Leonardo Kourchenko escribe sobre la postura que Donald Trump ha tenido hacia los medios y cómo una investigación lo ha puesto en alerta contra sus ahora adversaria: la verdad.

Una vez más Donald Trump, presidente de Estados Unidos, se metió en un "berenjenal" -decía un viejo maestro- cuando arremetió contra la investigación especial en torno al Rusiagate. En el extremo, desesperado, acusó de "cazadores de brujas" "macarthystas" e incluso "rata" llamó a algún personaje cercano a la Casa Blanca en los lejanos pero muy presentes tiempos del Watergate.

Se siente acorralado. La sentencia casi inminente en contra del señor Paul Manafort, su exjefe de campaña, ahora reasignado como "presidente de campaña" para evitar responsabilidades y decisiones vinculatorias con el entonces candidato, lo tiene desesperado. Pero más aún, cuando se da a conocer que el director jurídico de la Casa Blanca, Don McGhan, ha dedicado más de 30 horas en respuesta a interrogatorios por parte de la comisión investigadora.

El paralelismo con Watergate y el escándalo que derrumbó la presidencia de Richard Nixon (1976) consiste en que fue justamente el entonces director jurídico de la Casa Blanca –John Dean- quien ofreció las evidencias más sólidas acerca de la complicidad del presidente en el espionaje de las cintas al Comité Nacional Demócrata. El propio Dean pasó cuatro meses en prisión por cargos de obstrucción a la justicia en el lejano 1976.

No existen datos aún de qué tipo de información compartió McGhan con el equipo del Robert Mueller –el investigador titular del Rusiagate- pero Trump ha disparado epítetos y acusaciones durante todo el fin de semana.

La alusión al Macarthysmo tiene que ver con el Senador Joseph MacCarthy quien encabezó un comité especial para investigar, perseguir y neutralizar actividades "comunistas" en suelo estadounidense en los años 50. La persecución fue muy extendida, penetró todos los ámbitos de la vida pública, incluso la industria del entretenimiento: Hollywood, el cine, la música, los partidos, los gobiernos estatales, fueron investigados con el aire de una moderna Inquisición a la americana. Trump pretendió establecer una semejanza de esta investigación por la penetración de Rusia y sus órganos de inteligencia en la campaña electoral del 2016 de la que el hoy presidente resultó ganador, con aquella del senador MacCarthy y su cacería de "rojos" por todo el país.

Tal vez el peor incidente tuvo que ver con el abogado Rudolph Giulliani, quien pretendió en televisión explicar por qué Trump no debería responder directamente ningún interrogatorio. Al hacerlo, implicó que el mismo Trump podría mentir, o declarar que algo es verdadero sin que en realidad lo sea.

La "realidad alternativa", esa concepción presente desde el inicio de esta administración, que consiste simplemente en negar los hechos de la realidad evidente y construir versiones alternas, con hechos distorsionados y visiones obtusas. Un hábito en la Casa Blanca habitada por Mr. Trump. La realidad es la que él ve, califica, valora y señala. No la que los hechos arrojan con aristotélica evidencia. De ahí su interminable confrontación con los medios liberales y democráticos.

Todo apunta al recrudecimiento de su desesperada insistencia por cerrar la investigación. Si Manafort recibe una sentencia condenatoria en los siguientes días, representará un elemento fundamental en el probable caso de Mueller y la comisión especial contra Donald Trump. De ahí su "irreal" desesperación.

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