La Aldea

Juego nuevo, reglas nuevas

El escenario político mexicano es inédito y sus reglas son totalmente desconocidas, en donde Morena enfrenta múltiples riesgos.

A ocho días de la jornada electoral sabemos aún muy poco de cómo operará el nuevo gobierno. Han presentado a algunos integrantes del gabinete y comunicado el hipotético traslado de dependencias del gobierno federal a distintas entidades de la República.

Sabemos igualmente que el nuevo presidente va a despachar en Palacio Nacional, y que la residencia oficial de Los Pinos podría ser convertida en centro cultural o alguna otra instalación de servicio y atención al público, no oficinas de gobierno.

Sabemos, a pesar de la contradicción entre voces y visiones que sólo apunta a la construcción de un proyecto, que el nuevo aeropuerto por lo pronto se someterá a un panel de expertos, continuarán las obras y, eventualmente, se pueda considerar la adjudicación del proyecto a manera de concesión a empresas privadas. Se analizará.

Sabemos de la enorme y aplastante fuerza legislativa que llegará al Congreso bajo las siglas de Morena, y también sabemos de la disminuida y débil bancada de oposición que les hará frente.

Pero el desconocimiento de la forma en que el nuevo gobierno trabajará, ejercerá el poder e impulsará un modelo de cambio y transformación, permanece desconocido.

¿Cómo será Morena en el poder? ¿Funcionará como un partido en la presidencia al estilo del PRI? ¿Se convertirá en una fuerza de mayoriteo automático aplastando a la oposición al viejo estilo priista? ¿Será la caja de resonancia de las iniciativas que surjan de Presidencia?

Después de los resultados conocidos, el PRI y el PAN deberán enfrentar sus propios procesos internos de revisión y reajuste. ¿Sobrevivirán como los conocemos? ¿El PRI enfrentará una auténtica refundación del partido? Para muchos, el tamaño de la derrota lo amerita. ¿O más bien pretenderá reconstruir su base clientelar y fortalecer sus alianzas?

Y el PAN, ¿quién llegará ahí a recoger los restos de un partido dividido, confrontado al interior, con un sector en la exigencia de sangre y expulsión a los señalados como culpables, y otro que llama a la reconciliación? ¿El Frente sobrevivirá a las elecciones? ¿Actuará como bloque en una cámara dominada por Morena?

Y qué decir del PRD, cuyos resultados en la elección son apenas simbólicos. ¿Se mantendrán como oposición? ¿Se sumarán a Morena? ¿Ganará la convicción de un gobierno de izquierda –lo que quiera que eso signifique en México en estos días– o mantendrá una posición firme y distante del nuevo gobierno?

Más interrogantes que respuestas. Es un juego nuevo y las reglas son totalmente desconocidas. Morena enfrenta múltiples riesgos por sí misma, más allá de administrar las muy elevadas expectativas construidas por su líder. Entre otras, ¿cómo amalgamar esa masa uniforme de legisladores y simpatizantes que se integraron a lo largo del camino? ¿De verdad tiene algo que ver el senador Napoleón, con 'la senadora' secuestradora?

Imagine usted a estos 'senadores' del PT, provenientes de la muy distinguida organización de avanzada social y educativa conocida como la CNTE, legislando junto a ¿quién?

El nuevo presidente se relacionará con el Congreso mediante ¿los coordinadores de su bancada? ¿Los líderes de la mayoría? ¿La presidente de su partido? ¿Yeidckol se queda en Morena o se integra al gobierno?

Los hijos del presidente, de quienes ha dicho que no ocuparán cargos en el nuevo gobierno, ¿se quedarán al frente del partido? ¿Serán los líderes y administradores de la aplanadora política más joven y poderosa de la historia?

Más preguntas que respuestas sobre un tablero político inédito en México, donde todo está por escribirse.

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