La Aldea

La delgada línea

Los matices del lenguaje superan con mucho la semántica, para convertirse en reflejo del ejercicio del poder. Antes era oposición y hoy no lo es.

Con frecuencia escuchamos estos juicios lapidarios en voz del presidente López Obrador:

"Los conservadores, fifís, de la mafia del poder", como acaba de mencionar en la firma de su compromiso por no "reelegirse" o no buscar la reelección en 2024.

La primera acotación sería que firmó un documento en el que promete cumplir la ley, sin más, porque eso dice la Constitución. Ya lo había hecho, cuando juró al cargo, defender la Constitución, pero ahora, como andan muy alebrestados con la aprobación de la revocación de mandato –instrumento que a los ojos de la oposición puede ser usado también como "atender el llamado mayoritario del pueblo" para quedarse en el cargo– decidió hacer todo un acto público para refrendar su compromiso: cumplir la ley, que de fondo quiere decir no modificarla a modo para extender, renovar, repetir los periodos de mandato de un presidente electo.

A los ojos de nuestro presidente, hay unos que caen en esa categoría: conservadores, fifís, integrantes de la mafia del poder. Pero conforme pasan los días de su mandato y lo vemos estrechar lazos con aquellos a quienes en el pasado señaló y criticó como integrantes de esa clase político-empresarial que se enriqueció a costa del pueblo, que hizo negocio con y desde el poder en favor de "grupos de interés", o que en "lo oscurito" negocia para favorecer a unos y a otros, reaparece constantemente la pregunta: ¿Quién integra la mafia del poder? ¿Quién ostenta los ultrapoderes de ese grupo, blanco favorito de sus ataques recurrentes?

Algunos años se pensó, él mismo cometió la indiscreción, que se refería a los grandes empresarios que desde sus posiciones –acusaba AMLO– habían conspirado y operado en su contra. Y ahí la lista siempre era encabezada por los mismos: don Alberto Baillères, Don Claudio X. González eran dos de los señalados con mayor frecuencia. No figuraba nunca el ingeniero Carlos Slim, puesto que desde los años del gobierno capitalino habían trabado relación, y el propio ingeniero había invertido en la renovación del Centro Histórico. Eran los muchos años de oposición, de lucha interminable por el poder.

Hoy la historia es otra. Los ve, los abraza –a don Claudio en el Club de Industriales, donde hablaron de beisbol– a don Alberto, recientemente, en una reunión privada y hasta les ha perdido el asco.

Usted está ya al tanto de quienes integran su exclusivo Club Empresarial de Asesores: Olegario Vázquez Aldir, Carlos Hank González, Bernardo Gómez, Ricardo Salinas Pliego, entre otros.

Para algunos podrá parecer una contradicción que el hoy presidente le retirara a algunos de estos personajes el epíteto y la entonces distinguida membresía de la "mafia del poder", sólo por obra de su simpatía y su generosa magnanimidad: "Lo del pasado" –cualquiera que haya sido– está olvidado, hoy son de los míos, pareciera rezar la bendición del presidente.

De todos modos hay consentidos: ahí está Ricardo Salinas y las muy jugosas concesiones para distribuir miles de millones de pesos en programas sociales a través de su Banco Azteca, que dejarán comisiones muy apetecibles.

En este entorno de lenguaje mixto que condena a los enemigos del pasado, pero bendice a los amigos del presente –aunque se trate de los mismos– Andrés Manuel se reunió hace unos días en casa de Bernardo Gómez, copresidente de Televisa, con Jared Kushner, yerno y principal asesor del presidente Trump.

Imagine usted la diatriba hace unos años, si ese encuentro hubiera sido idéntico, sólo que con Enrique Peña, o Felipe Calderón, o Vicente Fox, y ya no digamos Carlos Salinas.

El mismo hecho, en el pasado, hubiera sido calificado como un encuentro "en lo oscurito", entre "las mafias del poder" que siempre están aliadas para beneficio personal a costa de… y ya para que le digo más. Todos conocemos la cantaleta.

Pero hoy es distinto. Porque se trata de un "amigo común", integrante del consejo asesor.

Los matices del lenguaje superan con mucho la semántica, para convertirse en reflejo del ejercicio del poder. Antes era oposición y hoy no lo es. La mirada es distinta.

Los enemigos del pasado, los que pudieron o no "obstaculizar su llegada al poder", hoy son vistos con otros ojos, porque el poder es generoso y éste en particular, se ejerce de forma magnánima, sin rencores ni venganzas.

Esto último también es cuestionable, porque a pesar del discurso oficial del NO rencor, el eficiente funcionario en la persecución de otros delitos –electorales, que no financieros– Santiago Nieto –titular de la Unidad de Inteligencia Financiera– presentó denuncias ante el TEPJF contra quienes produjeron, invirtieron y financiaron el documental aquel del 'Populismo en América Latina', que a juicio de los hoy poderosos, quería "descarrilar" la campaña del hoy presidente.

Preguntas: ¿Por qué el presidente de México se encuentra con el asesor más importante del presidente de Estados Unidos en una casa particular? ¿No era viaje oficial sino privado, entonces para qué ir a la Oficina de Palacio? ¿El presidente atiende asuntos públicos de interés nacional en casa de empresarios poderosos porque son "amigos en común"? ¿Los empresarios le tienen que ayudar con la agenda internacional porque no lo consigue por otras vías? ¿Queremos un 'canal' alterno al Departamento de Estado en la Casa Blanca, como tuvo y ejerció el gobierno anterior, a pesar de las incontables críticas del entonces candidato de Morena?

La línea que divide los pecados del pasado es tan delgada, que hoy los convierte en estratégicos aciertos de Estado.

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