La Aldea

Mal empezamos

Ante la sanción a Morena por el uso ilegal de un fideicomiso para las víctimas de los sismos, la reacción furibunda de AMLO nos recordó al candidato y activista social, más que al futuro presidente.

El enfrentamiento del candidato vencedor en las pasadas elecciones presidenciales con los consejeros del INE pone de manifiesto el estilo y temperamento del próximo presidente de México.

Ante la determinación por parte del INE de imponer una sanción por 197 millones de pesos por el uso ilegal de un fideicomiso para –hipotéticamente– otorgar beneficios a las víctimas de los sismos de septiembre pasado (2017), la reacción furibunda y volcánica de Andrés Manuel López Obrador nos recordó al candidato y activista social, más que al futuro jefe del Estado mexicano.

Se fue la aplaudida mesura, desapareció la celebrada sensatez, se esfumó el equilibrio y la templanza, actitudes no sólo de triunfador sino de un próximo jefe de Estado que llama a la reconciliación, que convoca a la unidad y, por ende, al respeto absoluto a las instituciones democráticas del país.

El jefe de Estado es el garante de las seguridades, es el protector de las instituciones, no es el líder de una fuerza de oposición que remilga e insulta cuando se presentan acusaciones fundamentadas de una conducta ilícita entre sus seguidores.

"Vil venganza" –afirmación en redes de AMLO– es una forma hostil y ofensiva de dirigirse a los mismos consejeros que, apenas días atrás, validaron su victoria ante el mundo entero.

Olvida el señor López Obrador que la evidencia de los depósitos y retiros, un carrusel patético de seguidores de Morena –depósito de 90 mil pesos, retiro de un millón 200 mil; depósito de 10 mil, retiro por 150 mil, y así por el estilo hasta sumar casi 80 millones de pesos– estaba ya en poder el INE desde antes de la jornada. La investigación y las conclusiones de los consejeros no se dieron a conocer y fueron aplazadas hasta después de la jornada, para no afectar la decisión de los electores. ¿Así, o más buena leche?

Observe usted el debate en redes desde el momento de la multa y las acaloradas defensas del señor Horacio Duarte –de vergüenza– y del propio AMLO al respecto. Más de 75 por ciento de quienes emitieron un comentario en redes sociales sobre el tema, según el reporte de GLACSO, es negativo a Morena y a su líder.

Se comportaron como cualquier otro partido que haya hecho prácticas en el último margen de la ley para impulsar campaña, activar votantes o incluso comprar voto. Es decir, el blanco plumaje impoluto resultó tan semejante a los demás partidos, a los que tantas veces Andrés Manuel acusó de tramposos y ladrones en las urnas.

El señor Duarte, mago de la narrativa, pretende transmutar un pato, que camina, suena y parece lo que es, en otra cosa. El fideicomiso está registrado en la misma sede de Morena, pero no es de Morena, dice Horacio Duarte, representante frente al INE.

No tiene nada que ver con el partido, aunque a quienes se ven en el video y quienes están registrados como donantes, son directivos, coordinadores distritales y estatales, miembros de comités del propio movimiento. Ningún cargo político del partido dirigió el fideicomiso, porque a estas alturas desconocemos bien a bien quienes fueron los dirigentes del mecanismo. No han tenido, en aras de demostrar una inocencia inexistente, la gentileza de señalarlos con nombre y apellido.

Dice el INE que no tiene constancia de uso electoral del fideicomiso, aunque de lo que sí tiene constancia es de la entrega de dinero desde un partido político a potenciales electores, bajo el disfraz de ayuda para las víctimas. Eso se llama delito y no hay forma de borrarlo, aunque don Horacio pretenda negar la evidencia.

Lo más lamentable del incidente, que ahora estará sometido al criterio del Tribunal Electoral, es la volcánica reacción del señor candidato vencedor. En más de un sector aparecieron voces del "se los dije", es el mismo; si gana, es generoso, magnánimo, espiritual y hasta estadista; si le tocan una fibra cercana a su corazón, su reacción es esa, sulfurosa, irrespetuosa y displicente con quien se atreva a pararse enfrente.

Don Andrés, ya no es usted candidato, ni líder de Morena, aunque todo indica que pretende seguir ejerciendo ese rol. Es usted –en unas semanas muy próximas– el presidente electo de México. Que sean los líderes y representantes de Morena, abogados, consejeros, la presidenta o el mismo señor Duarte ante el INE, quienes den la batalla y demuestren lo contrario. Pero usted, usted sea presidente.

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