La Aldea

Presidente en campaña

El presidente electo abandonó el trabajo de cubículo, de planeación, de estructuración de equipos, gabinete, paraestatales, estrategias, para regresar al pueblo que lo vitorea y alaba.

No se podía aguantar. No pudieron pasar tres meses completos antes de volver a la plaza pública. Inmediatamente después de la jornada electoral, Andrés Manuel se concentró en enviar mensajes de una transición estable, segura, confiable, sin crisis, sin sobresaltos, sin mensajes disonantes a mercados financieros y calificadoras. Duró poco.

La semana pasada el presidente electo de México reinició su natural recorrido por pueblos y ciudades del país: la gira del agradecimiento fue llamada. Empezó en Tepic y tiene contempladas las 32 entidades de la República.

El regreso a la plaza, la vuelta a la palestra de candidato, del discurso acalorado y la retórica incendiada, conduce al caudillo a cometer algunos deslices. Ahí en Tepic declaró a voz batiente: "Recibo un país en bancarrota". Cuando apenas ocho días antes, en Monterrey, dijo frente a empresarios de esa entidad: "Tengo la fortuna de recibir un país en estabilidad económica y sin crisis financiera". El cambio del mensaje, la transformación del contenido hasta convertirse en justo lo opuesto, pudiera deberse a que dice a cada audiencia lo que quiere escuchar, o a mantener vivo ese ánimo revanchista hacia el régimen derrotado en las urnas. Una más es la anticipación de una justificación ante el eventual incumplimiento de sus muchas promesas de campaña. Usted elija la más convincente.

Lo cierto es que Andrés Manuel presidente abandonó el trabajo de cubículo, de planeación, de estructuración de equipos, gabinete, paraestatales, estrategias, para regresar al pueblo que lo vitorea y alaba y lo hace sentir el caudillo social que en el fondo es.

El presidente en campaña, preocupante señal de un futuro indeseable, lo arrastra a las masas y al ánimo popular, pero lo distancia del trabajo indispensable de gobernar. Ya ganó, ya está muy cerca de convertirse en el presidente constitucional de México, y considerando la abundante agenda de temas pendientes, tal vez la plaza y la gira de lo que sea podría esperar un mejor momento. Al país le urgen soluciones, acciones, planeación profunda, equipos de trabajo coordinados y en contacto. Señales de estabilidad, profesionalismo, no improvisación.

Algunos ejemplos a su consideración.

El jueves pasado el senador Martí Batres, en franca ruptura del marco legislativo, introdujo en la orden del día una iniciativa para reformar el artículo respectivo y eliminar, de facto, al INEE (Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación) y al SNE (Sistema Nacional de Evaluación). Un albazo, sorprendente, para borrar de un plumazo toda una arquitectura para evaluar a los docentes. En el INEE se encendieron las luces de alerta ante lo inesperado de la medida y llamaron el próximo titular de la SEP, Esteban Moctezuma, quien realizaba foros de consulta en el norte del país. Moctezuma respondió sorprendido y señaló que no estaba al tanto. Es decir, el senador, por su cuenta y en cumplimiento de una "promesa de campaña" como él mismo escribió en estas páginas, se adelantó a todos.

Algo pasó a lo largo de esa tarde intensa, con alguien habló Esteban para detener la barbarie –suponemos que sólo con el Caudillo– porque Martí retiró la iniciativa y no llegó al Pleno.

Pero más allá del comentario político, de la desconexión entre el gobierno y los legisladores de Morena, o peor, de la interpretación que cada uno de estos ilustres legisladores haga de las promesas y compromisos del caudillo, de fondo el senador desconoce que el INEE no evalúa, la instancia responsable de hacerlo es la SEP. El INEE, como organismo técnico autónomo, analiza los contenidos de la evaluación, estudia sus resultados, señala acciones y áreas de oportunidad.

No existe una estrategia clara para combatir la inseguridad y el crimen organizado; hay evidentes diferencias en el equipo de gobierno en torno a la multicitada "amnistía", a quiénes, cómo, unos a favor y muchos en contra; la futura secretaria de Energía, Rocío Nahle, afirma una serie de postulados en torno a Pemex y al futuro energético de México, que contradicen otros señalados por el propio presidente electo.

Gobernar no es lo mismo que ser candidato; pregúntenle a Vicente Fox, que tan eficiente era en la plaza y tan ineficiente en la silla del águila. No se gobierna desde el templete, especialmente cuando existen temas y necesidades urgentes. Y peor, cuando se señala de forma incorrecta y eventualmente dañina que el país está en bancarrota.

Ahora el excandidato tendrá que valorar sus afirmaciones, porque las dice quién encabezará el Poder Ejecutivo y pueden tener repercusiones financieras, bursátiles, económicas.

Es más sencillo incendiar la plaza, que ejercer el poder, hacerlo con equilibrio y mesura, con seriedad y probidad.

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