Desde el otro lado

La crítica en un México polarizado

Desde el inicio de su mandato, el Presidente ha insistido en definir los bandos y ha atacado con todo a quienes considera que no están de su lado.

En el contexto de la creciente polarización que vivimos, resuena con más fuerza la idea de que los medios, periodistas y analistas deben tomar partido. Desde el inicio de su mandato, el Presidente ha insistido en definir los bandos y ha atacado con todo a quienes considera que no están de su lado. Con la posibilidad de que la 4T se extienda al próximo sexenio, una exigencia similar ahora surge desde el bando opositor. Incluso los periodistas más críticos de la 4T son descalificados por señalar errores o fallos de la oposición. En algunos casos, el tono de las descalificaciones y los epítetos empleados no difieren de los que emanan desde Palacio Nacional.

Para protegerse de la crítica, el Presidente alimenta cotidianamente la desconfianza hacia los medios y voces críticas que no se alinean con su gobierno. Según el más reciente Digital News Report del Reuters Institute, esta estrategia parece haberle funcionado: la confianza en las noticias ha caído del 50 por ciento en 2019 al 36 por ciento en 2023.

No hay nada sorprendente en la postura del Presidente, pues esa ha sido su estrategia desde el primer día de su mandato y, según parece, le ha funcionado. Lo realmente interesante ahora, como quedó evidenciado en las reacciones en redes sociales a las críticas al desempeño de la candidata Gálvez en el debate presidencial, es que desde el otro lado se cuestiona cualquier cosa que no constituya un apoyo total y sin reservas a quien, dicen, puede ‘salvar’ a México de la 4T.

Aunque Gálvez evitó entrar en descalificaciones públicas, los profesionales de las redes sociales a su servicio se activaron rápidamente, como también lo hicieron muchos de sus auténticos seguidores, quienes descalificaron vehementemente cualquier crítica a su candidata. La operación política a través de las redes no es nada nuevo, como sí lo es la cantidad de usuarios reales en redes que exige ese apoyo ciego a la candidata opositora.

No me refiero a los usuarios que descalificaron la crítica al desempeño de la candidata Gálvez sobre premisas falsas, que van desde que no se apuntaron las mentiras de la candidata Sheinbaum, hasta que todo estaba movido por supuestas motivaciones inconfesables de los analistas. Pienso más bien en quienes las trataron de desacreditar argumentando que, dado el riesgo que la continuidad de la 4T representa para la democracia mexicana, no es momento de escatimar apoyo a la candidata opositora. Basta ver, dicen, el ejemplo de Venezuela o Nicaragua, para medir el riesgo que enfrentamos.

Aunque es cierto que el paquete de reformas planteadas por el Presidente, que han sido avaladas por la candidata Sheinbaum, sugiere un regreso al presidencialismo autoritario de la era de la hegemonía priista, no creo que eso nos coloque a la par de Venezuela o Nicaragua. Pero eso lo dejo para otro momento. Por ahora, me enfoco en el argumento de que la prensa, los periodistas y los analistas deben dejar la crítica de lado porque hay un bien superior que proteger: nuestra democracia.

En el extremo, la disyuntiva, similar a la que enfrenta la prensa en Estados Unidos ante un posible triunfo de Donald Trump, pareciera ser entre mantener la neutralidad y el balance que marcan los cánones del periodismo tradicional o abandonarlos para tomar partido a favor de la democracia y quienes la respaldan. Esta última postura es la que subyace en algunos de los comentarios que han circulado en redes sociales a partir del debate.

En el ámbito del ejercicio periodístico, no creo que de lo que se trate sea de tomar partido por alguien por mucho que se teman las consecuencias de la alternativa. Ahora, más que nunca, lo que procede es dimensionar lo que está en juego, considerando el contexto de las campañas y lo que implican los planteamientos de las candidatas. La exigencia del momento no es ignorar información o cancelar la crítica, sino presentar la información de manera fiel y contextualizada.

El gran reto para los medios y el periodismo en México, como en otros países, es mantener la confianza de la gente. La estrategia del Presidente, como hemos mencionado, ha sido socavar la credibilidad de aquellos que no se someten a su causa, acusándolos de perseguir intereses perversos, estar sesgados y aliados con la oposición. Así es como ha intentado desacreditarlos.

Por ello, resulta sorprendente y paradójico que ahora, desde el campo opositor, se espere que los medios y periodistas no critiquen a la candidata, cuando precisamente la capacidad crítica de los medios es lo que más ha molestado al Presidente. En este contexto de profunda división, y con tanto en juego, la verdadera tarea del periodismo y de los críticos no debería ser alinearse políticamente, sino reforzar la objetividad y el escrutinio. Ceder a la presión de tomar partido solo serviría para alimentar la narrativa del Presidente, socavando la credibilidad de los medios y debilitando la democracia que se pretende defender.

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