Lourdes Aranda

Lo que está en juego en Kurdistán

Lourdes Aranda explica las medidas que el actual presidente turco ha tenido que tomar ante 'el constante dolor de cabeza' que son los kurdos.

Los kurdos son la minoría étnica más numerosa de Turquía: representan casi 20 por ciento de la población de 80 millones de habitantes. En 1918, después de la Primera Guerra Mundial, los kurdos estuvieron a punto de tener un Estado independiente; no lo obtuvieron por la falta de representación en las conferencias de paz. Como resultado, este pueblo se encuentra disperso entre cuatro países (Turquía, Siria, Irak e Irán) y ha luchado durante años, por medios pacíficos o violentos, para establecer un Kurdistán independiente. A su principal brazo político en Turquía, el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK, en kurdo), se le cataloga como una organización terrorista.

El asunto de los kurdos ha sido un dolor de cabeza constante para los gobiernos turcos. Para hacerles frente, el actual presidente, Erdogan, buscó en un principio mejorar las relaciones con esa comunidad y le hizo algunas concesiones. Sin embargo, los conflictos actuales en la región lo han conducido a erigirse como un férreo opositor del independentismo kurdo y a recrudecer los ataques a los kurdos.

Durante tres años, la amenaza de expansión del califato del Estado Islámico (EI) impuso al gobierno turco y a los insurgentes kurdos la necesidad de cooperar y coordinar sus acciones militares para detener al enemigo común, con los auspicios de Estados Unidos. Los gobiernos de Obama y Trump han estado muy conscientes de la importancia estratégica de contar con Turquía, su aliado en la OTAN, pero también de sumar a las fuerzas kurdas, que habitan en la frontera, que tienen experiencia de la guerrilla y que se han convertido en un factor de estabilidad para la región. De hecho, Estados Unidos (EU) busca establecer una fuerza fronteriza común kurda en el noreste de Siria tras la supuesta derrota del EI.

El pasado 20 de enero, Turquía como consecuencia a esta iniciativa estadounidense, lanzó una ofensiva total contra los kurdos mediante una operación llamada irónicamente 'Rama de Olivo'. El objetivo de Erdogan con esta campaña es blindar su frontera con Siria. De esta manera, los ataques aéreos y de artillería de las fuerzas turcas buscan desalojar a los kurdos sirios de la ciudad de Afrín, en las inmediaciones de Alepo.

Para Ankara es un imperativo evitar que controlen territorios adyacentes en Siria, que les daría mayor fuerza a los kurdos en Irak. En ese país tienen autonomía y de hecho trataron de independizarse el año pasado por medio de un referéndum, que Bagdad desconoció. Al gobierno turco le preocupa el contagio del nacionalismo kurdo, que ha aprovechado los conflictos y vacíos de poder en los países vecinos.

Asimismo, Erdogan ha aprovechado esta crisis para fortalecer su posición en la región y al interior de su país, como ha hecho desde el intento de golpe de Estado en 2016 y el referéndum de 2017, que lo invistió con mayores poderes. Sus políticas, cada vez más autoritarias, han fracturado a la sociedad turca, por lo que ha buscado legitimarse con sus decisiones de política exterior. De manera frecuente, el presidente culpa a Occidente de desestabilizarlo y a los kurdos de ser una "quinta columna". Al mismo tiempo, el mandatario ha ejercido represión contra sus opositores –sin respeto por sus derechos fundamentales– y ha minado a la administración y al Ejército con purgas constantes. Avivar el patriotismo de sus gobernados puede resultarle útil para ganar las elecciones presidenciales de este año. Las encuestas de opinión pública muestran que la mayoría de los turcos apoyan al presidente en la operación 'Rama de Olivo'.

Las repercusiones internacionales del distanciamiento entre Ankara y Washington ya se han sentido. Turquía se ha granjeado el apoyo de Rusia para contrapesar las presiones de Estados Unidos. Actualmente las tensiones afloran e incluso, de seguir el gobierno turco con su campaña, no se descarta una escaramuza entre sus tropas y las estadounidenses. Para evitarla, Turquía necesitaría que su aliado disminuyera su apoyo a la insurgencia kurda. La prioridad para Estados Unidos es contener la influencia de Rusia e Irán en la región, pero a la Casa Blanca le resultará cada vez más difícil mantenerse ecuánime entre dos bandos irreconciliables.

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