Democracia Eficaz

Daño moral a la democracia del pueblo

La consulta sobre dónde debe construirse el nuevo aeropuerto puede dañar esta incipiente figura que López Obrador tanto enaltece, señala Luis Carlos Ugalde.

A López Obrador le gusta la democracia participativa: como jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal organizó consultas para definir la construcción del segundo piso del Periférico, el precio del boleto del Metro y la implementación del horario de verano. Pero su primer ejercicio de democracia directa como presidente electo puede lastimar una figura incipiente que él tanto enaltece.

Hay problemas de la consulta sobre el futuro del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, que siembra dudas y puede dejar insatisfechos a muchos. Lejos de ser un ejercicio legítimo, puede acabar por activar conflictos.

Primero, la falta de claridad sobre el método. La votación será organizada por la fundación Arturo Rosenblueth en mil 73 mesas de votación distribuidas en 538 municipios de las 32 entidades federativas (aunque la suma de municipios publicados ayer es de 526). Quienes decidan participar sólo deben presentar su credencial de elector. Los voluntarios presentes en las mesas de votación irán registrando los resultados de la votación a través de una aplicación.

Varias dudas. ¿Cuál es la experiencia de la fundación para organizar consultas? ¿Han pedido apoyo a alguna institución electoral? ¿Por qué solamente 538 municipios? ¿Cuál fue el criterio para escogerlos? ¿Quién les dará la lista nominal? ¿Puede votar alguien que no tenga domicilio en esos municipios? ¿Cómo se asegurarán que una persona no vote dos veces? ¿Quién vigilará la legalidad del proceso? ¿Quién capacitará a los voluntarios que participen en el levantamiento de la consulta? ¿Quién dará a conocer los resultados?

Segundo problema de la consulta: el pueblo sabio es un pueblo desinteresado. Fuera de las elecciones presidenciales, legislativas y de cargos ejecutivos, los mexicanos participan poco. En la consulta ciudadana del Presupuesto Participativo de la Ciudad de México del pasado 2 de septiembre, la participación fue del 3.2 por ciento de la lista nominal de electores. Esa ha sido la tónica de los últimos años.

En 2015 se realizó una consulta en la Ciudad de México para definir la construcción del Corredor Cultural Chapultepec-Zona Rosa. Participó apenas el 5 por ciento de los electores. En 2014 se aprobó en el ámbito federal una legislación de consulta popular. A pesar de sus limitaciones, es un instrumento potente de participación ciudadana. Sin embargo, nunca se ha realizado una, ya sea por restricciones de contenido –como en 2015– o simplemente porque nadie se interesó en organizar una en 2018.

Tercero, como resultado del bajo interés, la consulta puede ser una oportunidad para construir una democracia de vetos o de privilegios: que decida una minoría que, por interés de grupo o regional, acabe imponiendo su deseo e interés al resto de la población apática. Con frecuencia la cancelación de proyectos beneficia a ciertos liderazgos, pero no surgen nuevas oportunidades ni mejores empleos para las comunidades.

La cancelación del proyecto del Corredor Cultural Chapultepec-Zona Rosa, en 2015, sólo impidió un proyecto de desarrollo, pero no construyó una alternativa. Hoy la avenida Chapultepec en la Ciudad de México luce igualmente desordenada, maltrecha y sucia. Una obra que habría beneficiado a miles de capitalinos se detuvo porque los opositores se organizaron y movilizaron a votantes sin que el resto de la población lo hiciera.

Se trata del típico problema de acción colectiva: los beneficios del aeropuerto se diluyen entre millones de personas (ya sean viajeros o personas que sin ser usuarios se beneficiarán de más turismo o de mayor crecimiento), mientras los costos se concentrarán en comunidades aledañas o grupos que prefieren que el proyecto se detenga.

¿El resultado de la consulta del aeropuerto reflejará el sentir del pueblo sabio y participativo? Seguramente no. Una consulta sin reglas claras, en un tema complejo, privilegiará el bloqueo. Ciertamente habrá también una encuesta, pero hasta el momento el equipo del presidente electo no ha revelado más detalles sobre su realización. Tampoco queda claro qué pasaría si la consulta y la encuesta arrojan resultados diferentes.

Cuarto problema: quien organiza y paga tiene una preferencia por Santa Lucía. Ese sesgo se refleja en las papeletas de votación que ayer se dieron a conocer. Por ejemplo, en la parte posterior se enumerarán las ventajas y desventajas de los proyectos y se dice que la construcción en Texcoco tiene un avance de 20 por ciento, cuando los datos oficiales son de 32 por ciento. Se indica que Santa Lucía es aeronáuticamente viable, a pesar de las declaraciones de MITRE –organización sin fines de lucro especializada en aviación y análisis aeroespacial– sobre su inviabilidad, y las de la Organización Internacional de Aviación Civil (OACI, por sus siglas en inglés), que sostuvo que el NAIM constituye una mejor opción.

La democracia participativa puede ser un método de educación cívica y participación política benéfica para el país. Pero bajo reglas claras, con la organización adecuada, con suficiente transparencia del financiamiento y la organización. La primera consulta de la era AMLO será realizada con premura, improvisación y en un tema harto complejo. El ejercicio puede dejar enorme frustración y dañar moralmente a un tipo de democracia que todavía no nace.

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