Fuera de la Caja

Cambio, ¿cuál cambio?

Para Macario Schettino tenemos tres opciones: el PRI de los setenta, encabezado por AMLO; el de los noventa, liderado por Meade; y una tercera aún indefinida, la de Anaya.

Como ocurre con frecuencia, la elección presidencial se convierte en una especie de referéndum. Se evalúa al gobierno en funciones y se decide si se quiere continuar o cambiar. Así hemos elegido desde 2000, entre cambio y continuidad, y sólo en una ocasión, 2006, ha ganado la segunda, porque el cambio que se ofrecía resultaba temible para muchos.

En los últimos dos años, en todo el mundo, los gobiernos en funciones han perdido, y la opción de cambio preferida ha sido de alguien que venga de fuera del sistema político. Así ha ocurrido en todas las democracias, con la posible excepción de España (por conflictos internos) y Japón (por amenazas externas). En México, con uno de los gobiernos menos populares, según las listas que aparecen con frecuencia en redes sociales, sería difícil que ocurriese algo distinto.

La desventaja del candidato que representa al gobierno es entonces importante. A pesar de que su partido se mantuvo en primera posición desde 2009 hasta 2015, en los últimos dos años ha tenido problemas serios. Perdió siete de 12 gubernaturas en 2016, y mantuvo dos en 2017 muy apenitas, e incluso con el robo más importante desde 1988, en Coahuila. Por eso aparece ahora en tercer lugar en las encuestas.

En esta ocasión, hay dos propuestas de cambio. Una es la misma de 2006, y consiste esencialmente en un cambio en reversa. López Obrador nunca ha negado que su modelo es el México de los años setenta: un presidente muy poderoso, una economía intervenida por el Estado, cerrada al resto del mundo, y control corporativo de la sociedad. Hace 12 años, una cantidad importante de mexicanos recordaba claramente lo que eso significó, y prefirieron votar por otra opción, a pesar de que cuatro meses antes de la elección AMLO estaba en un claro primer lugar. Más sólido que ahora.

Los seguidores de López Obrador afirman que el cambio que él propone no puede ser peor que lo que hemos vivido en los últimos años. Indudablemente, habrá muchas personas que crean eso, especialmente si no les ha ido bien recientemente. La mitad de los mexicanos vive en entidades que no han crecido, y en las que lo único que ha aumentado es la violencia y la corrupción de los políticos. Pero que la situación que se vive sea mala no implica que cualquier cambio sea bueno. Aunque les parezca difícil imaginarlo, todo puede ser peor.

La otra propuesta es todavía muy poco clara. Hasta ahora, lo único evidente es que hay mucha audacia en ella. Ricardo Anaya ha enfrentado con mucho éxito a los principales políticos de México: derrotó en debate televisivo a Manlio Fabio Beltrones; impidió que Emilio Gamboa se quedara con el control de Senado (haciendo uso de los 'panistas rebeldes'); se deshizo del grupo calderonista en el PAN, y logró construir una alianza muy novedosa, contra todo el poder de Peña Nieto. Sólo le falta derrotar a López Obrador.

La propuesta del Frente también se centra en el cambio, y creo que por ello han concentrado sus ataques en el PRI. Sin embargo, en lo que resta, deben también diferenciarse del cambio propuesto por AMLO. En lugar de referirse a un pasado supuestamente exitoso, deben ofrecer un futuro incierto, pero prometedor, y eso no es tan simple. Más allá de críticas a la corrupción e inseguridad, me parece que sólo ha hablado Anaya del ingreso básico universal, y eso de manera poco clara.

De manera un poco diferente, decíamos hace ya unos meses que la elección consiste en tres opciones: el PRI de los setenta, encabezado por AMLO; el de los noventa, liderado por Meade; y una tercera opción todavía indefinida, la de Anaya. En eso seguimos.

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