Fuera de la Caja

Cambio de régimen

El origen de los dos grandes problemas nacionales, corrupción y violencia, es el modelo político agotado.

(Para terminar la idea iniciada hace un par de días, pospongo mi opinión del Tribunal Electoral para el viernes).

El origen de los dos grandes problemas nacionales, corrupción y violencia, es un modelo político agotado. Intentamos transitar a la democracia sin modificar de fondo nuestro arreglo institucional, provocando una dispersión del poder en grupos sin contrapesos, que han ampliado el saqueo que hemos sufrido los mexicanos. En lugar de una estructura de saqueo organizada, concentrada en una sola persona, tenemos hoy una multiplicidad de ellas, que compiten por abusar de nosotros. Esta proliferación ha impedido controlar el poder con la ley, pero además ha provocado que el Estado mismo sea sumamente débil, incapaz de proveer los servicios elementales a la población, empezando por la seguridad de personas y bienes.

Esta situación puede resolverse de dos maneras: volviendo a concentrar el poder en una sola persona (que es lo que AMLO propone) o construyendo un marco institucional adecuado. Es indudable que el primer camino es más sencillo de imaginar, pero sus consecuencias, igualmente fáciles de vislumbrar, serían muy negativas. El otro camino es mucho más complicado, pero implicaría (por fin) la transformación de México en una nación exitosa, si el éxito lo medimos en términos de Estado de derecho, democracia y desarrollo económico.

Puedo afirmarlo porque todas las naciones que hoy son exitosas, en esas dimensiones, han construido su situación actual con base en dos conceptos: un Estado fuerte, limitado por la ley y responsable frente a los ciudadanos, y una mentalidad que favorece la creación de riqueza y no la captura de la riqueza existente. (Si tuviera usted interés en este tema, está desarrollado ampliamente en El fin de la confusión, publicado por Paidós, en 2015).

Construir un régimen político diferente, que elimine las deficiencias del actual, no es nada sencillo. Lo primero que se requiere es reconocer que el modelo político vigente no tiene remedio, y eso implica aceptar que México siguió un camino equivocado durante un siglo entero. Cerca de la mitad de los mexicanos no se convence de ello y por lo mismo considera votar por el PRI o por Morena, que ofrecen mantenerlo o fortalecerlo. La otra mitad (tal vez más) preferiría otra opción, pero no están seguros de que exista.

En política, para que algo exista debe estar sostenido por una coalición. La coalición de ganadores de las guerras civiles construyó así el régimen de la Revolución, y la coalición tecnocrática construyó el régimen que hoy se ha agotado. El régimen del siglo XXI debe también estar sostenido por una coalición, que hay que construir con lo que hay. Y lo que hoy hay es el Frente por México.

Ese Frente es ya una coalición, que agrupa personas que vienen de muy diferentes tradiciones políticas, pero que apuestan a negociar una dirección común. La novedad e importancia de esta coalición ha sido muy subestimada. Para no reconocerla, la mayoría de los comentaristas ha optado por criticar a su candidato presidencial, figura determinante en esa construcción política. Es más fácil calificar de autoritario y traidor a Anaya, que aceptar que encabeza la opción política más novedosa en décadas. Igual de fácil que usar la cantaleta del 'agua y aceite', como hicieron por meses.

El Frente tiene innumerables defectos, como los tiene cualquier oferta política, que no es sino producto humano. Pero tiene una virtud: coincide con lo que hoy necesitamos, si estamos dispuestos a intentar la construcción de un régimen político que nos permita apostar por ser una nación exitosa. Puede resultar insuficiente, puede fracasar, pero también puede ser funcional.

Pero si usted desea mantener lo que hoy tenemos, o volver al presidencialismo autoritario, también tiene opciones para el 1 de julio.

COLUMNAS ANTERIORES

Votos
Resultados y popularidad

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.