Fuera de la Caja

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Macario Schettino opina que conviene analizar con cuidado el mercado energético futuro: más desarrollo en fuentes alternas, menos preocupación por combustibles fósiles.

Sigo con la revisión de los fenómenos más relevantes que pueden identificarse ahora mismo en la economía global. Como ya vimos, un proceso de envejecimiento/caída de población, en los países desarrollados, que ocurre cuando las deudas de los gobiernos han crecido de manera importante, haciendo difícil imaginar cómo podrán financiarse en el futuro cercano. Además, una transformación del comportamiento del consumidor orientada hacia el consumo de servicios, y no de productos. Pero hay más.

El mismo cambio poblacional va acompañado de un gasto en salud creciente. Para que se dé una idea, es el gasto más grande en Estados Unidos, en donde representa 18 por ciento del PIB. En los países de la Unión Europea, asciende al 12 por ciento. Este gasto, por ejemplo, era casi inexistente hace cien años. A inicios de siglo, los estadounidenses gastaban 3 por ciento de su dinero en salud, y el gobierno ponía menos de 1 por ciento del PIB. Ahora cada uno gasta cerca de 9 por ciento del PIB. Este gasto seguirá creciendo, aunque es de esperarse que se intente limitar con mejores regulaciones. Aunque ya sabe usted que las regulaciones no tienen éxito con la frecuencia que uno quisiera.

El cambio en comportamiento del consumidor, por su parte, se asocia a un mayor consumo de energía eléctrica, y a un crecimiento cada vez menor en el consumo de combustibles fósiles. Pero, además, estamos consumiendo menos energía por persona (en países desarrollados, y en algunos que no lo son tanto, como México). Pero como también ha habido un gran avance tecnológico en la producción de energéticos (desde el fracking, hasta el costo del proceso fotovoltaico), el mercado de energía será muy diferente del que conocimos hace unos años. Nada que ver con las presiones de precios de los años setenta, por ejemplo.

Pero tal vez el mayor impacto que hemos registrado recientemente es la abundancia de tiempo libre. La tecnología no destruye empleos, reduce la necesidad de trabajo, que es algo diferente. Por eso ahora tenemos más tiempo disponible del que tenía una persona hace cien o ciento cincuenta años. Hice las cuentas y hemos pasado de tener 5 o 6 horas libres en el último tercio del siglo XIX, a cerca de 40 horas libres a la semana en los países desarrollados. En México, en donde somos muy trabajadores (aunque improductivos), superamos 30 horas libres por semana. En el tiempo libre, las personas necesitan ocuparse, y lo único que pueden hacer es entretenerse y comunicarse, de forma que estos espacios de negocio han crecido de forma espectacular. El turismo es eso, y por lo mismo también ha crecido.

Con base en estas tendencias, creo que es más fácil evaluar si alguna propuesta de desarrollo tiene o no sentido. Por ejemplo, hay que tener cuidado con la deuda, porque será un problema global muy pronto; por otra parte, hay que buscar cómo desarrollar un acuerdo global acerca de la migración, que puede resolver el tema de financiamiento en los países desarrollados, y de exceso de población en algunos otros.

Conviene analizar con cuidado el mercado energético futuro, para tomar decisiones que abran opciones y no las cierren: más desarrollo de fuentes alternas, menos preocupación por combustibles fósiles, entre otros temas. Entender al consumidor es también indispensable: servicios, turismo, entretenimiento, comunicación, pero también presiones en salud.

Insisto en que debemos entender que la economía global vive una transformación muy profunda, como la ocurrida a inicios de los setenta. Si alguien tiene buenas respuestas aplicables a los años setenta, ya no se requieren. Ese mundo ya no existe. El actual requiere otras cosas.

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