Ayer, el presidente de Estados Unidos realizó una llamada al presidente de México, Enrique Peña Nieto, para celebrar los acuerdos alcanzados entre los grupos negociadores de ambos países en materia comercial. Desafortunadamente, Donald Trump entiende poco de lo que está ocurriendo y habló de un nuevo "acuerdo comercial México-Estados Unidos", al que podría sumarse Canadá, y que sustituiría al TLCAN.
Esto no tiene sentido. En Estados Unidos, la facultad de negociar acuerdos comerciales reside en el Senado, que puede autorizar al presidente a llevar a cabo el proceso, siempre y cuando al final el documento se ponga a votación (sin modificación posible) del mismo cuerpo legislativo. Hace cosa de un año, el Senado autorizó a Trump a negociar una nueva versión del TLCAN, pero no a construir nuevos acuerdos, de forma que no puede existir lo que anunció ayer. Si Canadá no llega a un acuerdo con los otros dos países, no hay nada acordado. Si Trump quiere un acuerdo con México por separado, puede pedir autorización para ello, pero será volver a empezar.
Lo que en realidad ocurrió el lunes fue el anuncio de que México y Estados Unidos lograron resolver sus diferencias en el marco de la renegociación del TLCAN, que no es poca cosa. Según entiendo, los temas en los que Trump no quería ceder (reglas de origen, estacionalidad, cláusula de terminación y capítulo de arbitraje) pudieron acordarse. La estacionalidad prácticamente desapareció, y en materia de arbitraje hubo cesiones de ambos lados. La cláusula de terminación anticipada (Sunset) se amplió considerablemente, con la oferta de volver a platicar en seis años. México cedió a cambio en las reglas de origen, que se amplían a favor de la producción norteamericana (no estadounidense) con el añadido de un porcentaje que debe realizarse con salarios de 16 dólares la hora. Si toda esta información es correcta, México ganó mucho, y hay que celebrar a nuestro equipo negociador, posiblemente el mejor del mundo.
Pero el evento de ayer, realizado para que Trump pudiera satisfacer su ego, que es lo único que él entiende, pudo haber alejado a Canadá de un acuerdo. Aunque México, entiendo, siempre mantuvo contacto con Canadá para facilitar el arreglo trilateral posterior, la forma en que Trump se refirió a ese país fue deplorable. Y si Canadá no se suma en esta semana al acuerdo, ya no podrá firmarse y discutirse en los legislativos antes de la elección intermedia de Estados Unidos.
Ayer abundaban opiniones acerca del mal comportamiento de México, que habría sacrificado a Canadá por propio beneficio. No creo que eso sea correcto. En los temas que hemos comentado, la discusión era realmente bilateral, y para poder avanzar, todos acordaron que el proceso continuara como lo hizo. Pero, insisto, la forma en que Trump se refirió a Canadá pudo haber destruido lo avanzado. Lo sabremos pronto.
Es indudable que, hasta el momento, México logra salvar uno de los obstáculos más serios que se habían presentado en los últimos años. Donald Trump sacó a Estados Unidos del TPP, está promoviendo una guerra comercial con la Unión Europea y China, y ha agredido constantemente a México. A pesar de ello, lo negociado no sólo mantiene la posición de nuestro país, sino que incluso puede representar avances. Eso no es poco, y reitero que debemos reconocer al equipo negociador mexicano.
Pero seguimos en un entorno muy negativo. Ojalá que Canadá encuentre una forma razonable de incorporarse, y el TLCAN, en su nueva versión, pueda sobrevivir. Obligará a cambios en muchas empresas en México, y creo que también a que el gobierno tenga una perspectiva mucho más orientada a la productividad. Y habrá que ver cómo el nuevo gobierno se adapta a ello.