Fuera de la Caja

Nuevo régimen

Macario Schettino explica por qué la elección del 1 de julio va mucho más allá de simplemente escoger un nuevo presidente.

Hemos comentado con usted acerca de la causa de los problemas más importantes que tiene México hoy, y afirmamos que ésta se encuentra en un régimen político disfuncional. Hemos también sugerido que en la elección de julio tenemos tres opciones: una que propone continuar con el régimen, ajustando detalles; otra que propone regresar al anterior, el presidencialismo autoritario; y una tercera, que apuesta por construir un nuevo régimen con base en una amplia coalición política.

Es determinante entender que la constitución de un nuevo régimen obliga a la construcción de esa amplia coalición que lo soporte. Por ser una coalición, implica un proceso de negociación arduo y permanente, en la búsqueda de mínimos aceptables para todos los integrantes. En este momento, la única opción que se ha movido en esa dirección es el Frente por México. No es la alianza de partidos que siguen instrucciones del presidente en funciones, o del líder carismático, sino una coalición en constante evolución, con diferencias regionales, complicaciones diarias y enfrentamientos públicos ocasionales. No tengo idea de su dinámica interna, sino sólo de las evidencias externas, a través de medios, redes y ocasionales conversaciones, de forma que usted seguramente habrá visto algo similar.

Puesto que la coalición resulta del ambiente político vigente, comparte defectos con las otras opciones, especialmente la inclusión de abundantes políticos impresentables (para usar el mismo adjetivo que apliqué a Morenistas hace unos días). Uno quisiera contar con ángeles o santos para construir un sistema político, o filósofos, como quería Platón. Pero hay lo que hay. Precisamente para lidiar con esos impresentables es que se construye un sistema político. Y si lo quiere uno democrático, ese sistema debe estar basado en leyes y no en fuertes personalidades.

El nuevo régimen debe reconocer los avances que hemos logrado en veinte años, e incorporarlos. Me refiero a la autonomía del Banco de México y diversos organismos; a la independencia de la Corte y del Congreso federal; al sistema electoral (perfectible siempre). Debe también reconocer las fallas: gobernadores sin control; poderes estatales inútiles y corruptos; instituciones de seguridad, procuración e impartición de justicia inútiles y abusivas; debilidad fiscal; clientelismo; disparidad regional; y sin duda, captura del estado por diversos grupos, incluyendo el crimen organizado. No incluyo el tema económico, que deberá ser analizado a la luz del nuevo arreglo político, ya habiendo planteado soluciones a los temas mencionados.

Creo que la lista indica cuál podría ser un régimen viable: central y parlamentario. Pero indudablemente esa lista puede no coincidir con la que otras personas planteen. Precisamente por ello, es sólo a través de una coalición que puede construirse un régimen nuevo. El Frente por México, hasta donde entiendo, ha planteado ya ciertas ideas que irían en la lógica del parlamentarismo: gobierno de coalición, respaldado por aprobación del gabinete en el Congreso, por ejemplo. Pero aunque el Frente ahora incluya a tres partidos políticos y algunas organizaciones civiles, la coalición necesaria para el nuevo régimen requiere ser más amplia.

Sería conveniente que el Frente iniciara, desde ya, el proceso de deliberación indispensable para contar con una coalición amplia en caso de ganar. Si no ganan, como también es posible, la discusión será de cualquier manera importante, porque me parece que las otras dos opciones no podrán construir gobiernos exitosos. Una, porque el régimen que quieren continuar ya está más que agotado (desde 2016, sin duda); la otra, porque no imagino cómo podría tener éxito (en términos democráticos y económicos) la restauración del presidencialismo autoritario.

La elección del 1 de julio, como hemos visto, va mucho más allá de simplemente escoger un nuevo presidente.

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