Fuera de la Caja

Petróleo y oro

Hasta 2030 se vivirá bajo un proceso de elevación de tasas de interés con presión inflacionaria, y por ello la producción será distinta.

Aprovechando que ya hemos hablado de precios internacionales de materias primas, permítame compartir con usted algo interesante que encontré. Como hemos comentado, en plazos largos no es fácil tener una referencia, porque todos los precios se mueven. Para evadir un poco este fenómeno, se me ocurrió medir la comparación de oro y petróleo, y el resultado es curioso. El número de barriles de petróleo que puede comprar una onza de oro varía prácticamente en las cuatro etapas que hemos utilizado para entender el comportamiento de la economía mundial. Entre 1960 y el embargo petrolero de octubre de 1973, una onza de oro compraba 26 barriles de petróleo, pero la variación era elevada, muy fácilmente se movía cinco barriles para arriba o para abajo (a pesar de que tanto oro como petróleo estuvieron artificialmente fijos por buena parte del periodo).

De noviembre de 1973 a noviembre de 1985, la onza compraba 14 barriles, con una variación de tres barriles, es decir, sumamente estable. Fue un tiempo de petróleo caro, pero de oro a precios razonables. A partir de diciembre de 1985 las cosas cambian mucho, se hunde el precio del petróleo y la onza de oro podía comprar en promedio 21 barriles, con variaciones aún mayores que en la primera etapa, de seis barriles. A partir de diciembre de 2001, con China ya en la OMC, nuevamente petróleo caro y la onza podía comprar 13 barriles, otra vez con variación de tres. A partir de julio de 2014, cuando China deja de crecer, nuevamente el petróleo cae y la onza puede comprar ahora 24 barriles, con variaciones de seis.

Lo que me sorprende es la claridad de las etapas que le he mencionado. Cuando ve uno los datos mensuales, una etapa tiene un alto valor del oro frente al petróleo, con grandes variaciones, y la que sigue tiene un valor notoriamente más bajo, pero además con variaciones mucho más reducidas. Con base en ese comportamiento, lo más razonable para esperar en esta etapa que estamos viviendo es un barril de petróleo rondando los 60 dólares, pero con movimientos de 10 dólares hacia arriba o hacia abajo el 70 por ciento del tiempo, y de a 20 dólares en un 25 por ciento adicional. Es decir, con cierta confianza puede uno esperar precios del barril hacia 80 dólares por unas semanas, seguidos por caídas hasta 40 o 50, pero con un promedio más o menos estable en 60 dólares. Todo ello, si lo que platicamos ayer es correcto, mientras el proceso inflacionario en los países desarrollados reduce el valor relativo del oro.

Lo único que le presento hasta ahora son regularidades en el comportamiento de precios de materias primas importantes, con un poco de referencia a otros fenómenos globales que pueden estar relacionados. Hay varios detalles que no hemos incorporado con claridad, como por ejemplo las variaciones en los arreglos financieros internacionales: Bretton Woods, el desequilibrio hasta el acuerdo del Plaza, la época hegemónica estadounidense, el ascenso de China combinado con la liberalización en Estados Unidos, las crisis de 2008 y 2011 y el uso de política monetaria expansiva para amortiguarlas, hasta el estancamiento chino de mediados de 2014.

Sin embargo, me parece que hay suficientes indicaciones que la etapa actual durará hasta cerca de 2030, bajo un proceso de elevación de tasas de interés con presión inflacionaria, dilución de deudas gubernamentales y reacomodo global que para ese año permitirá entrar a una nueva etapa. En ella, por otras razones, creo que viviremos formas de producción radicalmente distintas. Aunque falten diez o doce años para ello, apenas da tiempo para prepararse. No se ahogue con el presente, o peor, con el pasado. Apunte hacia 2030. Mientras, descansamos Semana Santa, y nos vemos lunes 2 de abril, para empezar campañas en forma.

COLUMNAS ANTERIORES

Votos
Resultados y popularidad

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.