Razones y Proporciones

Los beneficios del actual sistema de pensiones

El actual sistema de pensiones ha generado una acumulación de recursos que probablemente no hubiera ocurrido de otra forma y se ha convertido en la segunda fuente de financiamiento interna.

Desde la fundación del IMSS en 1943, las pensiones de los trabajadores afiliados a este Instituto se rigieron bajo un sistema de beneficio definido (BD), cuyas condiciones se actualizaron en 1973.

En esencia, los regímenes de BD consisten en la promesa de pago de una renta vitalicia que puede disfrutarse una vez cumplidos ciertos requisitos, como el periodo de cotización y la edad de jubilación.

En México, este sistema se financiaba con las aportaciones del gobierno, el patrón y el trabajador al IMSS durante la etapa laboral de los derechohabientes. Su funcionamiento se sustentaba en una especie de pirámide, en la que los trabajadores en activo pagaban los beneficios de los jubilados.

Además de ser ilegal y penalizado en cualquier otra área, este tipo de esquemas tiene la fragilidad de requerir un número creciente de jóvenes laborando, lo cual, tarde o temprano, deja de cumplirse como resultado del envejecimiento de la sociedad.

Desde los años sesenta del siglo pasado, en nuestro país se multiplicaron los sistemas públicos de BD, con disposiciones muy diversas, que incorporaron grupos específicos de empleados en los diferentes órdenes de gobierno.

La debilidad financiera de esos regímenes, resultado en parte del manejo inadecuado de las contribuciones, así como de los crecientes pasivos contingentes llevaron a México a la necesidad de reformar los sistemas de pensiones.

El cambio más trascendental ocurrió a mediados de 1997, cuando la modalidad para los afiliados al IMSS cambió de BD a uno de contribución definida (CD).

En el nuevo esquema, cada individuo tiene una cuenta personal con cuatro subcuentas destinadas a recibir, respectivamente, las contribuciones obligatorias para el retiro, anteriormente entregadas al IMSS, y para la vivienda, así como aportaciones voluntarias y complementarias, cuya posibilidad no se contemplaba anteriormente.

Estas subcuentas son manejadas por una Administradora de Fondos para el Retiro (Afore) elegida por el ahorrador, con excepción de la de vivienda que es operada por el Infonavit.

Los trabajadores que iniciaron su vida laboral en 1997, o después, se jubilarán con los montos acumulados en esa cuenta, mientras que las generaciones anteriores mantienen la opción de hacerlo en el sistema de BD. En años recientes, algunos otros regímenes han adoptado elementos de CD.

El sistema de cuentas individuales tiene ventajas notables sobre el anterior. Desde el punto de vista personal, aumenta la seguridad jurídica, al sustituirse una promesa de pago por la propiedad de los recursos.

Además, en lugar de jugar un papel pasivo, el individuo puede incrementar su ahorro y, de esta manera, sus posibilidades de bienestar durante el retiro. Por otra parte, la inversión de las Afore genera rendimientos que amplifican los montos disponibles para la jubilación.

En septiembre pasado, los recursos administrados por la Afores ascendieron a casi 15 por ciento del PIB, de los cuales un poco menos de la mitad correspondieron a los rendimientos de las inversiones.

Desde un ángulo global, el sistema de CD muestra también superioridad. Al estar plenamente fondeado, se eliminan los pasivos contingentes del gobierno relacionados con las nuevas generaciones de trabajadores, lo que disminuye el costo fiscal del sistema en su conjunto.

El nuevo régimen ha propiciado una acumulación de ahorro que probablemente no hubiera ocurrido de otra forma, convirtiéndose en la segunda fuente de financiamiento interno después de los depósitos bancarios.

A su vez, esos recursos han servido de base, en los primeros años de este siglo, para la ampliación de los plazos de la deuda pública en pesos y, con ello, la formación de la curva de rendimientos que sirve de referencia para las operaciones crediticias del sector privado.

El principal desafío del sistema de CD es acrecentar los saldos de las cuentas individuales para elevar la pensión como proporción del ingreso laboral. Existen varios caminos para ello, incluyendo más competencia entre las Afore por aumentar los rendimientos ajustados por riesgo, e incentivos para las aportaciones voluntarias, las cuales representan hasta ahora una fracción ínfima de los recursos disponibles.

Finalmente, es importante evitar la tentación de atribuir al nuevo régimen pensionario limitaciones que le son ajenas. Tal es el caso de su insuficiente cobertura, la cual existía con el anterior y tiene su origen en la amplia informalidad laboral en México. Confundir las causas de los problemas puede llevar a decisiones equivocadas que pondrían en peligro la seguridad de los recursos de los trabajadores.

Exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006)

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