Razones y Proporciones

¿Peligra la independencia del Fed?

El desafío del Fed consistirá en honrar la credibilidad ganada, mediante el ejercicio de su independencia con bases económicas.

La semana pasada el presidente Trump expresó públicamente su desacuerdo con la estrategia del Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) de incrementar su tasa de interés de referencia.

Desde diciembre de 2015, el Fed se ha encaminado a normalizar su postura monetaria, mediante el retiro gradual del extraordinario estímulo de liquidez introducido a raíz de la Gran Crisis Financiera de 2008-2009.

Una pieza central en dicho proceso han sido los aumentos sucesivos en el intervalo objetivo para la tasa de fondos federales, los cuales, hasta la fecha, han sido siete y han llevado ese rendimiento a un nivel de 1.75-2.00%.

El presidente se quejó de que las mayores tasas podrían debilitar la recuperación económica de su país. También argumentó que otras naciones supuestamente manipulan sus monedas, lo que, en su opinión, reduce la ventaja competitiva de Estados Unidos.

Las críticas de Trump reflejan una visión peculiar de la economía. El Fed ha sido cauteloso en contraer de forma paulatina la laxitud monetaria, en la medida en que se han confirmado el vigor de la reanimación económica y los niveles inusitadamente bajos de desempleo.

Además, el rango actual de la tasa de referencia corresponde a un rendimiento real esperado igual o menor a cero, lo que, junto con el aún elevado tamaño del balance de ese banco central, constituye una posición acomodaticia.

Por otra parte, la cotización del dólar respecto a las principales monedas es ahora menor que la de finales de 2015, lo que significa que, durante estos años, esa divisa no se ha fortalecido, sino que se ha debilitado.

Finalmente, la reducción del déficit comercial estadounidense, tan anhelada por Trump y a la que asocia la necesidad de competitividad cambiaria, no depende primordialmente de una mayor depreciación del dólar, sino de un notable aumento del ahorro interno respecto a la inversión de ese país.

Más importante que el grado de validez de esos comentarios resulta la señal enviada por el presidente Trump de buscar influir en las decisiones monetarias, con el riesgo de poner en entredicho la independencia del Fed.

Como en otras naciones, la autonomía de ese banco central no es absoluta, sino que se refiere esencialmente al uso de sus instrumentos para alcanzar el mandato legal, que en ese caso consiste en máximo empleo y estabilidad de precios.

La independencia del Fed no proviene de estatuto alguno, sino que ha sido la norma a partir de un acuerdo con el Tesoro en 1951, que buscó aislar la política monetaria de las necesidades financieras del Gobierno.

La protección de la autonomía es indirecta, mediante aspectos estructurales como el presupuesto propio, la inamovilidad de sus líderes, salvo en situaciones extremas, y la designación no gubernamental de los presidentes regionales del Sistema de la Reserva Federal.

Durante las últimas décadas, gran parte de los bancos centrales ha gozado de independencia. El propósito ha sido aislar las decisiones monetarias de las motivaciones de los políticos y permitir que éstas se tomen con una visión de largo plazo, para cumplir con el objetivo institucional. Tal independencia ha contribuido a la baja de la inflación mundial.

A pesar de ello y como en otras latitudes, en Estados Unidos la autonomía del Fed no ha impedido que los políticos y diversos grupos de poder busquen influir en la política monetaria, a menudo reflejando intereses particulares.

Sin duda, las intervenciones más conspicuas han correspondido a los presidentes, los cuales típicamente se han opuesto a las alzas de las tasas o han pugnado por recortes más rápidos de las mismas.

En muchas ocasiones, las autoridades monetarias de ese país han resistido la presión, como ocurrió con William McChesney Martin en 1965 y Paul Volcker en 1982. En otras, sin embargo, han sucumbido ante la tensión, como en el relajamiento presidido por Arthur F. Burns, en antelación a la reelección del presidente Nixon en 1972, que contribuyó a la espiral inflacionaria de esa década.

Trump ha roto con la costumbre de las tres administraciones anteriores de abstenerse de comentar sobre política monetaria. Lo hizo desde la campaña, criticando duramente las reducidas tasas de interés, y ahora lo hace en el sentido inverso. Es imposible saber si ese mandatario buscará incrementar su injerencia en asuntos monetarios.

El desafío del Fed consistirá en honrar la credibilidad ganada, mediante el ejercicio de su independencia con bases económicas, aun en el caso de presiones políticas acrecentadas. La historia moderna de ese banco central proporciona razones para el optimismo.

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