Retrato Hablado

Alberto Lati, un nómada que explica el mundo através de un balón

El hombre “ha sentido que el deporte es un reducto sólo para él, como si fuera parte del espíritu del macho”, dice Alberto Lati.

Alberto Lati nació en un hogar en el que el futbol importa mucho. Lo jugaba mal, pero ésa fue su fortuna. Era evidente que no iba a ser un protagonista, pero podría ser un cronista. Eso sí, sin perder “un gramo de pasión”.

A los 11 años, Lati pasó horas copiando una enciclopedia de futbol que se imprimió previo a la celebración de México 86, un volumen por cada mundial jugado hasta entonces. Faltaban dos tomos, que encontró en la hemeroteca de Ciudad Universitaria, y allá iba a transcribirlos, letra por letra, y sin darse cuenta se aprendió la historia mundialista, sus resultados y los nombres de los goleadores. Su madre guarda con celo el cuaderno.

Ese niño de 11 años, que soltó temprano la ilusión de convertirse en deportista, no se frustró ni mucho menos. Quería ser comentarista, y ahí puso todo su empeño. A los 17 entró a Televisa como meritorio, a pesar del ceño fruncido de su padre, un exitoso comerciante, hijo de un inmigrante sirio, cuya generación no pudo darse el lujo de perseguir su pasión.

Lati se preparó con un diplomado en crónica deportiva en la escuela Raúl del Campo y se tituló en Ciencias de la Comunicación en la Universidad Iberoamericana. En 1996, tuvo su gran oportunidad: Televisa lo envió a los Juegos Olímpicos de Atlanta. Desde entonces conecta el deporte con cuestiones sociales, políticas, culturales e históricas, y así le da sentido a su forma de contar historias.

Cuatro años después, fue enviado a cubrir la Eurocopa a Holanda y Bélgica. Una entrevista con Zinedine Zidane, que en ese tiempo hablaba francés e italiano, “me hizo saber que si no aprendía otras lenguas, no podría competir con los mejores enviados especiales del mundo”. Lati habla inglés, francés, italiano, japonés, griego, hebreo, alemán, portugués y ruso, y es parte de la Asociación Internacional de Hiperpolíglotas.

En 2002, como corresponsal para preparar el mundial de Japón y Corea, padeció los tiempos de la competencia descarnada entre Televisa y TV Azteca: “Era terrible. Revisaban los ratings minuto a minuto de una manera lacerante”.

Desde ese momento, Lati marchó por años de un país a otro: Grecia, Alemania, China, Sudáfrica, Gran Bretaña y Brasil, “tras la estela de los grandes eventos deportivos, aunque el deporte sólo era el pretexto para hablar de otras cosas que pasaban en los lugares que celebraban el deporte”.

-Aprendiste periodismo, idiomas y a impregnarte de otras culturas a la vez…

-Sí, y de una manera muy poco estructurada, pero no había opción. Fui a mi primera Eurocopa no con miedo, con pánico. Pero mi miedo era al fracaso, a que mi carrera no despuntara. En términos de otras culturas, estoy más cómodo en la diferencia, aunque no hable una pizca del idioma, mientras sienta que tengo algo qué contar.

Fanático de Kapuściński, Lati también tuvo que entender de deportes diferentes al futbol, que fue lo que básicamente había cubierto en España: la llegada de jugadores mexicanos, el ascenso de Javier el Vasco Aguirre y la Champions League. Al cabo de un año se fue a Atenas para reportear durante los Juegos Olímpicos, “e hice un berrinche del tamaño del mundo, pero hoy lo que más disfruto son las Olimpiadas: 35 mundiales en la misma ciudad, en un lapso de dos semanas. Suelo contar que en Río 2016 vi en un solo día competir al Dream Team, a Rafael Nadal, a Simone Biles y a Michael Phelps. Si pudieras ver a esos cuatro a lo largo de 60 años, dirías que eres muy afortunada”.

-¿Cómo no acercarse a otros deportes cuando puedes entrevistar a Schumacher o a Federer?

-Exacto. Pero el futbol sigue siendo lo que más me apasiona.

Lati terminó su etapa de vida en el extranjero al tiempo que su trabajo en Televisa. Después de 20 años, se tensó la cuerda por una diferencia en la manera de generar contenidos: “El video on demand estaba creciendo muchísimo, las audiencias se estaban alejando y yo pensaba que tenía que haber un cambio. No estuvieron de acuerdo”.

Colaborador de Fox Sports, Claro Sports y comentarista invitado en Tercer Grado Deportivo, Lati publicó su primer libro en 2013, Latitudes: Crónica, viaje y balón. Cinco años después entregó su primera novela de ficción, Aquí, Borya: “A ese le di muchas vueltas. Tenía la obsesión de escribir una novela con un monólogo interior, muy intenso y brumoso. En la crónica estoy obligado a ser claro, y en Borya pude hacer lo contrario”.

Siguieron 100 Dioses del Olimpo: De niños a superhéroes y 20 pelotazos de esperanza en tiempos de crisis, entre otros. El número siete –sobre la infancia de los mejores atletas mexicanos de la historia– estará listo este año.

Embajador de buena voluntad para el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Lati repasa el camino cuesta arriba para las mujeres atletas y sus colegas, cronistas deportivas:

“Si consideras que por ahí de 2004 Joseph Blatter (expresidente de la FIFA) dijo que las mujeres tenían que utilizar uniformes más ceñidos y shorts más pequeñitos para que el futbol femenil tuviera rating, puedes entender también por qué a la mujer se le confinaba en el plano de la crónica deportiva a ser un adorno. De hecho, en el voleibol sí obligaron a las jugadoras a usar un tipo de vestimenta; si eso fue apenas hace 20 años, también puedes entender cómo ha sido complicado para la mujer demostrar que pueden narrar y contar el deporte con la misma capacidad. Lo que pasa es que el hombre ha sentido que el deporte es un reducto que le corresponde sólo a él, como si fuera parte del espíritu del macho el jugar el deporte, pero también hablarlo, con una voz varonil. Las mujeres los han desafiado, pero no ha bastado con que sean tan buenas como un varón, han tenido que ser mejores para ganarse su sitio y para quitarse de encima el estigma”.

Por cierto, que ya planea una versión femenina de Genios del balón. “No quise incluir mujeres en ese libro; a las futbolistas les corresponde un libro dedicado a ellas, a sus historias”.

Después de portar la antorcha olímpica por invitación del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos, está claro que Alberto Lati seguirá contando historias, pero no es tan fácil, ni siquiera para él: “Ahora hay que captar la atención de la gente joven, tan dispersa; hay que vencer a ese dedo que es un tirano, que te da segundos para quedarse. Es todo un reto ganarse a una audiencia así de castigadora”.

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