Retrato Hablado

'A mis 92 años, tengo aún mucho por leer': Margit Frenk

María Scherer escribe de la historia de vida de la escritora y filóloga Margit Frenk.

En 1930, cuando dejaron Hamburgo y llegaron a México, Margit tenía cuatro años y seis su hermano, Silvestre. Su padre era médico. No hablaba español. Hacerse de una cartera de pacientes fue tan afanoso como adaptarse a la vida en un país extranjero. Para Mariana, su madre, fue mucho más sencillo. Ella era escritora y traductora. "Por azar había conocido en Alemania a una mexicana en una librería y se pusieron a platicar. La mexicana le aseguró a mi mamá que éste era un lugar donde mi papá podría ejercer su profesión de inmediato y por eso venimos aquí. Salimos adelante y, más aún, mis papás lograron salvar a dos hermanas y un hermano de mi mamá que vinieron después de nosotros".

Los niños fueron estudiantes del Colegio Alemán, hasta que encontraron una inmensa suástica a la entrada. "La escuela se nazificó y adiós". Entraron a una primaria pública, la Alberto J. Correa, en las Cibeles, cerca de la casa familiar en La Condesa, a la que llegaron después de cambiar de domicilio varias veces. "Apenas conservo recuerdos de ese tiempo; a un tío que me levantaba en brazos, a mi padre que me llevaba de la mano a la escuela".

Además de su padre y su hermano, hay varios médicos notables en las siguientes generaciones de la familia Frenk. Uno de ellos es Julio, exsecretario de Salud. Mariana fue la primera traductora de Juan Rulfo al alemán. Su hija, Margit, es la tercera mujer que ocupó una silla en la Academia Mexicana de la Lengua. "Como es evidente, mi madre tuvo mucho que ver en mi inclinación por las letras".

Estudió Letras Españolas en la UNAM y, desde entonces, ha hecho importantes investigaciones sobre el Siglo de Oro. Hizo la maestría en Berkeley y se doctoró en lingüística y literatura hispánica en El Colegio de México. "Primero estuve en un colegio de mujeres cerca de Filadelfia y después en California. Fue una época maravillosa, entre otras cosas porque vivía en la casa internacional y formamos un grupo muy bonito. Yo tocaba la guitarra y cantaba. Tenía cierta popularidad".

A los trece años Margit recibió su primera guitarra "y desde entonces me puse a aprender canciones populares". También tocaba el piano, pero prefería cantar acompañándose de las cuerdas.

Nunca tuvo intención de permanecer en Estados Unidos, "no me pasó por la cabeza". Al volver, se integró a la planta de profesores de La Casa de España, origen del Colegio de México, que era dirigida por su maestro, Alfonso Reyes. Fue profesora investigadora casi 30 años y dirigió el Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios.

Frenk le confió a Elena Poniatowska, en una entrevista para La Jornada, que el amor de su juventud fue Ramón Xirau, pero se casó con el célebre académico de la lengua Antonio Alatorre, padre de sus tres hijos. "Quizá cuando nacieron habré trabajado un poco menos, pero la crianza de mis hijos nunca fue un conflicto para mí. Podía trabajar en casa y cuidar a los niños. Y jamás me reprochó nadie nada".

Desde 1966 y hasta la fecha, es profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Hasta 1996 fue coordinadora del Centro de Estudios Literarios del Instituto de Investigaciones Filológicas y también directora de la revista Literatura Mexicana.

"Estoy de tiempo completo en la UNAM aunque doy un solo curso. Siempre he dado literatura del Siglo de Oro pero, concretamente, llevo varios años con Don Quijote".

Margit Frenk tiene 92 años. Dice que por eso se niega a hablar del mañana. La autora de el Nuevo corpus de la antigua lírica popular hispánica, Entre la voz y el silencio y Poesía popular hispánica es doctora honoris causa por la Sorbona, la Universidad de Sevilla y la UNAM. Es una autoridad mundial en el estudio de la lírica popular hispánica. También es miembro de las British Academy y presidenta honoraria de la Asociación Internacional de Hispanistas. Es una sabia, cuya humildad asombra.

–Hablemos de tus libros.

–Pero si no publiqué tanto… Más bien publicaba artículos en revistas y trabajitos sobre lo que iba haciendo. Como siempre me interesó mucho la poesía popular y una buena parte de mi trabajo fue de poesía española antigua, digamos de los siglos XV al XVII de tipo popular y también literatura mexicana.

–Hasta que llegaste a los 90 decidiste hacer una pausa.

–Sí. Me di cuenta el otro día. Es raro que toda la vida me la he pasado investigando y ni siquiera lo extraño…

Dos veces por semana, un minúsculo grupo de alumnos tiene el privilegio de aprender de Margit Frenk. Las clases, de dos horas, tienen lugar en la casa de la profesora emérita, en Tlalpan.

–¿En dónde se reúnen?

Ella apunta hacia el comedor, pequeño y rectancular.

–Está funcionando muy bien que los alumnos vengan para acá. La pasamos muy bien.

–¿Cómo son tus clases del Quijote? ¿Lo lees en voz alta?

–Es una clase muy activa. Todos leemos previamente algunos capítulos y los comentamos en clase después de volverlos a leer juntos. Conversamos sobre lo que les haya llamado la atención, resolvemos dudas y compartimos impresiones.

–¿Cuántas veces has leído el Quijote?

–He perdido la cuenta. No podría saberlo.

"Nada quisiera más que leer, tengo muchas ganas de leer y hay tantas cosas que quiero leer, que no leo nada. Ésa es la situación. Me vuela el tiempo. Hago cosas todo el día, me la paso frente a mi escritorio. Ahí estoy después de desayunar, después de comer y después de cenar. Eso es terrible".

–O maravilloso, Margit.

–Honestamente, lo es.

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