Retrato Hablado

'Las grandes crisis siempre implican una oportunidad'

Luis Cabrera ha vivido en Venezuela los pasados dos años. "Aquí he vivido la destrucción de un Estado, la crueldad desde arriba y la consecuencia desde abajo", dice.

"Hay zonas en México donde todos los niños nacidos están manchados de petróleo. Sus padres lo notan con el asombro de quien descubre una terrible malformación o enfermedad en su primogénito. El pánico dura pocos minutos hasta que la partera, habituada al proceso, limpia al bebé como gaviota sobreviviente de un naufragio de buque carguero".

Cuenta Luis Carrera que el asombro de padres y curiosos se prolonga hasta que preguntan: "¿Cómo llegó ahí? ¿Que bebió la madre? ¿Es contagioso?". La madre: "Suelen culpar a la madre, o de displicencia, de concubinato o traición". Ésa era la leyenda que le contaba su abuelo. "Lo cierto es que todos los que nacimos de familia petrolera estamos sucios de hollín", dice.

Su abuelo paterno comenzó su vida laboral muy joven, como mozo dentro de Pemex. Por eso conoció la costa petrolera y en Poza Rica nació su hijo, Francisco Javier, que mucho tiempo después se convertiría en el padre de Gabriel y de Luis.

Por el otro lado, su abuelo materno, fue hijo de un líder sindical y parte de la primera generación de ingenieros del Politécnico. Se casó con la hija del general Calvo, su abuela. Nacionalista y boxeador amateur, también confiaba en que sus nietos nacerían manchados de carbón de tren. Su hija Teresa es la madre de Gabriel y de Luis. A éste lo parió en el Hospital Central Sur de Alta Especialización de Pemex, cuando estaba recién inaugurado en la Picacho-Ajusco, donde trabajaba su padre como médico cirujano y donde, por cierto, no estaba planeado que Luis naciera. El embarazo había sido complicado. "Nací amarillo y me apodaron el Canarito. La verdad es que los anticuerpos de mi madre me atacaron y nací amarillo y no negro, como auguraban mis abuelos".

De entrada, no estaba planeado el temprano arribo del segundo y último hijo de la pareja. Su madre terminaba su especialidad en psiquiatría en el Hospital Español y ya había postergado sus estudios y cambiado de especialidad, de pediatría a psiquiatría por la llegada del primogénito, cinco años antes.

Sus padres, ambos del Politécnico, metieron a los niños a estudiar en una escuela de Legionarios de Cristo, el CEYCA. A diferencia de su hermano, Luis duró ahí toda la primaria, hasta el divorcio de sus padres, que lo descolocaba en ese ambiente. "Nunca entendí la devoción por la religión, por lo estricto que debía de ser el estudio, y lo lejano que me parecía del México de mi familia".

No fue un alumno destacado. Luego pasó por una secundaria muy distinta de la primaria, "humanista y, por qué no decirlo, hippie y poco seria, el INHUMYC. Ahí aprendí casi todo lo que me define hoy: valores, viajes, escritores, conciencia de clase y amigos". Después fue a la prepa del Tec. Un semestre de intercambio en Roma lo fascinó: se introdujo a clases de filosofía política y derecho y decidió estudiar ciencia política.

En el ITAM le ofrecieron una doble titulación con beca, que aceptó sin dudar. Nunca ejerció como internacionalista, pero sí como especialista en políticas públicas de educación.

Carrera prestó servicio social en Presidencia de la Republica en el área de coordinación de asesores durante la administración de Felipe Calderón. "No me arrepiento pero reconozco la carga que eso trae", sostiene. Después tomó un lugar en la Coordinación de Opinión Pública, haciendo encuestas y análisis de programas y aprobación pública. "Nunca fui más infeliz, con el respeto de mis pares. Fue una gran oportunidad, pero fui desgraciado". Más aún que las largas horas de trabajo, padecía viajar "en un barco a la deriva, como parte de un gobierno en el cual no creía". Algo bueno tuvo: pudo recorrer México a lo largo y ancho.

La Universidad de Chicago y el Conacyt le ofrecieron una beca completa con manutención para el programa de maestría en Políticas Públicas. Tenía urgencia por salir del país, "de la espiral de violencia que afectó directamente a mi familia". Entre varios incidentes, el secuestro de su madre fue el más traumático. Él no ha vuelto a México desde entonces.

El CAF-Banco de Desarrollo de América Latina, comprometido con la mejora en la calidad de vida de los latinoamericanos, lo reclutó para su programa de jóvenes ejecutivos. "La fortaleza y la penuria de CAF es que es un banco de desarrollo diferente a otros debido a que nace desde y para América Latina, no desde otras latitudes. La fortaleza consiste en que no hay ningún tipo de imposiciones o políticas públicas sugeridas para apoyar a los gobiernos; la penuria en que la política regional delimita la capacidad de acción oportuna y sanción, como al caso venezolano".

Venezuela, ahí ha vivido Luis Carrera los pasados dos años. "Es donde más he crecido en lo personal y profesional. Aquí he vivido la destrucción total de un Estado, la crueldad desde arriba y la conciencia desde abajo. Para describir estos dos años no me alcanzan las palabras, es una oportunidad única de vivir un periodo histórico en esta nación. He aprendido a hacer mi hogar aquí, hacer mis amigos y mi vida. Estas grandes crisis siempre implican oportunidad y la estoy aprovechando".

A finales de año, dejará ese país para mudarse a Montevideo, con CAF. Lejos del Caribe y sus complejidades seguirá trabajando con el equipo de educación, "la única manera para romper las desigualdades del mundo". La desigualdad, agrega, empieza desde antes de nacer, desde el embarazo, con una madre desnutrida, con estresores, condenada a la pobreza y la violencia. "Si actuamos en ese momento, empezaremos a limpiar de hollín a todos los niños".

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