Mauricio De Maria Y Campos

El gran desafío, construir un futuro común a partir de las coincidencias ciudadanas, no obstante las diferencias y las desigualdades

Las promesas de mayor seguridad, abatimiento de la violencia, justicia, crecimiento económico y bienestar social no se han cumplido.

Tristemente, señalaba Gabriel Zaid en Reforma (29-4-18), tras dos sexenios panistas y el retorno del PRI a Los Pinos, las promesas de mayor seguridad, abatimiento de la violencia, justicia, crecimiento económico y bienestar social no se han cumplido.

Por el contrario, a pesar de algunos avances, la gravedad de los desafíos se ha acentuado en este sexenio como consecuencia de la precarización del empleo, del continuo deterioro del poder adquisitivo del salario, del aumento en la deuda pública (de 37 a 46 por ciento del PIB) para impulsar el gasto corriente –no la inversión (en sus niveles más bajos de las últimas siete décadas como porcentaje del PIB)-, el aumento del precio del dólar (de 13 a 20 pesos cinco años después) y la persistencia de la pobreza y la desigualdad.

La baja efectividad de las soluciones que se han ensayado en las últimas tres décadas exigen hoy una estrategia diferente, que ataque los problemas de raíz.

Como señalé en mi artículo pasado, el Centro Tepoztlán Víctor Urquidi A.C. presentó hace dos semanas en El Colegio de México su 'Informe México Próspero, Equitativo e Incluyente. Construyendo futuros'. Su objetivo es contribuir a la construcción de un México próspero, equitativo e incluyente; los tres, componentes esenciales del desarrollo sostenible.

Identificamos los desafíos que afectan a México hoy, o que pueden incidir en su trayectoria de mediano y largo plazos hacia el desarrollo sostenible, y proponemos políticas y acciones para enfrentarlos. Consideramos que México requiere cambios profundos y las soluciones deben ser resultado de un esfuerzo coordinado del Estado y los diversos actores sociales.

En mi artículo anterior identifiqué diez grandes desafíos y diez líneas prioritarias de acción en materia política y de gobierno, economía, desarrollo social y política exterior. Hoy quisiera ahondar en cuatro de ellas, que son precondiciones y que demandan acciones prioritarias y urgentes del próximo gobierno y énfasis sostenido y compromiso político en los próximos 20, 30 años.

1. Recuperar el Estado de derecho

El Estado de derecho se encuentra en su peor crisis histórica y, de hecho, no rige en varias regiones del país. Un México próspero, equitativo e incluyente requiere la construcción y consolidación de un Estado democrático de derecho, lo cual conlleva el respeto, la promoción, la protección y la defensa de los derechos humanos.

Se precisa reconstruir instituciones, prácticas, reglas y costumbres basadas en el Estado de derecho. Hoy este entramado legal presenta traslapes de responsabilidades, falta de claridad en sus preceptos y no cuenta con los recursos presupuestarios para su implementación. Urge un consenso social y político para revertir esta situación.

2. Un Estado proactivo

Enfrentar los desafíos de la nación requiere recuperar las funciones básicas del Estado; que las realice con oportunidad, transparencia, eficacia y eficiencia; que reconozca problemas y desafíos, y convoque a la sociedad y al mercado a enfrentarlos conjuntamente; que identifique oportunidades y las aproveche en beneficio de la población; que asuma el liderazgo que requiere un Estado promotor del desarrollo en un país de 125 millones de habitantes.

El Estado activo que México necesita debe distanciarse del que titubea frente a las agresiones del exterior; del que es pasivo frente a la inseguridad ciudadana; del reactivo, que va a la zaga de los retos; del que no tiene una estrategia eficaz frente a los problemas de pobreza y de desigualdad; del que no ofrece respuesta a las demandas ciudadanas o, peor aún, responde con cinismo o silencio frente a la corrupción desbordada en todos sus niveles

3. Los derechos humanos en el centro de la acción pública

La situación de los derechos humanos en México es tan grave que hoy se impone lograr su vigencia plena como propósito del desarrollo del país, tal como proponen centros de pensamiento estratégico y organizaciones de la sociedad civil. Centrarse en la dignidad de las personas debería ser el objetivo fundamental de la s políticas de desarrollo, sin subordinaciones entre lo económico, lo social y lo ambiental; más bien, en un marco integrado, multidisciplinario y alineado alrededor de ese empeño en todo el quehacer de lo público.

El rediseño de la institucionalidad y la profesionalidad y honorabilidad de la función pública -y también de la privada- son cruciales.

4. Una visión de país, un proyecto de nación

México no tiene hoy un rumbo de nación que oriente su accionar. Los gobiernos recientes han revelado su falta de visión estratégica y de largo plazo, al seguir sin cuestionamiento un curso de desarrollo dependiente del exterior, vacío de sueños e identidad nacional , derrochador de recursos presupuestales, concentrador de la riqueza y generador de desigualdad económica y social. Todo lo contrario de lo que sucede en los países que están teniendo éxito en su desarrollo en Europa, Asia y otras latitudes.

La ruta ha sido marcada por el continuismo acrítico. Esa no es la imagen del México que todos queremos, construirla debería ser una tarea a emprender de inmediato, con una convocatoria de Estado a la sociedad en todo el territorio nacional, buscando la conciliación de intereses, para acordar un futuro deseable y posible del país, que se convierta en la guía de navegación hacia el desarrollo sostenible.

El dilema es cómo avanzar a partir de los muchos Méxicos que conforman este país, debido a las naturales diferencias de apreciación de los retos que vivimos y sus soluciones, pero también al temor y escepticismo para participar en su superación. La gente no siente que puede controlar su destino político y económico.

La coyuntura electoral nos recalca estas diferencias dentro de nuestros propios hogares y espacios de discusión política. Todos los días somos inundados por mensajes cuestionables y publicidad excesiva, costosa y desorientadora en los medios y en las redes sociales, basada en prejuicios, clichés, insultos y mentiras (fake news) para desacreditar a los candidatos y partidos competidores. Los diagnósticos y las propuestas veraces y concretas difícilmente encuentran su camino.

El gran reto es integrar todas las genuinas narrativas y preocupaciones de la diversidad ideológica, económica, social, étnica, cultural, sexual, generacional, regional, urbana y rural de México y articularlas dentro de un concepto moderno, activo y comprometido de ciudadanía en el que cualquiera -o la gran mayoría cuando menos- se vea reflejada y se sienta con esperanza y confianza en el futuro. Vivimos en México y en el mundo una crisis de legitimidad democrática. Las élites intelectuales, políticas y económicas no captan ni integran la diversidad de la sociedad. Urge superar el desencanto que paraliza nuestro pensar y actuar y nos lleva a resignarnos o a alejarnos del diálogo constructivo.

Tenemos que aprovechar la oportunidad actual -antes y después de las elecciones- para reflexionar, como señala Lorenzo Meyer , "sobre lo que somos y lo que queremos ser" (Reforma 10-5- 18), redescubrir las virtudes del Estado-nación, de la ciudadanía y de la cohesión social y lograr, a partir de las mayores coincidencias posibles (no de lo que nos separa) y de un liderazgo visionario, convergente y eficaz, construir un nuevo proyecto de nación. ¿Será posible? Invito a consultar los textos disponibles en el sitio web del Centro Tepoztlán.

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