Mauricio Jalife

Financiamiento colectivo, un novedoso esquema de crecimiento empresarial

Mauricio Jalife habla de la Ley Fintech y la figura del 'crowfunding' que esta propone.

Algunos seguramente recuerdan aquellos trágicos días de octubre de 1987, cuando la bolsa lideró una crisis económica de grandes alcances, que devastó en sus efectos el patrimonio de miles de inversionistas de todos los niveles económicos. La pretendida apertura democratizadora de la bolsa de valores había auspiciado que grandes sectores de la población, antes marginados de las inversiones bursátiles, se subieran a la ola de la especulación y las potenciales ganancias inmediatas. Al amparo de la publicidad desbocada, personas que nunca habían participado en estos mercados especializados vendieron casa y auto para perseguir el sueño de los ricos.

La novedosa Ley Fintech, de reciente promulgación en nuestro país, aporta como innovación disruptiva en el sector financiero la oportunidad de que amplios sectores de la población, a través de mecanismos ágiles y seguros, puedan incorporarse a la inversión en sectores de nuevas tecnologías, a través de empresas de las conocidas como "start up". Se trata de mecanismos que no serían concebibles sin la utilización de las plataformas digitales que permiten coordinar, direccionar y regular estos esfuerzos colectivos.

La figura del "crowdfunding" persigue un triple beneficio. Por una parte, porque le brinda a nuevas empresas la posibilidad de obtener los recursos necesarios para las etapas iniciales del proyecto, sin tener que lidiar con las pesadas cargas de los acreedores bancarios; para los inversionistas, porque les permite elegir los proyectos con los que simpaticen, e invertir sumas diferenciadas que pueden tener altos retornos; y para el Estado, porque descarga parte de la actividad de fondeo que se espera cumpla con los emprendedores.

De hecho, el financiamiento colectivo representa la modalidad más pura del modelo de una sociedad protagónica, que apoya iniciativas empresariales de sus mejores talentos para generar valor compartible. Si a las nuevas empresas de México les va bien, a todos nos va bien. Claramente, aquí se pueden estar acuñando las nuevas Google, Microsoft o Amazon, que sin ese respaldo quedarían en meros esbozos.

Esta ley, como producto legislativo, merece las mejores calificaciones. No solo porque el proceso ha sido pulcro, plural y abierto, sino particularmente porque es vanguardista y propio. Casi todas nuestras leyes responden normalmente a tendencias internacionales, que como modas derivadas son copiadas tarde y mal. En esta ocasión tenemos una pieza de legislación diseñada por y para México, que tiene un enorme potencial, y que nos pone a la cabeza, por lo pronto, del resto de países de la región.

Parte del reto que deberemos enfrentar en la puesta en práctica de la ley es la de llevar el modelo del financiamiento colectivo hacia otros mercados como el inmobiliario, y el de las empresas consolidadas no bursátiles.

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