Mauricio Jalife

Piratería en redes luce incontrolable

Una de las secuelas de los productos apócrifos o falsificados es el desprestigio que le brindan a la marca por su deficiente calidad y probable daño a quien hace uso de ellos.

El comercio digital, particularmente impulsado por el crecimiento exponencial de las redes sociales, se ha convertido en una opción real y efectiva para promover las ventas de productores de marcas que inician su recorrido hacia el posicionamiento. En esos esfuerzos, plataformas como Amazon, Mercado Libre y Facebook se han convertido en aliados invaluables, pero el mismo tiempo, en peligrosos mecanismos de promoción de competidores desleales.

En el caso de nuestro país, datos de la Cámara Nacional de Productos Cosméticos indican que de los 500 millones de dólares que cada año se trafican de cosméticos y perfumes pirata, un porcentaje de 40% de esa cifra corresponde al comercio en redes digitales; la parte mas preocupante es que el crecimiento de estas conductas cada año se ha incrementado notablemente, sin que los remedios convencionales para detenerlo surtan efecto alguno.

Una de las gravísimas secuelas del comercio de productos falsificados, rellenados y alterados son las reseñas de desprestigio de la marca que los clientes engañados comparten en las redes, y que son visibles a lo largo de muchos meses. Además, las más afectadas están siendo las empresas pymes, que no cuentan con los recursos de investigación y acción legal de las grandes firmas para contrarrestar las imitaciones.

La parte que más preocupa a la industria es la facilidad con la que una identidad en las redes sociales puede ser adquirida o modificada. Al usuario se le solicitan datos menores, sin verificación, que permiten operar en niveles altos de clandestinidad y encubrimiento. Cada vez que las acciones legales se enderezan contra un "perfil", el disfraz se abandona para reaparecer con otra careta que comercia las mismas marcas desde otra ubicación. Lamentablemente, las labores de investigación que deben ser realizadas para reunir elementos para ubicar a los responsables es muy costoso, y en todos los casos es a cargo del interesado. Muchas veces, inclusive, se ubican centros de producción o distribución en el extranjero, poniendo los objetivos de cualquier proceso legal muy lejos del alcance de nuestros rudimentarios sistemas de procuración de justicia.

En todo este proceso, a pesar de que todas las plataformas ofrecen alternativas para denunciar actividades ilegales con marcas falsificadas, las respuestas son de corto alcance. Ni Amazon, ni Twitter, ni Facebook parecen comprometerse en detener las ventas ilegales realizadas a través de sus portales, argumentando la ausencia de responsabilidad en estas transacciones. A pesar de que en diversas jurisdicciones su participación ha sido calificada como "colaborativa de la infracción", siguen abrazando argumentos relacionados a las libertades de expresión y comercio en la red, para mantenerse al margen. Es claro que el enorme poder de estos nuevos monopolios no dejará avanzar fácilmente iniciativas para poner filtros al dinamismo de sus actividades medulares de generación de riqueza. Una prueba fehaciente, el exitoso boicot ejercida por Wikipedia hace un par de semanas para frenar el avance de la legislación europea que pretendía poner candados de derechos de autor al uso de contenidos, así como imponer una regalía a Google por la indexación de noticias.

Por estos motivos, la batalla que está detrás de un delineador que no pinta, o del champú que no hace espuma, tiene todo que ver con el control de los circuitos comerciales que están transformando aceleradamente el comercio minorista en el mundo.

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