Pie de Página

La Ciudad y los peros…

La incipiente administración de Claudia Sheinbaum es continuidad de muchos uniformes, desde Cuauhtémoc Cárdenas hasta Miguel Ángel Mancera, pasando por Rosario Robles, escribe Mauricio Mejía.

Es difícil ponerle camiseta al nuevo gobierno de la Ciudad de México. ¿Izquierda? No del todo, la verdad. ¿Derecha? Tampoco tal. ¿Importa? Menos, aún. La incipiente administración de Claudia Sheinbaum es continuidad de muchas ropas, de muchos uniformes: desde Cuauhtémoc Cárdenas hasta Miguel Ángel Mancera, pasando por Rosario Robles, por el ahora presidente Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard (más otros relevistas de pocas entradas). ¿Qué tienen en común estas maneras de entender el juego político? Una cosa: la supina ignorancia deportiva.

Hace 50 años, en medio del esplendor de la economía, ese espejito del crecimiento que anhela el nuevo jefe del Ejecutivo, México albergó los Juegos Olímpicos de la XIX Olimpiada de la era moderna. Esta ciudad fue capital mundial del deporte. Además del banquete olímpico, el Distrito Federal era casa del baloncesto, del boxeo, del beisbol, del futbol americano, del soccer, de los campeonatos nacionales de natación, clavados, voleibol, waterpolo; de los juegos escolares de la pista y el campo, y las escuelas privadas desarrollaban sus propios certámenes de primera fuerza. Había juego, pues. Entre otras cosas porque había instalaciones, profesores de educación física, entrenadores y muchos, muchos niños y jóvenes.

Durante cinco décadas la capital perdió la Arena Coliseo y con ella al deporte máximo de este país: el boxeo. Los Tigres se fueron del Parque del Seguro Social, que tampoco existe; el Atlante, equipo clásico de la afición urbana, es un susurro lejano del tiempo; los campeonatos nacionales de basquetbol, amateurs y profesionales, se llevan a cabo con más tropezones que encestes y los nacionales acuáticos del IMSS se ahogaron en la alberca del Estado de Bienestar.

Se murieron las instituciones. Y los gobiernos de izquierda (¿de derecha?) ni cuenta se han dado. Ninguna ciudad de la República (la cosa pública) tiene tantas instalaciones deportivas y ninguna tantos jóvenes y niños. A los que tampoco ven los pregoneros del pasado de derechas: han desplazado (por eso tantos obesos y diabéticos) la práctica a la arena del espectáculo: no hay equipos representativos de basquetbol, pero sí NBA; no hay muchachos en la línea de golpeo, pero sí NFL; no hay boxeadores, pero sí transmisiones de los tongos del Canelo. Formas de hacer panza, consumir salchichas, pizza y harta cerveza. Entonces, ¿de izquierda o de derechas?

La disciplina deportiva, que convive, a fuerza, con el otro, se ha limitado a la promoción simple del gym, del mundo fitness, de la bici, del yoga y otras falacias. Los gobiernos elegidos de la capital han eludido su compromiso social con los niños y jóvenes y el vacío lo llenaron el videojuego y la delincuencia organizada.

Cuesta mucho imaginar a la señora Sheinbaum pensando en estas cosas en su malhumorada mesa de trabajo.

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