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¿Y el deporte, señor presidente electo?

Ni López Obrador, ni Claudia Sheinbaum han creído conveniente presentar su plataforma de gobierno en materia deportiva para los próximos seis años, señala Mauricio Mejía.

Hace medio siglo, la Ciudad de México (los Juegos Olímpicos se entregan a las ciudades y no a los países, como sucede con las fases finales de las Copas del Mundo de futbol) se convirtió en la primera de habla hispana en albergar las Magnas Justas. Todavía se pueden ver los escenarios -descuidados, muchos- que sirvieron para realizar las competencias atléticas. Se creyó entonces que la sede dejaría una vocación y una responsabilidad mayor en la práctica deportiva del entonces Distrito Federal y el resto de la República. No fue así. De las nueve medallas obtenidas en México 68, la delegación de Munich 72 -una de las más abultadas de la historia- regresó con una presea y de bronce. Trancazo demoledor. El deporte no dejó huella en los programas políticos de las regencias ni en las presidencias siguientes.

Quien piense que los nuevos gobiernos electos, en la Ciudad y en la República, mejorarán las condiciones del deporte nacional, abusa de ingenuidad. La mayor de las ciudades de habla hispana dejó de ser campeona de la Olimpiada Nacional justo cuando Andrés Manuel López Obrador llegó a la jefatura de gobierno, en el año 2000. A pesar de su descarada afición por el beisbol, al nuevo presidente no le importó la práctica deportiva de los capitalinos. Con Marcelo Ebrard, las cosas no cambiaron. Y menos con Miguel Ángel Mancera. Todos ellos, en su momento, autollamados -sin risas grabadas- políticos de izquierda.

La CDMX es quinta en la Olimpiada Nacional -ese torpe proyecto deportivo que se inició en la administración de Ernesto Zedillo-, atrás de Jalisco, Nuevo León, Baja California y Yucatán, estas dos últimas entidades con mucho menor infraestructura deportiva que la capital del país.

Esta urbe es domicilio de más albercas que toda Hungría; del Estadio Azteca, dos veces sede del Mundial; del Estadio Olímpico de la Ciudad Universitaria, lugar de apertura y clausura de los Olímpicos del 68; de la Sala de Armas de la Magdalena Mixhuca; del gimnasio Juan de la Barrera; de la Alberca Olímpica Francisco Márquez; de una enorme cantidad de deportivos, casas populares y centros de desarrollo para la educación física. Aún así le alcanza para 41 oros en los certámenes nacionales; contra del 153 de Jalisco.

Ni López Obrador, ni Claudia Sheinbaum han creído conveniente presentar su plataforma de gobierno para los próximos seis años. Son fieles a sus espejos diarios. No tienen al deporte entre sus prioridades, como sucedió con los gobiernos priistas y panistas. Si Ana Gabriela Guevara (de Sheinbaum no se sabe nada, nada) será la candidata de López Obrador para dirigir la Conade, el nuevo jefe del Ejecutivo dará a entender que, en efecto, sólo los ingenuos esperarán un cambio radical en las políticas deportivas del gobierno federal y de la Ciudad de México.

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