Fueron demasiadas provocaciones...
Recibió insultos todo el juego...
Lo acosaron...
Lo irritaron...
... y pues sí, reaccionó.
Percibo y leo mas intenciones de justificar a Diego Armando Maradona en lugar de poner las cosas en su justa dimensión.
Se equivocaron todos, y el primero en hacerlo fue él, quien no se guardó nada con Alfonso Sosa.
Maradona busca que se le reconozca como entrenador, dijo que no venía de vacaciones, sino a trabajar, y a decir verdad hizo mucho más de lo que esperábamos con Dorados, equipo que tomó en la zona baja y lo llevó a disputar una final. La verdad, increíble, digno de reconocimiento. Pero con el título de entrenador vienen más implicaciones. Ser el jefe máximo de un proyecto incluye ser ejemplo, líder, y el que todo lo quiere arreglar con golpes y mentadas, lejos está de serlo.
Sabíamos que esto iba a suceder: San Luis, Zacatecas, Mérida... en cualquier parte, era cuestión de tiempo para que Maradona protagonizara un escándalo. Así es y nada en el mundo lo hará cambiar, pero una cosa es conocerlo y otra muy diferente es justificarlo con el mismo argumento.
Fantástico que baile de alegría en la victoria, no así que miente madres y tire golpes en la derrota.
Se equivocó también el aficionado que sigue creyendo que pagar un boleto le otorga el derecho de agredir verbalmente a quien se le antoje. Se sigue equivocando pensando que el estadio es una zona libre de educación, modales y respeto donde se puede hacer y decir cualquier cosa.
Y por supuesto que se equivocó brutalmente la gente responsable de la organización que no tuvo la capacidad de prever que algo así podía pasar... o simple y sencillamente no quiso hacerlo.
La Federación Mexicana no puede bajo ningún concepto juzgar con las consecuencias de lo sucedido: un par de mentadas, empujones y uno que otro golpe, no, tanto Maradona como el club merecen ser sancionados de manera ejemplar.
Y a todo esto, una gran tristeza que el escándalo haya opacado la enorme victoria del Atlético de San Luis y el gran trabajo de Alfonso Sosa.