Raúl Gudiño es un buen portero, un buen prospecto. Sus 22 años y el poco camino recorrido en el máximo circuito lo ubica en esa posición, ni más ni menos.
Estuvo en Europa donde aprovechó para acelerar su proceso de crecimiento personal y deportivo, por alguna razón no logró ser lo que él mismo esperaba. Total que volvió al equipo que lo vio nacer, y ahí está, tratando de abrirse camino en una posición ingrata que olvida pronto las buenas pero que con las malas es capaz de enterrar sueños y anhelos, por lo mismo el equilibrio en las emociones, juicios y opiniones es altamente recomendable.
Lo digo por lo que Gudiño representaba para el futbol mexicano antes del Clásico y lo que motivó después: elogios sin freno, sin sentido y sin análisis; después del penal atajado pasó de perfecto desconocido para muchos, a candidato a la Selección Mexicana… de ese tamaño, y en esa ola se subieron muchos, a eso que hoy se le conoce como el mismísimo tren del mame y que encontró sobrecupo.
Y nos encanta, lo hacemos una y otra vez: basta un partido, un regate o un gol para crear a los siguientes ídolos del futbol mexicano, a los que de inmediato pasan a formar parte de esa repetida, multicitada y "multiestrellada" generación dorada que se crea cada cuatro años.
Nos ilusiona tanto ver a un buen futbolista mexicano que de inmediato le otorgamos un lugar que más allá de que no lo merezca, lo perjudica, lo incomoda, lo presiona y lo convulsiona emocionalmente. Lo hemos hecho una y otra vez sin importar que sea delantero, medio de contención, lateral o portero.
Raúl Gudiño tiene mucho camino por delante, dejémoslo así, que lo recorra con los tiempos adecuados.
Vienen muchas oportunidades para él; tardes de éxito y otras tantas con los tropiezos naturales de la posición. Caerá como caen todos, el desafío para él será levantarse, y para usted, que no reparó en elogios, el desafió estará en encontrar la critica adecuada.