Uso de Razón

El breve triunfo de Juan Díaz de la Torre

Pablo Hiriart analiza la fuerza que tiene Juan Díaz de la Torre por la posición en la que se encuentra siendo el presidente del SNTE.

Juan Díaz de la Torre le ganó la partida a Elba Esther Gordillo y a la CNTE, al lograr un respaldo general en el Congreso Extraordinario del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, para modificar estatutos y asumir la presidencia del sindicato magisterial.

Sin embargo, ese triunfo puede ser pírrico porque el poder de sus adversarios, Elba Esther y la Coordinadora, puede resurgir con fuerza después de las elecciones presidenciales.

Triunfo pírrico porque será de esos que más vale no haber tenido.

Esos tres mil 689 delegados al Congreso que otorgaron el mando del sindicato a Díaz de la Torre, no tendrán empacho en defenestrarlo cuando el posible presidente López Obrador emprenda las gestiones judiciales para cumplirle a Elba Esther Gordillo la revancha que pide a cambio de apoyar al ahora abanderado de Morena.

Los buenos deseos de Juan Díaz de la Torre, anunciados por él para "evitar la tentación de que los dirigentes piensen en asaltar el poder o de creer que el privilegio de representar a los maestros nos lleve a pensar que el SNTE es nuestro patrimonio personal o de familia. Eso no volverá a pasar", serán su epitafio.

Un buen deseo, porque la nubosa realidad presagia tormenta sobre la reforma educativa.

Juan Díaz de la Torre se jugó el pellejo político al apoyar la reforma que quitó privilegios al sindicato, como ascender por méritos sindicales y no académicos, heredar plazas que se podían vender, y tener en sus manos buena parte de la rectoría de la educación pública del país.

Su apuesta no ha terminado, pues la virtual alianza Elba Esther y la CNTE con López Obrador tiene amplias posibilidades de salir victoriosa en la verdadera batalla, que no es la del Congreso extraordinario celebrado en Puerto Vallarta ni en las escaramuzas judiciales que vemos con solicitudes de amparo que ponen en duda la legalidad de la elección de Díaz de la Torre.

La verdadera batalla se va a dar el primero de julio de este año.

Si gana López Obrador, Elba Esther Gordillo volverá por sus fueros para la revancha contra Díaz de la Torre, que está al frente del sindicato magisterial desde la aprehensión de la profesora chiapaneca, ocurrida en febrero de 2013.

La CNTE será la otra ganadora con el triunfo de AMLO y la automática caída de Díaz de la Torre del liderazgo magisterial.

El candidato de Morena ya les prometió echar abajo la reforma educativa y devolverles el control sobre la educación y sobre el dinero que en torno a ella se mueve. El incentivo es enorme, y la CNTE ha correspondido con AMLO, como ha correspondido también Elba Esther Gordillo y su familia.

Ya apareció el movimiento Redes Sociales Progresistas –encabezado por Rafael Ochoa, exsecretario general del SNTE e incondicional a Gordillo– en alrededor de diez estados, para apoyar a López Obrador en la 'ciberbatalla' que se libra con miras a los comicios presidenciales.

Díaz de la Torre tiene un panorama complejísimo ante sí. Y el país también.

El SNTE tiene exactamente un millón 619 mil 990 docentes afiliados. Es el sindicato más numeroso de América Latina.

Si se desestabiliza el SNTE, se desestabiliza a México.

Y desde luego se cae la reforma educativa, que sólo lleva completada la primera etapa de su proyecto: devolver la rectoría de la educación al Estado. Lo demás aún está en construcción.

Lo que se perfila en el horizonte es ominoso para la reforma educativa y para la niñez mexicana: el triunfo de la CNTE y de Elba Esther Gordillo con su candidato presidencial.

Y como daño colateral, en automático, se dará la caída de Juan Díaz de la Torre que tendrá que pagar en tribunales la osadía de haber molestado a Gordillo y colaborar con la reforma educativa.

COLUMNAS ANTERIORES

El narco se presentó con Sheinbaum
El infantilismo de Xóchitl Gálvez

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.