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Nuestro atraso

¿Por qué se abusa del poder? Porque se puede, porque existe un entramado social, económico y narrativo que lo permite, responde Patricia Martin.

Cuando una se aborda el tema de la desigualdad de género, el abuso de poder, he notado que esto genera reacciones muy particulares en mi alrededor: algunas personas se ponen a la defensiva, como si el nombrarlo fuera en sí una forma de abuso de poder. Existen teorías que muestran que la dominación no funciona con una aparente representación de su abuso, sino que le gusta manifestarse como un conflicto entre distintos puntos de vista. Pero esta representación –la de una negociación entre partes iguales– es la forma medular en la que opera el abuso. El abuso aparece simplemente como una opinión, y así puede revertir la situación, al punto que el solo nombrar el abuso de poder puede ser percibido como un 'merecido' llamado al castigo, un rechazo a la negociación, y las víctimas son vistas como personas demandantes, mezquinas, antipáticas.

Pero, ¿por qué se abusa del poder? Simplemente porque se puede, porque existe un entramado social, económico y narrativo que lo permite. La semana pasada, 82 mujeres de la industria de cine se pararon en las escalinatas del Festival de Cannes para darle visibilidad al grave problema de género que opera en dicha industria. Las estadísticas son asesinas, y colocan a esta industria que es responsable de crear las narrativas que normalizan, regulan, y que amedrentan nuestro comportamiento, al nivel de los mineros o los leñadores. En los 71 años de existencia, 82 mujeres directoras han subido las famosas escaleras del festival mientras que mil 645 hombres lo han hecho, y según datos de Kinomatics Projects, sólo 3.0 por ciento de las películas vistas en el mundo han sido dirigidas por mujeres. El movimiento feminista había ganado mucho terreno hasta mediados de los años 90, donde se dio un recrudecimiento de la 'objetivización' del cuerpo, de la normalización de la pornografía y de la sexualización de la mujer. En varios países se crearon movimientos como el de #MeToo que visibilizaron esta problemática, pero en México hemos visto este retroceso ahondarse, pues ni si quiera fueron atendidas o discutidas las denuncias de algunas actrices que integraron un catálogo de prácticas de prostitución por parte de una televisora, o que fueron violadas por directores.

Y si las estadísticas son lamentables para la industria cultural, es mucho peor en otros sectores de la población. Necesitamos activamente la participación del Estado y de los hombres para cambiar esta perspectiva. Cientos de miles de niños están creciendo sin padres debido a los estragos de la guerra contra el narcotráfico o por la migración, debemos de pensar entonces en las instituciones como lugares que nos pertenecen, que nos sirvan. La Secretaria de Educación tiene que establecer programas y protocolos serios respecto a las problemáticas de género, sino nuestro país nunca saldrá de este atraso.

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