Plaza Viva

¿Qué pasará el 2 de julio?

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En días recientes he recorrido buena parte de Jalisco. Por cada región visitada me llevo costumbres, fiestas, platos típicos, rostros, música, pero también me llevo sus dolores específicos que se generan, precisamente, por la enorme diversidad que existe entre los entornos geográficos, sociales y económicos.

Sin embargo en algunos casos, sin importar la latitud o población, los problemas son los mismos. Existen males compartidos que, como mala hierba, se han propagado sin control a lo largo y ancho de nuestro país. La violencia, inseguridad, impunidad, pobreza y corrupción son quizá los más visibles, que significan un dolor constante entre la población, que merman la confianza en sus autoridades, que desincentivan la participación en la política y que rompen la vida en comunidad.

Frente a estos problemas compartidos se esperarían reflexiones profundas, golpes de timón o, en todo caso, una explicación de la búsqueda de continuidad de un proyecto político. Tristemente, lo que hemos presenciado hasta el día de hoy no ha estado a la altura de nuestro país.

Pareciera que 2018 se perfila como una gran campaña sucia, como un choque de trenes de propaganda que nunca habíamos visto. Si antes la batalla panfletaria se daba en la radio y posteriormente en el cine y la televisión, a estos medios tendremos que agregar nuevos campos de batalla en las redes sociales y los servicios de mensajería instantánea que generarán rumores, golpeteo bajo y desinformación.

Las acusaciones de corrupción, injerencia extranjera, enriquecimiento ilícito, falta de proyecto o carácter y los señalamientos por autoritarismo, son lanzados por todos los bandos. Megáfonos enfrentados que, en lugar de llenar de ideas la voz que transmiten, se obstinan en subir el volumen hasta dejarnos sordos. Los programas que se utilizan para el análisis en redes sociales muestran una conclusión irrefutable: cada candidatura a la presidencia es un nodo de interacciones y los perfiles que interactúan con cada una casi nunca lo hacen con simpatizantes de otro nodo. O dicho de otra manera, debatimos poco, muy poco.

Nos hemos convertido en una democracia sorda. El diálogo se debilita en el país y hoy su lugar lo ocupa el insulto y la descalificación. ¿Qué futuro podríamos esperar con estas fuerzas políticas que le apuestan a la estridencia y la polarización?

Hace un par de meses me encontré a Sergio Fajardo en un aeropuerto, lo saludé y aceptó conversar conmigo unos minutos. El profesor de matemáticas que es actualmente candidato a la presidencia de Colombia y que como alcalde de Medellín logró reducir significativamente la inseguridad de dicha ciudad, me compartió algo que me parece fundamental para estos meses venideros. Señaló que así como el odio es una emoción poderosa en la política, también lo pueden ser la calma y la mesura.

No sé si esa mesura y calma vendrán de las distintas candidaturas, pero sí creo que pueden provenir de la sociedad. Procurar calmar los ánimos, discutir con civilidad, hacer debates realmente enriquecedores y dejar de prestarle atención a las guerras sucias y al ruido suena a un enorme reto, pero es fundamental. El 2 de julio, el día después de la elección, debe haber país.

Twitter: @pkumamoto

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