La Fiesta Está Viva

David vs. Goliat

El toro es el animal más bello de esta tierra, no sólo morfológicamente, sino que encierra el maravilloso misterio de la bravura, escribe Rafael Cué.

La entrega del día de hoy la tenía pensada como una respuesta a la absurda propuesta (otra vez) del impresentable Partido Verde y todos sus inestables miembros, representados por la total falta de cultura, conocimiento y sensatez, de dos de sus bochornosos integrantes; qué vergüenza, como mexicanos, que este tipo de personas crean representarnos. Jesús Sesma y Alessandra Rojo de la Vega, encabezan una propuesta prohibicionista a una cultura arraigada en nuestro país desde hace más de 450 años. Ellos no representan a los mexicanos, están ahí por un sistema maleado, el famoso plurinominal, desprecian nuestra cultura, su arrogancia y clasismo son un insulto a nuestra sociedad, pero de ellos y de esta aberrante propuesta me encargaré muy pronto, ya que el toreo me obliga a escribir de su grandeza y no de la miseria de algunos diputados por los que nadie votó, a nadie representan y quieren sus tres minutos de fama.

El toro es el animal más bello de esta tierra, no sólo morfológicamente, sino que encierra el maravilloso misterio de la bravura, componente capaz de ser colaborador, protagonista y cómplice en la creación de la emoción única e irrepetible del arte del toreo. Además el toro es capaz de hacer justicia donde el hombre, por su mezquina hambre de poder, no obra con los mismos valores con los que la tauromaquia ha sido capaz de sobrevivir más de seis siglos dentro de la sociedad.

Me explico: Diego Uridales es uno de los buenos toreros de nuestro tiempo; nacido en Arnedo, provincia de La Rioja, con 17 años de alternativa, ha logrado siempre mantener su propio estilo, concepto y valores sobre el toreo y sobre cómo ser torero; no ha sucumbido a presiones, ha sido capaz de decir "no", sabiendo las consecuencias, para ejemplo esta temporada 2018, donde ha toreado sólo cinco tardes, dos de ellas en las plazas del toro más serio: Bilbao y Madrid, y en ambos casos ha cortado tres orejas por tarde, dando verdaderas cátedras de tauromaquia, con la aplastante naturalidad de los toreros tocados por la mano de Dios.

Torero de toreros, hombre inquebrantable en su voluntad, ánimo y carácter, ha confiado en que el toro, animal al que ha entregado su vida, no le daría la espalda como lo han hecho los empresarios.

Cuando el toro brinda la oportunidad de triunfo, a la vez exige el máximo de cada torero, y para lograr eso y poder comunicar con la yema de los dedos todo el coraje, la frustración y la rabia de la injusticia, atemperando la embestida de un toro, se necesita mucho, mucho valor y una paz interior más allá de lo comprensible para los mortales.

Última de la Feria de Otoño en Madrid, la plaza de Las Ventas es sin duda la que da y quita en el mundo de los toros, la más importante. Toros de Fuente Ymbro, encaste Domecq que con los años ha tomado personalidad propia. Toros muy serios, un hierro que nunca navega en el toro insulso, mediocre y soso. Salen buenos y malos, bravos y mansos, pero siempre dicen algo, siempre son capaces de conectar con el público por la vía de la casta, la raza y la emoción de un toro que embiste ya sea para defenderse —genio— o para comerse la muleta —bravura en su mejor concepto—.

Urdiales tuvo los dos casos. El primero con genio, embistiendo a oleadas y con muchas complicaciones; a ese le plantó cara, le pudo con torería, le mató dando el pecho y le cortó una oreja.

El segundo toro tenía un trapío impresionante, 589 kilos, alto, musculoso y encastado hasta decir basta. Embestidas de un poder intimidante, con dos pitones de gloria o muerte. Urdiales, siempre dándole el pecho, puso temple a la violencia, ritmo a la velocidad y arte al poder de la naturaleza. "Hurón", de Fuente Ymbro, hizo honor a la bravura. Brotó la nobleza y el agradecimiento a su raza que existe por y para el toreo. El hilo conductor con el público fue directo: lágrimas, euforia y éxtasis de sentir lo inexplicable, de compartir la gloria de un hombre y su equipo, que viven bajo los valores más puros de la tauromaquia y a los que el toro les ha hecho justicia, falta que las personas —empresarios— lo hagan.

Gracias, maestro Urdiales, por recordarnos la grandeza del toreo.

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