Apuntes Globales

Atrás de la violencia

Rafael Fernández de Castro escribe que es muy conveniente para la clase política de AL y en especial la mexicana insistir en que la violencia la causa la demanda de drogas de EU.

En el último año del sexenio de Fox me preguntaron en una entrevista radiofónica si México podía colombianizarse. Especulé que sí. No había pasado una hora de la entrevista cuando un alto funcionario del gobierno me llamó para decirme que era un irresponsable –a quién podía ocurrírsele que nuestro país llegara a los niveles de violencia del país sudamericano.

Según los datos del INEGI, en 2017 con 31 mil 174 homicidios, México tiene una tasa de asesinatos de 25 por cada cien mil habitantes superior a la colombiana de 22.1 por cada cien mil habitantes.

Lo primero que habría que tomar en cuenta cuando pensamos en la crisis de violencia que azota a nuestro país es que es un problema latinoamericano. Según el Instituto Igarape de Brasil (tiene una base de datos excepcional), América Latina y el Caribe representan un 8% de la población mundial y concentra el 33% de los homicidios del mundo. Esto me permite señalar que nuestra región enfrenta otra vez un gran cuello de botella para su bienestar. En los 1970s era la deuda externa que afectaba a una docena de nuestros países. En esta década es la violencia.

México está en el lugar número seis de América Latina en cuanto a homicidios. El más violento es El Salvador, 60.1 homicidios por cien mil habitantes, le sigue Venezuela 53.7, Honduras 43. 6, Brasil 27.8 y Guatemala 26. Dentro de los datos que destaca la organización Igarepe está que 14 de los 20 países más violentos del mundo están en América Latina y el Caribe. El 85% de las víctimas son hombres y de éstas prácticamente la mitad son jóvenes entre los 15 y 29 años de edad.

¿Qué sabemos de la violencia; qué la causa?

No es únicamente el narcotráfico. Es muy conveniente para la clase política de América Latina y en especial la mexicana insistir en que la fuente de todos nuestros males está en la demanda de drogas de los estadounidenses. Ojalá ese fuera el problema.

El origen es multidimensional. Como coordinador del Informe de desarrollo humano del Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD) 2013-2014, tuve oportunidad de analizar el tema con decenas de analistas y expertos regionales y llegué a la conclusión de que lo específico de América Latina y que, aplica para el caso de nuestro país, es la falta de capacidades del Estado. Tenemos una cadena de justicia débil y en algunos aspectos críticamente endeble –policía, ministerios públicos, jueces y cárceles. Si sumamos a nuestras instituciones débiles de procuración de justicia y una alta corrupción gubernamental, entenderemos que estamos nadando en un océano de impunidad. De acuerdo con un reportaje reciente publicado por Animal Político realizado con datos del INEGI, en México 95% de los homicidios quedan en la impunidad. Por tocar un aspecto de la cadena de justicia, las prisiones. Resulta que prácticamente todos los países de nuestra región tienes sus cárceles sobrepobladas. La estudiosa del CIESAS, Elena Azaola, explica esta crisis de sobrepoblación a través de cuatro factores: endurecimiento de las penas, incremento de delitos considerados graves, lentitud de los procesos judiciales y abuzo de prisión preventiva. En México, según la estudiosa, poco más de la mitad de los presos no han sido sentenciados. En Bolivia, el más alto de América Latina, supera el 80%.

La estructura socioeconómica es otro elemento que explica la violencia. Hay pobreza en América Latina, pero sobre todo hay desigualdad. Y está comprobado que esto último tiene incidencia en la violencia. En el boom económico que experimentó América Latina entre 2004-2014, con tasas de crecimiento promedio arriba del 4% anual, 70 millones salieron de la pobreza, pero entraron en una clase media frágil que no se ha consolidado. Más aún, el crecimiento de empleos aunque real, fue sin calidad.

Marcelo Bergman, estudioso argentino de la violencia y gran conocedor de México, me explica que otro elemento para entender la violencia son los llamados facilitadores: drogas, armas y alcohol. El problema con las drogas no está en su consumo. Es la lucha intestina entre las organizaciones criminales y en cómo el Estado enfrenta el narcotráfico donde se generan altos niveles de violencia. Pensemos en el sexenio de Felipe Calderón o bien en las políticas de mano dura en Centroamérica. Según la Oficina contra las drogas y el delito de la ONU, en América es donde los homicidios se cometen mayormente con armas de fuego. Y finalmente, la droga legal, el alcohol, es el enervante por excelencia en aquéllos que cometieron un crimen. En encuestas de presos en la región, de quienes estaban bajo la influencia de algún enervante cuando cometieron el delito que los llevó a prisión, cerca del 75% dijo haber consumido alcohol.

Finalmente, el crecimiento urbano acelerado está a la base de anomia social y violencia. Por ejemplo, en los grandes momentos de crecimiento tanto de Ciudad Juárez como en Tijuana, o bien San Pedro Sula en Honduras, no hay manera de contener el delito; no hay servicios incluyendo el de la seguridad pública. Alfonso Durazo y el equipo de AMLO que están preparando la estrategia de seguridad no debe mirar a Israel o Nueva York por respuestas. El modelo para México está en nuestra propia región. Brasil, Colombia y El Salvador tienen muchas lecciones para México.

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