Apuntes Globales

Circo en el Senado

Rafael Fernández de Castro escribe que lo más preocupante de la audiencia a Kavanaugh es que evidenció que no hay terreno común para que la clase política de EU llegue a consensos.

Los testimonios en el Senado de la doctora Christine Blasey Ford y el nominado para la Suprema Corte de Justicia, el juez Brett Kavanaugh, evidencian la profunda división que experimenta Estados Unidos. Para los demócratas la parte acusadora, la profesora Ford, es una víctima de acoso sexual con enorme valor cívico, ejemplo no sólo para sus alumnos sino para la nación entera. Para los republicanos, el testimonio de Ford no es más que una charada política para descarrilar un proceso de nominación al máximo tribunal de juez ejemplar, Kavanaugh.

El Comité Judicial del Senado fue la instancia encargada de convocar a una audiencia a la acusadora y al nominado. El Comité se compone de 11 republicanos, todos varones y 10 demócratas, grupo con cuatro mujeres. Los republicanos que tienen mayoría y, por tanto, presiden el Comité nunca han tenido una mujer participando en esa importante instancia legislativa. Por eso tomaron la decisión de contratar a una fiscal profesional para que realizara las preguntas a quien acusaba.

El momento político no podía ser más grave. Trump nominó en julio pasado a Kavanaugh ante el anuncio de retiro del juez Anthony Kennedy. La nominación fue un gran aliento para el Partido Republicano y le permitió a Trump cerrar filas después del escándalo que había provocado la separación de niños migrantes de sus padres. Para la base republicana más conservadora y disciplinada, los evangélicos, la promesa de campaña más importante de Trump es la nominación de jueces antiaborto a la Suprema Corte. De manera que están fascinados y entusiasmados con la nominación de un juez tan conservador como Kavanaugh.

Por su parte, los demócratas están tratando de impedir que Kavanaugh sea ratificado antes de la elección de noviembre, de manera que la Suprema Corte tenga una mayoría de cinco conservadores contra cuatro jueces liberales. Tienen un objetivo doble: primero, no darle un triunfo más a Trump antes de la elección de medio término y segundo, de llegar a obtener la mayoría en el Senado en la elección, entonces sí tendrán los votos para frenar en definitiva la nominación del juez conservador.

La ceremonia en la Casa Blanca en que se anunció la nominación de Kavanaugh el pasado 9 de julio fue todo un evento político con la mira puesta en la elección. En su discurso de aceptación, Kavanaugh se presentó como un joven muy esforzado, hijo de una maestra de primaria e insistió mucho en su interés en promover los derechos de la mujer.

Inesperadamente, cuando el proceso de ratificación en el Senado de la nominación de Kavanaugh iba viento en popa, se dieron a conocer el testimonio de Ford –el nominado trató de violarme cuando tenía 15 años en una fiesta de jóvenes preparatorianos.

El diario de Washington Post publicó una entrevista con Ford hace una semana que causó un gran revuelo político. Parecía increíble que el nominado para la Suprema Corte, quien se presentaba como un padre muy cercano a sus dos hijas y católico devoto, tuviese una acusación de abusador sexual, así fuese en su edad adolecente. Más aún, en la semana, otras dos mujeres también salieron a acusar a Kavanaugh de acoso sexual.

La esperada audiencia arrancó con el testimonio de Ford. "No estoy aquí por gusto. Estoy aterrada. Estoy aquí porque considero es mi obligación cívica compartirles lo que me sucedió." Explicó que el intento de violación le afectó en sus años de formación, detallando cómo al empezar la universidad tuvo problema para relacionarse con los varones y para concentrarse en sus clases. También confió detalles de cómo ha sido incluso amenazada de muerte desde que decidió acusar al nominado.

Una hora después testificó el juez. A la Trump, contratacó y negó todo. Acusó a los demócratas de buscar una revancha política por el trabajo que él había realizado como asistente del fiscal especial que llevó a Bill Clinton al juicio de desafuero en 1997. Mostró sus calendarios de preparatoriano (que aún conserva) para evidenciar que quien lo acusaba estaba en un error. Y varias veces se refirió a sus dos hijas y su padre.

En lo personal me pareció que Kavanaugh es brillante y arrogante, que hace su trabajo con precisión, pero que es un estadounidense blanco privilegiado que está acostumbrado a siempre salirse con la suya.

La semana de acusaciones y contra-acusaciones ha revelado que, en ciertas escuelas de jóvenes ricos y privilegiados, como a las que asistieron Ford y Kavanaugh, había y sigue habiendo un machismo acendrado. Y que todo indica que para los jóvenes blancos y ricos siempre hay manera de salirse con la suya.

No obstante Estados Unidos está experimentando el movimiento #YoTambién, que está empoderando a las mujeres y logrando que depredadores sexuales sean expuestos y despedidos, la audiencia de Ford y Kavanaugh también demuestra que el machismo sigue firme en Estados Unidos y que aún queda mucho terreno por recorrer para que se reconozca y se haga justicia a las víctimas de acoso sexual.

Este es un tema de enorme importancia personal para Trump, quien tiene graves acusaciones de acoso sexual. Para él y sus correligionarios es de enorme importancia que Kavanaugh sea confirmado y que la acusación de Ford quede en la historia de una mujer con problemas y desorientada que decidió acusar a un hombre blanco, conservador y de la élite del vecino país.

Lo más preocupante de la audiencia es que evidenció que no hay el más mínimo terreno común para que la clase política del país vecino llegue a consensos tan necesarios para los procesos democráticos. Los demócratas felicitaron a la doctora Ford por su valentía e insistieron en que se trata de llegar a la verdad, por lo que se requeriría una investigación extensiva por el FBI. Los republicanos, para no variar, cerraron filas y corearon la que Trump ha repetido toda la semana –no es más que una charada política para evitar que el senado confirme a su nominado.

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