Otros Ángulos

El terremoto que viene

Lo que bien podríamos llamar una crisis es el reino de la confusión que se ha creado en este tiempo por parte de la nueva administración.

Todos recordamos al vendedor de camellos que a voz en cuello decía en el mercado que los suyos bailaban, cantaban y hablaban varios idiomas, especialmente suajili y esperanto. Siempre tenía éxito.

En Tepic, la voz que ocho días antes reconocía recibir un país económicamente estable, ahora nos ensordecía, megáfono en mano, al gritar que vivimos al borde del abismo.

"México en crisis; no ha crecido en los últimos 30 años".

No es cierto. Las cifras de crecimiento en todos los sentidos son verificables, incluso las negativas que abarcan violencia, criminalidad e impunidad en los castigos.

El nuestro no es el paraíso, aunque tampoco está en estado crítico.

Si bien la pobreza está presente en el sur, no tenemos la miseria de Burundi, Liberia, Malawi, Mozambique, Guinea Bissau o la evidente bancarrota de Venezuela, donde no hay ni alimentos ni medicinas que la población reclama a la dictadura de Maduro. Y cuando puede, se fuga.

Es terriblemente cierto que algunas de nuestras lacras se amontonan en colinas de cráneos o se hunden en fosas clandestinas. Incluso llegamos a la grotesca escena de ciencia ficción en la que cientos de cadáveres forman cargamentos itinerantes, contenidos y apiñados en camiones semirefrigerados.

Al menos 80 asesinatos en promedio se cometen cada día. Ahí sí estamos terriblemente mal, pero si el candidato ganador estuvo en campaña durante 17 años, seguramente ya tiene una estrategia remediadora que bien haría en compartir con las autoridades salientes, no para exonerarlas de su responsabilidad sino para evitar más muertes y desaparecidos.

Señala el nuevo presidente que si las cosas no salen bien se debería a dos factores: lo que ocurra allá afuera en lo internacional y lo que pase aquí adentro con el Banco de México. Afuera es un erizo y adentro el Banco Central tiene como meta evitar que la inflación esté sin control, de este modo contribuye a frenar estados críticos pero no se ve cómo pueda crearlos. O AMLO ignora la tarea de este organismo o la conoce y trata de desacreditarlo dado que su gobernador ha dejado ver que no se entiende con Carlos Urzúa, el próximo secretario de Hacienda.

A lo que bien podríamos llamar una crisis, es al reino de la confusión que ha creado el interregno al que la nueva administración nos somete: el aeropuerto de Texcoco versus el de Santa Lucía; el Tren Maya de mil quinientos kilómetros que no sabemos qué va a cargar y si el turismo será suficiente y, sobre todo, cuánto va a costar.

El tren CDMX-Toluca de 57 kms lleva cuatro años en terreno plano, salvo la perforación de los bitúneles, y es un tren ligero sólo de pasajeros; la refinería de Tabasco que deja de lado las nuevas energías solar, eólica, mareomotriz e incluso nuclear; la derogación de las reformas educativa y energética; la dispersión por todo el territorio de las diferentes secretarías y organismos; poner de rodillas al TEPJF para eliminar la multa a Morena y reponer nueva elección en Puebla; la amnistía a los crimínales; el episodio del gobernador chiapaneco que es senador pero sigue gobernando y regresará al Senado; la venta del avión que no tenía ni Obama, aunque el de México costó once veces menos y tiene mucho menos equipo; la enorme suma que se regalará a los "ninis"; las consultas populares; crear 100 universidades, y un sinfín de petardos diarios con que se nos bloquea el entendimiento.

En cuanto a deudas nacional y extranjera, países con cargas muy superiores a la nuestra: en primerísimo lugar Estados Unidos, luego Japón, sigue China. Con deuda exorbitante está Grecia y muy preocupante Turquía, Francia e Irlanda. Ninguno de sus dirigentes dice que se encuentran en bancarrota y, al revés, tratan de vender bien el camello.

Oportuno citar a Jean d'Ormesson: "La ineptocracia es el sistema de gobierno en el que los menos preparados son elegidos por los más incapaces para producir y procurarse su sustento. Los gobernados son retribuidos con bienes y sustentos pagados con los impuestos que imponen a quienes trabajan. Sabemos que esas teorías ya han fracasado".

Las tormentas y sismos que hemos padecido, nos indican que algo muy semejante a un terremoto es lo que se avecina.

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