Otros Ángulos

¿Hasta dónde, cuál es el límite?

No importa el medio que utilicemos, se verá y escuchará de asaltos, automovilistas bajados de sus vehículos, casas saqueadas, joyerías atracadas y los clásicos levantones, todo ante la indiferencia de las autoridades.

Hubo un tiempo en que los diarios, revistas y medios electrónicos tenían una plana "roja"; ahí se volcaban las notas sobre crímenes, asaltos y todo tipo de ilícitos. En la actualidad los medios de comunicación, impresos o de cualquier orden, todos, se han convertido en medios rojos pues las notas principales, las invariables y constantes, abordan la variedad casi infinita en la forma en que se cometen atracos, asesinatos, fraudes, extorsiones, robos, mutilaciones y toda suerte de delitos.

La última Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE), [el que exista un organismo que haga un recuento de delitos a nivel nacional, ¡resulta increíble!], nos dice que sólo en el último año, en 2017, se registraron 25.4 millones de víctimas de delitos. Repito la cifra: 25.4 millones de diversos tipos de ilícitos. Por supuesto, faltan todos aquellos que no se registran debido a que la gente responde: "No sirve de nada; no quiero perder el tiempo; no tengo confianza en las autoridades", etcétera.

Nueve estados de la República indican que sus morgues o espacios para cadáveres están saturados, y doce entidades declaran que sus reclusorios ya no son suficientes para albergar más delincuentes. De ahí el hecho de que en Jalisco hayan recurrido a depositar, amontonar, centenares de muertos en tráileres refrigerados. En otras latitudes, Veracruz, han preferido las fosas comunes. ¿Quiénes las hacen, los miembros de los cárteles o las autoridades que se ven desbordadas?

No importa el diario, la revista o la emisora que se sintonice; ahí se verá y escuchará que ese y cualquier día se asaltó un restaurante y se desvalijó a los comensales, diversos automovilistas fueron bajados de sus vehículos, seis o siete casas fueron saqueadas, un par de joyerías atracadas y, por supuesto, se dieron los clásicos levantones que no son otra cosa que secuestros de personas por las que se va a exigir el pago de diversas sumas. A esto hay que añadir la indiferencia con que los agentes del Ministerio Público ven todas las denuncias que presentan los familiares y amigos de las víctimas. ¡Ya están cansados de lo mismo! Así lo han declarado en Guanajuato, Sinaloa y Guerrero. En este último estado se encuentra la ciudad que en diversas escalas internacionales es la más peligrosa del mundo, la que supera a San Pedro Sula, Cape Town, Manaus, Durban. Es nada menos que ¡Acapulco! Ya es imposible pasear tranquilamente en la costera Miguel Alemán o ir a ver los clavados a La Quebrada. Incluso deambular por los barrios caros o sentarse a comer en cualquier fonda o restaurante. Las playas son patrulladas por policías o grupos de guardias privados.

Lo asombroso es que el turismo nacional y extranjero no ha disminuido, sino aumentado hasta convertirlo en el octavo país más visitado.

Así, de asombro en asombro, es el camino por el que transita nuestro país manchado de sangre y de escepticismo. Digo lo último porque el partido victorioso, Morena, tomó como bandera sustantiva lo que sería la esperanza del próximo sexenio. Hasta el momento, la idea de un país armónico y hasta amoroso inducido por una constitución moral, no aparece por ninguna parte. Al revés, se ha reculado en la estrategia de regresar a los militares a sus cuarteles, ya que la violencia delictiva va en aumento hasta el punto de que es la propia sociedad la que ha tenido que defenderse, ya que el gobierno, cuya razón de ser es proteger la vida y las pertenencias del pueblo, ha sido ampliamente superado. Por todas partes se ven rejas, cámaras de seguridad, guardias privados, portones automáticos, señales satelitales y vecinos que se organizan para autodefenderse. Véase el número creciente de linchamientos en diferentes lugares en los que es común ver letreros de los lugareños advirtiendo a ladrones que, de ser atrapados, no se les llevará ante las autoridades, sino que irán a la picota. En otras palabras, el descrédito de la autoridad es tal que se opta por hacer justicia por propia mano. Una evidente degradación civilizatoria.

El legado de sangre y delincuencia del gobierno saliente nubla y desdibuja todo para dejarnos viviendo en un país que no merece una inseguridad que parece no tener límites.

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