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¿Por qué continúa y crece la violencia criminal?

Algunos hombres creen, que una sociedad se gobierna desde la cumbre, otros piensan que una sociedad sólo se mueve desde abajo, y cada uno quiere tener parte de su responsabilidad.

El INEGI, uno de los pocos organismos que goza de autonomía y credibilidad, nos vuelve a amargar la vida. Esta misma semana nos dice que los homicidios registrados y comprobados, en tiempos de paz, llegaron en 2017 a la cifra más alta que se ha dado en el país en toda su historia.

Fueron 31 mil 174, más que los 25 mil 716 marines muertos en la guerra de Vietnam que tanto estupor causó en Norteamérica. También supera esa cifra a los aniquilados en Irak durante las primeras siete semanas del bombardeo que sufrieron por aviones y cañoneo de los yanquis.

La cifra que nos brinda el INEGI supera los 27 mil 213 crímenes de 2016, y la tendencia de este año pudiera ser mayor a la del año pasado.

En términos estadísticos hay una bala o un puñal esperándonos a la vuelta de la esquina. Nos pueden asesinar por quitarnos la cartera, robarnos el auto, vaciar la caja del negocio, despojarnos del celular o por encontrarnos en el cruce de dos o más bandas que se baten por un territorio que quieren esquilmar y controlar.

¿Cómo hemos llegado a esto? El hoy difunto Rafael Ruiz Harrell elaboró un diagnóstico a partir de datos oficiales y de investigadores particulares para concluir que los muy diversos factores se reunían en dos elementos torales. El primero se da en el contraste que trae consigo la desigualdad económica entre las diversas capas sociales y, el segundo, por la falta de castigo a quien roba o asesina. A esto se pueden agregar añadidos básicos: cuerpos policiales corruptos o ineficaces. Falta de formación, armamento, malos salarios, incompetencia masiva y ausencia de estímulos. No sólo eso, el enorme atractivo que representan las fortunas de los malvivientes, que principalmente pervierten y jalan a ministerios públicos, jueces y también a magistrados, legisladores y todo tipo de autoridades. Entre estos últimos están los gobernadores, quienes sin asomo de vergüenza señalan que los delitos son federales y a ellos no les corresponde mover el meñique. Con todo esto, la parte honorable, dedicada a realizar su trabajo, se encuentra en condiciones precarias y sin motivación adecuada.

A este panorama hay que agregar, y de modo prioritario, lo que ante el escandaloso tuit de Trump, en el que apunta por qué se debe erigir el muro y sellar la frontera, el secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida, le contestó. Dijo que para que disminuyan los crímenes, las autoridades yanquis deben evitar que no entren dinero y armas a México. Textualmente afirmó: "La principal fuente de abastecimiento de violencia en el país son armas ilegales que han entrado a nuestro país y dinero para hacer valer y dar poder corruptor a organizaciones criminales".

Ante la violenta avalancha que tiene más de un decenio sobre nosotros, el último valladar han sido las fuerzas militares, que en no pocos casos han sido emboscados y masacrados como una respuesta enérgica de poder al que no se logra sujetar y, lo que es peor, disminuir. Han sido muchos los capos atrapados, procesados y condenados. Incluso expulsados, extraditados fuera del país, donde también cometieron faltas y atrocidades. De nada ha servido. Ahí están los resultados, cada año la cifra de sangre es mayor y más temible ya que los grandes capos se vuelven ejemplares y son glorificados en canciones, corridos, telenovelas, libros y películas.

Montaigne (1533-1592) afirmaba que la paz interna de un territorio se consigue con el cumplimiento de las leyes, y no porque sean justas sino porque son leyes, que son el fundamento de la autoridad. Añadía que eso no basta para hacer el derecho, pues esto se consigue con el empeño de la justicia. Nosotros tenemos leyes que ahí en el papel son magníficas, ejemplares, pero no basta con decir que la violencia encuentra su fuente en las injusticias sociales para que disminuya. Necesitamos que los culpables sean castigados y que el Estado dé prueba de su autoridad.

Algunos hombres creen, de buena fe, que una sociedad se gobierna desde la cumbre, y otros piensan que una sociedad sólo se mueve desde abajo porque cada quien quiere tener parte de su responsabilidad. Nosotros nos encontramos atorados buscando la solución que no llega.

Mientras tanto, el crimen avanza y se recrudece. ¿Hasta dónde?

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