Otros Ángulos

Señales positivas y enigmas por descubrir

AMLO gana y aún no sabemos el alcance de sus consecuencias, pero nos percatamos de la severidad del castigo a los partidos políticos.

En verdad, como muchísimos otros, no esperaba ver cinco meses y medio antes del cambio de gobierno una fotografía de Enrique Peña estrechando la mano de López Obrador, ¡y en Palacio Nacional! Estaba seguro de algo: es muy, pero muy difícil que un presidente, con el poder que acumula, pueda perder una elección y más cuando este acontecimiento es trascendente para su partido, para la culminación de su proyecto y para sí mismo. Lo que dirá la historia.

Tampoco esperaba que se repitiera el fenómeno de elecciones donde un partido, al ganar en forma rotunda y avasalladora, se vuelva hegemónico, como en tiempos de Luis Echeverría y especialmente de José López Portillo, quien llegó al exceso de ser candidato único y tener más de 90 por ciento de la votación nacional, y con ello dominar gubernaturas y Congreso. De veras, nadie pensó que tal cosa volviera a ocurrir.

Sobre todo cuando el candidato ganador, arrasador, no es especialmente brillante ni dominador de cualquier tema. El vencedor se lució durante tres lustros como un hombre limitado, desconocedor de asuntos internacionales, ajeno a los laberintos de la economía, rico en ejercer un lenguaje lleno de calificativos y, en no pocos temas, dar la impresión de un radicalismo con tintes que provocaban temor en diversas franjas de la sociedad. ¿Cómo es que ganó frente a una maquinaria comandada por un piloto que se autonombraba como conocedor y experto en ganar elecciones?

Han sido numerosos los analistas que en los últimos días se han aplicado a elaborar sesudos textos en los que sobresalen algunos aspectos torales. No aburriré repitiéndolos, sólo mencionaré los que considero sustantivos: una violencia sin límites acompañada de una cínica impunidad derivada de corruptelas propias de cuentos y leyendas de terror. La permisividad de una cadena de abusos que ha corrido de costa a costa, bañada por una lluvia de ineficacia y coronada por la frivolidad. ¿Se quiere más? Hubo más. Sorprender con aumentos al precio de los carburantes y tratar de explicar el suceso posteriormente, cuando la herida ya estaba hecha y sangrando. Otro golpe al rostro de la dignidad social: invitar al candidato yanqui que tanto nos ha humillado como si fuera el portador de la prosperidad y del honor.

Finalmente, aun cuando el recuento pudiera ser enorme, el alejamiento que se tuvo con dos elementos claves: la distancia con la gente, y esto incluye lo mismo a empresarios, concesionarios de medios, periodistas, científicos, clasemedieros, gente humilde, y con un elemento formador y significativo: la cultura. Fueron años grisáceos en un país de colores, narradores, músicos, creadores. Estos se refugiaron con éxito en el extranjero, la prueba está con nuestros cineastas en Estados Unidos y Europa.

AMLO gana y al hacerlo en la dimensión que apenas comenzamos a ver, sin saber todavía el alcance de sus consecuencias, nos percatamos de la severidad del castigo a los partidos políticos, especialmente al PAN y en subrayado al PRI. Y aquí vienen los enigmas. Al saberse ganador, en él se ha dado una especie de mutación cromosómica. A partir de su discurso en el estadio Azteca cambió el lenguaje y lo más importante, los conceptos. Ya no más la proyección de un iluminado, ahora nos ofrece el verbo de un hombre de Estado: responsabilidad, certezas, confianza, acotaciones a promesas y dichos. Un cambio notable aunque falten piezas decisivas, como no mencionar nunca el peligro del cambio climático ni tocar la orientación a las nuevas formas de energías que suplirán refinerías de combustibles: la eólica, solar, maremotriz, nuclear. Por supuesto, la reforma educativa requiere mejorarla, ¿pero echarla abajo?

¿Con quienes hacer esa transformación? Está rodeado de gente conocedora en alguna materia, pero también de impresentables y oportunistas venidos de profundos intereses personales y de grupúsculos purulentos. No es fácil tener colaboradores que sean verdaderos profesionales, honestos y eficientes. Tampoco es claro ubicar en ese enjambre a los leales y a los que participan de un proyecto común.

El futuro está aquí sin que nadie se interponga, sólo AMLO en su propia transformación. Ya no es un luchador social, ahora es un hombre que de la esperanza debe hacer una realidad.

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