Rosario Guerra

Mensaje Político: Racionalidad y Emotividad

La columnista analiza el discurso e ideas de AMLO, quien, asegura, construye su mensaje político aprovechando el rechazo a la corrupción y la impunidad.

La política moderna es mediática. A través de medios de comunicación y redes sociales, partidos y candidatos se posicionan, es decir, se instalan en la mente, la emoción y el imaginario de los ciudadanos. El discurso es el fundamento racional, emocional, cultural e incluso espiritual del mensaje político que va de la razón a la emoción con argumentos. Lo racional mantiene a flote el mensaje pero es lo emocional lo que inclina la preferencia en alguna dirección. Se busca seducir, despertar la emoción utilizando las tendencias para motivar el voto. Debe ser creíble, lo que no implica sea cierto.

Un análisis de promesas de campaña concluye que muchas son en realidad imposibles de concretar. Sin embargo el mensaje político busca convencer y argumenta para seducir. Es el rechazo a la corrupción y la impunidad una de las tendencias instaladas en la opinión pública, por lo cual el mensaje político se ubica en este rubro. AMLO es quien mejor aprovecha este nicho. Todas sus propuestas apelan a ese sentimiento de indignación.

Así construye su discurso. Es absolutamente falso que el avión presidencial sea mejor que el Air Force One que cuenta con equipamiento costoso y sofisticado. Los norteamericanos con una Act gastan poco más de siete millones de dólares en sus expresidentes, cifra superior a la de México. Desde luego es imposible repartir becas y apoyos por más de dos billones de pesos sin aumentar deuda o impuestos. Es inviable aumentar salarios de la burocracia disminuyendo sueldos de alta burocracia. Es absurdo acabar la corrupción con voluntarismo y terminar violencia con abrazos y no balazos. Becarios y no sicarios. Frases pegadoras.

El contenido racional simple y engañoso permite ir al mensaje que despierta emociones y crea conectividad con el candidato. Donde empieza a tropezar es con el Nuevo Aeropuerto Internacional de México. AMLO percibe ahí un gran negocio, más que un gran proyecto, imposible resistirse. Desde luego sabe que Santa Lucía y el aeropuerto de Ciudad de México no pueden funcionar simultáneamente, conoce de las inversiones privadas para su financiamiento, entiende la peligrosa saturación del actual aeropuerto. Sin embargo publica un comic en sus redes donde asegura que el terreno no es apto, que es cara la construcción, que suspenderá la obra y hará refinerías, escuelas y hospitales en la zona, que atrás de la decisión se esconde la corrupción y grandes negocios. Que pagará a las AFORES que invirtieron para no perjudicar pensiones, que llevará a contratistas al nuevo proyecto para no afectarlos.

AMLO espera de nuevo despertar indignación y rechazo a la obra más importante del país en décadas. No tiene elementos racionales suficientes pero aún así se lanza a despertar emociones en contra. Ya los empresarios del CCE le han cuestionado su posición, sin impacto. Su agenda incluye necesariamente esta obra. Lo inesperado ha sido que su antiguo aliado y socio en el rescate del centro histórico de la Ciudad de México, Carlos Slim, convocara a una rueda de prensa para defender el proyecto.

Lo hizo sin acudir a los temas técnicos ampliamente conocidos, se centró en los beneficios sociales que el nuevo aeropuerto tendrá en la zona metropolitana, especialmente en la nororiente, altamente marginada. Dice, detonará el desarrollo del país a nivel del impacto del canal de Panamá. Suspenderlo equivale a detener el crecimiento del país y añadió que las decisiones de AMLO pueden ser malas, lo que le inspira miedo. Carlos Slim y sus aliados son inversionistas importantes en el NAIM, conoce el tema. Se puede admirar o abominar al hombre más rico de México, pero es inusual este pronunciamiento.

Desde luego AMLO descalificó a su anterior aliado, que si lo envió la mafia del poder a denostarlo, que si prevalece el interés económico, ¡que le pude concesionar el proyecto si es tan rentable! Lo cierto es que su mensaje político empieza a generar inquietudes entre inversionistas. Y ejercen su derecho a denunciarlo de cara al país, sin campañas negras o ataques anónimos. Este cálculo no estaba considerado en el diseño del mensaje político, pero AMLO no puede contradecirse. La congruencia del mensaje es básica para ser creíble.

Veremos qué sucede con la imagen y el mensaje de los candidatos en el debate de este domingo.

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