Rosario Guerra

Ofensa a la inteligencia

Rosario Guerra indica que las consultas que realiza AMLO están fuera de la ley, además de que son simulaciones que sólo validan decisiones ya tomadas.

Pese a que Mario Delgado señaló no habrían más consultas fuera de la ley, que Morena regularía procedimientos para darles marco jurídico, certeza, legitimidad, representatividad, transparencia, lo cierto es que de nuevo AMLO volverá a repetir un ejercicio que es a todas luces una ofensa a la inteligencia. Con el pretexto de gobernar con el pueblo, instaurar una nueva forma de toma de decisiones con democracia participativa, se anuncia una nueva consulta de temas, como el Tren Maya, sin mayor información, sin visos de legalidad. Esta simulación solo valida decisiones ya tomadas. No es democracia, es demagogia.

Mantener la polarización no contribuye a mejorar la gestión pública. El estilo de AMLO ha sido el de movilizar a sus partidarios en apoyo a sus decisiones, que no se fundamentan en estudios, ni opiniones de expertos, ni proyectos o estimaciones de costos. Así lo hizo con el NAICM de Texcoco. Nos repite la dosis de nuevo. Se fomenta un clima de desconfianza que no da certeza sobre la conducción del país.

Nadie quiere que AMLO fracase. La esperanza que el pueblo de México le depositó en las urnas lo dotan de una gran legitimidad, no requiere de simulaciones. Pero demostrar la preeminencia del Estado en proyectos cuestionados, lo inclinan a tomar esta decisión.

Aún cuando sus partidarios señalan que su popularidad creció, esto no evitó la caída de la bolsa, o el deterioro de la moneda. No tiene sentido un sistema aeroportuario con tres estaciones lejanas que incrementan costos, tiempos de traslado de pasajeros y carga, mermando competitividad y conectividad que ofrece un hub como Texcoco. Pero más allá de si habrá demandas de inversionistas, de si los contratistas, supuestamente corruptos, aceptarán nuevas obras adjudicadas directamente, el problema de fondo es que se violenta el Estado de Derecho.

La confianza requiere de certeza. Desconocer contratos, cancelar compromisos con inversionistas nacionales y extranjeros, usar una simulación para justificarlo, prende focos rojos en los circuitos financieros. Nadie pude creer que Ricardo Monreal lanzó la iniciativa de cancelar comisiones bancarias sin haber informado a AMLO. Esto también ofende la inteligencia. Sondear reacciones resultó muy costoso para el país. La caída de la bolsa fue aún mayor a la registrada apenas semanas anteriores. Salieron miles de millones de México. El propio AMLO tuvo que declarar no habrían modificaciones. Monreal anunció continuará el trámite. Ya se negocian montos de comisiones. Bajarán comisiones, subirán tasas.

Serán tres proyectos de infraestructura y diez programas a "consulta" la próxima semana. Ni siquiera se conocen las propuestas. Morena volverá a movilizar sus bases. No será representativa. AMLO argumentará sus decisiones responden a la voluntad popular, pero todos sabemos que es un engaño innecesario. Tiene una muy amplia legitimidad. Ya son decisiones tomadas, hay fechas de inicio, incorporadas al proyecto de PEF que diseña Urzúa.

Ni para el tren Maya, ni para el trans ítsmico, ni para refinerías, hay proyectos ejecutivos, ni existen permisos necesarios, como impacto ambiental o uso de suelo. El tren deberá cumplir con el protocolo 169 de la OIT firmado por México que obliga a la consulta a pueblos y comunidades indígenas cuyas características, diseño, ejecución y seguimiento implican procedimientos específicos para llegar a acuerdos.

Estamos inmersos en un frágil equilibrio donde el beneficio de la duda se agota ante decisiones que violentan legalidad. No hay una conspiración contra AMLO. Los mercados no definen, los actos y las políticas públicas son los que marcan rumbo. Los mercados solo reaccionan y son adversos al riesgo.

Si no hay certeza, ni marco legal que se respete, la desconfianza campea, los equilibrios se rompen y todos pierden. Ojalá que AMLO concilie y no confronte. Aún cuando sus estrategias reflejen popularidad, la actuación ofende a la inteligencia de los actores económicos y políticos. Si va a tomar decisiones, está en su derecho y tiene la fuerza, no necesita recurrir al engaño. México no merece perder competitividad en el mundo global porque requiere inversión y empleo. Ofender la inteligencia no abona a lograrlo.

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