Rosario Guerra

Recta final

La columnista señala que el tercer debate presidencial no cambiará preferencias pero sí mostró a cada contendiente 'de cuerpo entero', con sólo dos proyectos de país en juego.

¿Qué trasciende? El tercer debate no fue tan atractivo como los anteriores. Hubo propuestas claras. Entre otras que AMLO ya tomó la decisión de revertir la Reforma Educativa porque lesiona a los maestros, ya que la evaluación los sanciona y afecta sus derechos laborales. De los niños nada dijo, de la calidad tampoco. Por su parte Anaya reiteró instrumentaría la renta básica universal, fortalecería recaudación, incentivaría ahorro e inversión, mejoraría profesionalización del magisterio y metería a la cárcel a EPN y de paso, al propio Meade. Señaló que la empresa Rioboo concursó y perdió obras del NAICM, asesora a AMLO y obtuvo contratos por adjudicación directa por cerca de 170 MP en su gobierno, una empresa muy favorecida.

Meade propuso mayor inversión en infraestructura, apoyo a productores del campo, mejora al transporte público y al salario mínimo, cobertura universal de internet (tenemos un 30 por ciento, cerraremos con 40 por ciento el sexenio), culminar el NAICM, complementar la Reforma Educativa y reorientar enfoque preventivo en salud. De Odebrecht dijo que él no sabe mayor cosa que el hecho de que Jiménez Espriú, propuesto como titular de SCT por AMLO, es el que tiene sociedad con la empresa. Y el aludido ya aclaró que él no tiene nexos con la empresa, y explicó la relación de su esposa con la misma.

AMLO dijo que aumentará la inversión pública, sin más deuda ni impuestos, no explicó cómo. Construirá dos refinerías, bajará costo de gasolina (no explicó si la subsidiará), renovará infraestructura y construirá tren turístico transpeninsular. Aseguró que acabará con el seguro popular porque hay mucha corrupción, no explicó cómo se atenderá a los 53 millones de beneficiarios, si fuese el caso. Ofreció medicinas gratuitas y acabar con compras consolidadas a farmacéuticas porque también señala corrupción, aún cuando hay evidencia de que se han logrado bajar precios. No respondió a ataques, aunque estuvo a punto de engancharse con Anaya por el asunto de Rioboo.

Jaime Rodríguez ofreció bajar impuestos, quitar financiamiento público a los partidos, detonar el campo, otorgar poder a los maestros para sancionar y disciplinar alumnos, llamó a la paz y la concordia, hasta abrazo pidió a los contendientes. Descalificó a todos, pero no anotó algún gol.

¿Qué trasciende del tercer debate? Todos se proclaman ganadores. No va a cambiar preferencias electorales a unos días de la elección, pero sí pinta a los tres contendientes de cuerpo entero. El puntero, AMLO, envuelto en sus contradicciones, promesas que no podrá cumplir con recursos públicos, aún cuando combata la corrupción (no sabemos cómo lo hará, más allá de un ejemplo medio cuestionado), y baje el sueldo a mandos superiores del gobierno federal, ahorro que no alcanza para aumentar el sueldo de médicos, maestros y fuerzas armadas. Su tema es explotar la indignación ante la corrupción, la pobreza y la impunidad. Sus alianzas, aunque algunas cuestionables, suman votos, sindicatos, policías comunitarios, académicos, ninis, adultos mayores, algunos grupos empresariales, constituyen un amplio y sólido bloque hacia el 1º de julio. Es ídolo, más que candidato.

Anaya, presionado por consolidar su segundo lugar, atacado en redes y tras denuncia del líder del Senado, panista aún, echó su resto con dureza, aunque disminuida credibilidad. No es fácil su situación porque la alianza para un frente por un gobierno de coalición no permeó, su llamado al voto útil choca con sus descalificaciones que no van a motivar a simpatizantes o miembros de la alianza que encabeza el PRI.

Meade ha logrado mejorar mucho como candidato, relanzado campaña, pero aún sigue sin conectar con sectores populares, se ha refugiado en la estructura priísta, que lo ha acogido bajo el nuevo liderazgo, ya activo, de René Juárez, trata de ubicarse como la alternativa frente al populismo de AMLO, al amparo de los altos porcentajes de indecisos. Le falta tiempo.

Estamos en la recta final hacia la elección, se definirán las cosas mediante el voto. Difícilmente se puede hablar de fraude electoral hoy en día. Los mecanismos se han perfeccionado y la participación de la sociedad en la organización de los comicios ha desterrado viejos vicios. El voto libre es una realidad. Lo de informado no tanto. Al final la decisión es más emocional que racional, en un día vamos a definir nuestro destino común.

Lo que está en juego son dos proyectos de país. Uno que apuesta por el libre mercado, la inversión privada nacional y extranjera en varios campos, para impulsar empleo y paliar desigualdad social, que asegura cerrará la brecha entre norte y sur, entre hombres y mujeres, que apuesta por mejorar la educación, ampliar la infraestructura y la conectividad del país, que fortalecerá la competitividad que ya tiene el campo mexicano, que apuesta por nuevas fuentes de energía, limpias y renovables, por mayor cobertura en internet, por mantener libertad de expresión, por incorporarnos al mundo globalizado con mejores ventajas y más acuerdos comerciales que diversifiquen opciones.

Otra que cierra fronteras, busca producir lo que consumimos aunque sea más caro el precio, a mantener con subsidios precios de gasolina y otros productos, e impulsar refinerías cuyos costos de producción puedan ser mayores que importaciones, a revertir avances en educación fortaleciendo derechos laborales que benefician control corporativo de sindicatos, a reducir la participación social y de organizaciones de la sociedad civil, a limitar libertades de expresión y de disenso, a someter a los poderes legislativo y judicial, a regresar al Pacto por el Progreso en lugar de fortalecer los acuerdos comerciales regionales, a centrarse en lo interno y no adaptarse a lo internacional, a subsidiar al campo y otorgar beneficios a sectores de la población para generar consenso, a regresar al petróleo como fuente de ingresos, sin invertir al efecto, a cancelar el acceso a la salud de grandes sectores, a cuestionar el Estado Laico.

Se parece al Brexit. Nos recuerda a Trump. No hay engaño. Usted decide.

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