Rosario Guerra

Waterloo

Rosario Guerra considera que construir en Santa Lucía es inviable y cuestiona la viabilidad de otros proyectos del gobierno entrante.

Ausente la sensatez. Suenan las alarmas. Se emiten mensajes de prácticamente todos los actores económicos para disuadir a AMLO de cancelar el NAIM. Todos señalan que la consulta es una farsa encaminada a disfrazar una errónea decisión. Aerolíneas internacionales advierten los riesgos de abandonar el proyecto en términos de competitividad y de seguridad. No existe un proyecto alterno. Santa Lucía es inviable, técnica y económicamente. Aún así continúa el salto al abismo.

Es muy obvio que AMLO y su equipo no entienden a los mercados. Desprecian a las calificadoras internacionales de cuyo grado de inversión dependemos para atraer capitales, promover inversiones y empleo. Nahle dice no comprender porque Pemex se pone en riesgo si van a destinar más inversiones. Cierto, pero a proyectos que no son rentables. AMLO las regaña por avalar la Reforma Energética que ha logrado captar mas de 200 mil millones de dólares. El desconocimiento es evidente, la curva de aprendizaje será muy costosa para México.

Discursos duros de descalificación o justificación no van a remediar el daño. Los actos son los que definen la responsabilidad, aunque se trate de culpar a terceros. Con desesperación José Ángel Gurría, desde la OCDE, alza la voz para evitar un desastre. Hace hincapié en lo delicado del mensaje que la cancelación del proyecto daría al mundo, no solo a los inversionistas nacionales. Nerviosos los mercados empiezan a tomar precauciones que se empiezan a reflejar en tipo de cambio.

Yo no entiendo la lógica que guía a AMLO a una decisión que supongo entiende por lo menos riesgosa. Los 88 mil millones no son la causa. Se los puede ahorrar si deja la construcción en manos de inversionistas privados como alguna vez lo ofreció. Su estrategia de desarrollo basada en el petróleo, un tren que supuestamente detonará desarrollo, son solo propuestas cuya viabilidad no está respaldad por estudios. Así conduce la marcha hacia lo que parece será su Waterloo. Como antes en la historia cree firmemente en llevar al país a nuevos estadios de desarrollo, cuando claramente socava instituciones y destruye confianza, desprecia logros, una apuesta costosa porque compromete el futuro de generaciones.

Le preocupa liberar recursos, no para los proyectos productivos de infraestructura, del cual el NAIM es el más emblemático, sino para atender sus programas sociales. Es sin duda innegable su vocación social, su preocupación por los pobres, su compromiso con la gente que lo siente cercano. Dice no quiere defraudarlos y yo lo creo. Pero el camino que emprende no ayuda al fin. Un país próspero no depende del gasto público, si bien su orientación define rumbo. Requiere de inversión y empleo. Es la única fórmula probada en el mundo para mejorar condiciones de vida de la población. Su meta de crecer al 4%, se ve muy lejana y si se abandonan condiciones de certeza, es inalcanzable.

En próximas semanas, vote usted o no lo haga, como la mayoría de los mexicanos, la decisión sobre el NAIM será ya la noticia que habrá de perfilar si realmente AMLO construye su propio Waterloo. Los mercados reaccionarán en consecuencia, las calificadoras atenderán las condiciones, ante expectativas de que la economía no se mantendrá a flote, con políticas adecuadas, consecuencias serán desastrosas. No habrá tregua, ni se podrá retroceder, porque en efecto la confianza se construye en un proceso continuado y sostenido en el tiempo, pero se rompe en minutos.

Por eso sorprende lo que llamaría yo la ingenuidad de AMLO frente a las alarmas. Afirma las inversiones del NAIM están garantizadas, que los contratos no se perderán, que él hablará con los afectados, por lo cual no hay riesgos si se suspende el NAIM. Su visión es solo del árbol, pues se centra en los contratos actuales, que en efecto se deben honrar o pagar indemnizaciones, tema ya de por si costoso. Pero pierde de vista el bosque, los fondos de inversionistas extranjeros y nacionales en el proyecto. El mensaje a los mercados será que en México no hay garantías para la inversión. Que las decisiones obedecen a caprichos y no a estudios técnicos, económicos y sociales serios.

Con ese panorama difícilmente AMLO podrá convocar a nuevos inversionistas para sus proyectos, aún cuando cumplan con estudios de viabilidad. En la globalización la competencia es feroz. Destinos para concretar ganancias con bajo riesgo proliferan. Son muchos los países.

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