La Feria

El debate y la Ciudad

Ninguna de las cosas, tangibles e intangibles, que hacen de la CDMX una metrópoli cosmopolita e irrepetible, estuvo en el debate de candidatos a jefe de Gobierno. Ninguna.

Calles de Chimalistac y de San Ángel. Madero de noche. La Latinoamericana a lo lejos. Los langostinos en el Danubio y el Café La Blanca, de 5 de Mayo.

El chocolate y el pan de anís del Cardenal. La birria de la Polar, si la noche fue dura. La birria Tecalitlán de la calle Nogal, nomás porque sí. La barbacoa el fin de semana en el parque Tlacoquemécatl; el bistec en pasilla de la fonda Margarita, de ahí mismo.

Garibaldi a pesar de todo. La vista de noche desde el piso 51. Los mil y un rincones en Chapultepec, mil veces Chapultepec.

Las quesadillas del Desierto de los Leones. El Nico's de Azcapotzalco. El frijol con puerco del Cochinita Country, de la Narvarte. Los tacos de arrachera del Farolito, los del Villamelón, los sopes de la Nueve, el Arroyo, La Garufa.

Reforma los domingos. Las carnitas del Güero en Coyoacán; el Venadito ahí mismo. Las gorditas de Miguel Ángel de Quevedo. Las guajolotas (horror) de tantos lados.

Las jacarandas.

José Emilio Pacheco y Monsiváis.

Atestiguar el fervor en la Basílica, el ¡ole! gigante de la ídem Plaza México, la Selección en el Azteca, el Ángel siempre.

El escalofrío ante los altares a la Santa Muerte. Pedir un milagro a San Judas cualquier día 28.

Caminar la Roma mancillada por todos. Recorrer su melliza, la Condesa resiliente. La plaza San Jacinto en sábado y, sobre todo, no el sábado.

Los Dinamos y el Ajusco.

Donceles y sus librerías.

Las cantinas, cada vez menos pero en pie, del Centro.

San Ildefonso. El Franz Mayer. El Tamayo. Antropología. El Chopo vs. la Vasconcelos. El Dolores Olmedo y Xochimilco.

CU: Rectoría, su histórico estadio, la Nezahualcóyotl.

El Chopo, La Lagunilla, La Merced, Sonora y Jamaica.

La Línea 9 del Metro en noches de concierto en el Foro Sol. Pantitlán, Hidalgo, Tacubaya, Balderas, Indios Verdes… la energía sin par de los millones de chilangos en chinga cada mañana en nuestro cincuentenario subterráneo.

La hórrida concha cobriza del Palacio de los Deportes.

Los chilangos bailando en el Zócalo, en el salón Los Ángeles, en el Mamá Rumba, en los parques. El Parque México.

La nostalgia por el Bulldog. Las noches en El Clóset. El bar Zinco.

El Zócalo sin gente. El Zócalo atestado.

Las marchas por los 43. Las marchas contra la inseguridad. Las marchas por la democracia (puedes leer esto cuando quieras).

Los terremotos en la piel.

Los amaneceres que permiten ver los volcanes.

Tardes en la Cineteca. Mañanas en Cuemanco.

La escultura Energía, de Mathias Goeritz. La Casa Luis Barragán. Lo inconmensurable de Iztapalapa. La soberbia de Santa Fe. El Centro de Tlalpan.

Los Huerta y todos los poetas. Amores Perros. Tlatelolco. Los grandes hospitales y centros de investigación. El Poli vs. la UNAM.

Más que aquí nos tocó vivir, ser chilango es aquí querer vivir.

Morirse de envidia por no ser de aquí. Vivir orgulloso por haber elegido vivir aquí.

Saberse en el centro político del país, en el origen del país, en el eje social del país. Saberse condenado por el agua, la basura, el smog.

Sobrevivir a Mancera y a Villarreal. Padecer el amor/odio a Marcelo, al Pejedegobierno, a Rosario, la de aquellos tiempos. Abrazar a Encinas el que nunca, más que de manera fugaz, será nuestro gobernante, pero que fue un buen constituyente.

Reclamar cada asalto, denunciar cada robo porque aquí nadie se resigna.

Acatar la verificación, resistir al ozono, adoptar la bicicleta. Creer que hay solución.

Nada de eso, y de muchas otras cosas, tangibles e intangibles, que hacen de la Ciudad de México una metrópoli cosmopolita e irrepetible, estuvo en el debate de candidatos a jefe de Gobierno del miércoles. Nada.

¿En qué ciudad viven, candidatas, candidatos? Por lo visto esa noche, en la nuestra, no.

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