Hubo un momento en que perdimos a Nuevo León. Ocurrió hace ocho años. Algunos ya lo olvidamos porque tenemos la gracia de no haber perdido a nadie ahí, a ningún tío o madre en el Casino Royale, a ningún primo o amigo en algún "fuego cruzado".
En aquellos años, conocidos empresarios regios migraron a Estados Unidos. "El líder está a salvo", llegó a decirme con sorna el empleado de uno de ellos. En aquellos años muchos neoleoneses renunciaron a visitar balnearios y ranchos de las afueras de Monterrey o San Pedro. En aquellos años una señora que iba por un pastel terminó con la cabeza partida en dos por la bala de un soldado. En aquellos años Rodrigo Medina daba su Informe de Gobierno (es un decir) sitiado por criminales que a la misma hora y con nulo pudor "narcobloqueaban" la capital regiomontana. En aquellos años dos estudiantes del Tec fueron masacrados por elementos del Ejército Mexicano, que habían sido atacados a mansalva por unos narcotraficantes.
A esos estudiantes, nos recuerda el documental Hasta los dientes, que se puede ver por estos días en algunas salas, no sólo los mataron los soldados, sino que los revictimizaron. Quizá hubo un minuto en que los confundieron, pero luego, el Ejército Mexicano (ese, con mayúsculas) prefirió manchar la memoria de los muchachos y para hacer creíble la versión de que habían resultado muertos en un enfrentamiento un par de sicarios, informaron que éstos iban armados "hasta los dientes". Las autoridades civiles cooperaron en la mentira. Las autoridades del Tec, ¡uff!, ni se diga (yo no sé por qué nos sorprendimos hace un año cuando los del Tec no velaron por sus jóvenes muertos en el sismo; será porque olvidamos).
El documental dura 100 minutos. De principio a fin, en cada segundo de esa cinta, revive la atmósfera sofocante de aquellos años en que Nuevo León, y parte del norte del país, lo que es decir parte de México, estaban perdidos. Contagia al espectador la desazón, el sinsentido del dolor de las víctimas, la muerte en vida de las familias de Javier Francisco Arredondo y Jorge Antonio Mercado, los dos estudiantes de excelencia que encima de haber sido asesinados por el Ejército al día de hoy no han tenido justicia: ningún mando castrense fue procesado.
¿Cómo salió Nuevo León del infierno? Los empresarios fondearon la creación de una nueva policía, la Fuerza Civil, que en algo habrá contribuido a que las balas menguaran. Algo habrá incidido además el cambio en la correlación de los grupos criminales que se disputan plazas. Algo también el hecho de que la sociedad civil se involucró en buscar soluciones.
Pero lo que no queda claro es en cuánto contribuyó a la baja de la violencia la utilización de la Marina y el Ejército como fuerza de paz. Y sí en cambio tenemos el rastro de impunes violaciones de derechos humanos de los uniformados.
Eso es Hasta los dientes: el recordatorio de que militarizar puede dar respiro pero, también cuesta. Mensaje que tendríamos que tomar muy en cuenta ahora que la IV transformación ha anunciado a gobernadores, como lo hizo la semana pasada, que tendrán dos centenares de mandos de Fuerzas Armadas (incluye Policía Federal) encima de ellos a lo largo y ancho de México a partir del 1 de diciembre.
La militarización que empezó con Fox, creció con Calderón y se mantuvo con Peña, llegará a su cuarta versión, todo sin justicia para los Jorges y Javieres de todos estos años. Pero, como decía al principio, todo eso parece que ya lo olvidamos.