El tema del desabasto de gasolinas es un poliedro de costosos filos para el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Las caras de este problema van de una más grave que la otra y ninguna luce halagüeña.
Se entiende que el problema del robo de combustibles viene de tiempo atrás, que es más que meritorio que el nuevo gobierno haya decidido entrarle con todo; pero la duda es si estaban contemplados a priori los posibles escenarios de enfrentar los intereses criminales, dentro del sistema y fuera de él, que de larga data han hecho posible el huachicol. La duda, en pocas palabras, es si había en el gobierno de López Obrador (Presidencia, comunicación, Sener, Pemex, Hacienda, Sedena, etcétera) algo digno del nombre de estrategia.
Si ve uno lo que ha acontecido, la respuesta es obvia. Porque sólo así uno se explica que ayer al hablar de este tema, López Obrador haya declarado en su conferencia matutina, muy quitado de la pena, que está investigando a un personaje que no se entiende sin Enrique Peña Nieto. Dicho de otra manera: reconocer que el gobierno de la República investiga al general Eduardo León Trauwitz es declarar que se investigará a un personaje cuya carrera y operación están íntimamente ligadas desde 2010 al exmandatario.
En el sexenio que recién terminó, a León Trauwitz se le designó como titular de la subdirección de Salvaguarda Estratégica de Pemex.
Como responsable de la vigilancia y seguridad de las instalaciones de Petróleos Mexicanos, León Trauwitz siempre acordaba, según testimonios de primera mano, directo en Los Pinos: no obedecía ni al secretario de Energía, ni al de Hacienda, ni por supuesto a los directores de Pemex que le tocaron.
Ahora, su nombre ha surgido en medio de la crisis del desabasto. López Obrador fue cuestionado en la rueda de prensa de este martes y reconoció que el general es investigado.
Con esta decisión, López Obrador tendrá que seguir la pista de gastos excesivos en la oficina de León Trauwitz y escándalos por compras de aviones cuya racionalidad y uso nunca quedó aclarada. Para un recuento sobre el personaje, se puede leer a Jorge Carrasco en este reporte de Proceso.
Gente que estuvo durante el sexenio pasado en reuniones con León Trauwitz destacó que su proyecto para combatir al huachicol llegó a generar molestia en las Fuerzas Armadas, pues se afanó en consolidar dentro de Pemex un cuerpo de corte militar.
Y he ahí una de las principales aristas de este complejo asunto: en su iniciativa contra el huachicol, López Obrador utiliza al Ejército para ocupar refinerías y cuidar pipas… y al mismo tiempo ha anunciado que investiga a un general que fue jefe de custodios de Peña Nieto y de la petrolera que, ha dicho López Obrador siempre, en tiempos de Peña Nieto y Calderón fue nido de corrupción.
Otras dos aristas:
En la mente del ciudadano común, este problema ha sido creado por el nuevo gobierno. Para algunos algo así como el nuevo: tan bien que estábamos antes de que Felipe Calderón le pegara (sin estrategia y para legitimarse) al avispero del crimen organizado. Todo entre comillas, por supuesto.
A los mexicanos poco importaba que el huachicol fuera una de las más cristalinas evidencias de la falta de Estado de derecho. Importaba más poder poner que el origen de la misma.
A reserva de saber si hay o no una estrategia (insisto), lo que ahora tenemos es la 'crisis' de abasto, creada por el gobierno, esa sí, a partir de algunas cosas elementales que no ha tenido en cuenta.
Gente con experiencia directa en el tema señala que sólo había una peor fecha para haber intentado esta intervención (por llamarla de alguna manera) en los ductos: Semana Santa. Es decir, cualquier subdirector de área de Sener o de Pemex sabe que los dos picos de más demanda de gasolina en México son las vacaciones de Navidad-Año Nuevo y las de los días santos. Incluso en algunas oficinas estaban prohibidas las vacaciones por si se requería logística especial de abasto. Qué necesidad había de hacer esto justo en esas fechas.
La otra arista es relativa a la confianza en el gobierno. Nuestra mentalidad como mexicanos ha sido troquelada por una fila de sexenios que se han ganado a pulso el descrédito. Si el gobierno decía que el peso estaba fuerte, la gente compraba dólares.
Si ante el desabasto el gobierno no pone en marcha una maquinaria de comunicación que logre atajar los rumores, el vacío dejado por un gobierno que pide comprensión en vez de convencer con información será llenado por una sicosis que llevará a la gente a 'tomar previsiones', saturar gasolineras y generar una demanda difícil de satisfacer incluso donde no había desabasto.
El nuevo gobierno ha hecho carambola de tres bandas: tendrá que informar pronto qué fue del general peñista investigado, cuándo vuelve la normalidad a los lugares con desabasto, y cuándo a los lugares que no tenían aún problemas pero la falta de una buena comunicación los ha creado. Suerte.