La Feria

La pigmentocracia y Enrique Ochoa

Salvador Camarena analiza el comentario racista realizado por el líder nacional del PRI, Enrique Ochoa.

El sábado, Enrique Ochoa Reza, líder nacional del PRI, viajó en avión privado a Villahermosa, Tabasco. De ahí, usó un helicóptero para recorrer los 64 kilómetros que distan a Huimanguillo, donde abollaría el momento #YoMero de su candidato José Antonio Meade.

Para qué sirve el presidente de tu no-partido sino para echarte a perder esa única vez en que en la precampaña habías bajado bien un balón, y de paso para revelar el contraste de que tú, el candidato, viajas en turista, pero él –ni Dios lo mande— usa jet particular.

En Huimanguillo, Ochoa Reza dijo que los priistas que se iban del tricolor a Morena son prietos. Eso mismo lo expuso en su cuenta de Twitter, en un mensaje que horas más tarde borraría.

Es obvio que Ochoa Reza quiso hacer un juego de palabras con priista y prieto, donde PRI o priista es bueno, pero priista que se va a Morena baja de valor, o en su visión racista aumenta lo oscuro de su color: se vuelve prieto. El chistorete le salió bien –fue muy aplaudido por los priistas del mitin–, pero es bien racista.

En el Alfabeto del racismo mexicano (Malpaso ediciones, 2016) Federico Navarrete no puso una entrada para la palabra Prieto. Hay, en cambio, otros términos que nos llevan a hablar de lo 'prieto', como belleza, güero, pigmentocracia o whiteness.

Podríamos decir que lo contrario de un prieto es un 'güero', término, dice Navarrete, "antes que nada adulatorio"; y "lo que le da fuerza social al término 'güero' es la distinción que subraya para ratificar que hay mexicanos de distintos tipos, la distancia social que reafirma para recordarnos que en nuestro país casi nunca somos iguales". Y en la revista Chilango, que este mes está dedicada a nuestro racismo, Navarrete publica un texto donde menciona que "el güero o la güera no tienen que ser rubios, ni siquiera blancos, desde luego, como el naco no tiene que ser forzosamente moreno". Doble punto para Ochoa Reza.

Aunque publicó una disculpa por su discurso en Tabasco, en la que se dijo muy orgulloso de su color de piel, Ochoa Reza demostró ser dueño no sólo de una visión racista, sino sobre todo de lo que ésta esconde.

Presidente de un partido que postula un candidato para los satisfechos (Jesús Silva Herzog-Márquez dixit), con sus frases racistas Ochoa Reza demostró que es un gran activo para una élite que se niega a discutir un cambio de modelo, esa que sólo está dispuesta "a seguir gobernando a favor del México de arriba" (Jorge Zepeda Patterson, 'Razones y sinrazones de López Obrador', El País https://elpais.com/internacional/2018/02/07/mexico/1518030140_116463.html?id_externo_rsoc=TW_CC).

Ochoa Reza se ha revelado como un gran defensor de la Pigmentocracia descrita por Navarrete:

"Cuando contemplamos indiferentes cada día a centenares, decenas de millones de nuestros conciudadanos hundidos en la miseria, su color de piel provoca que esta marginación nos parezca ajena, inevitable y más aceptable (ver Desigualdad). Cuando todos los días, en las calles y en las pantallas, en las revistas y en los antros, los miembros de nuestras élites ostentan su privilegio con desparpajo, el prestigio importado de su blancura les hace creer que la riqueza y el poder que usurpan son merecidos y alimenta su estulta prepotencia de mirreyes y ladies.

"Este es el verdadero y nocivo poder de la pigmentocracia en México: naturalizar la desigualdad, hacer invisibles a los marginados, y volverlos exterminables, persuadir a las élites de que son en verdad superiores al resto de nosotros, convencernos de que lo que debería ser inaceptable es inevitable, acostumbrarnos a la iniquidad y el crimen".

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