En el Estado de México, dos mil policías tienen la responsabilidad de responder los crímenes consignados en 290 mil carpetas de investigación. Con tan simple aritmética no cuesta nada comprender uno de los orígenes de la impunidad.
Esa estampa fue parte de lo que se compartió durante el foro nacional La Seguridad Pública que a México le Urge, llevado a cabo en la capital del país 27 y 28 de febrero. El foro puso en el centro una pregunta provocadora. Cada panelista fue compelido a ajustarse a la siguiente frase: si fueras presidente de la República, ¿qué harías para resolver la actual crisis de seguridad y violencia en el país?
El ejercicio tuvo varias virtudes. La primera de ellas es que durante esos dos días se reunieron especialistas que, por distintas razones, luego no se juntan, gente que prefiere hacer sus foros cada uno por su lado.
La segunda, sin duda, es el timing. No hace falta decir la urgencia de que se tome al toro de la violencia por los cuernos.
Para que quienes lleguen en el siguiente sexenio no tengan la tentación del péndulo (de irse nomás porque sí, como se explicó en el mismo foro, hacia el lado contrario a lo que hizo el gobierno anterior), recupero lo que dijo en ese foro Ana Laura Magaloni, investigadora del CIDE, con respecto a la manera en que llegamos al escenario en el que nos encontramos.
Transcribo para ello el resumen que al respecto hizo el equipo del despacho De la Calle, Madrazo y Mancera.
Magaloni recordó que la estrategia de Felipe Calderón se basó en cuatro principios: a) La delincuencia organizada se combate y se le puede vencer; b) la erradicación de la violencia sucederá principalmente a través del uso de la fuerza pública y su coacción va a disuadir a los criminales de seguir cometiendo delitos; c) las medidas y acciones generarán más violencia a corto y mediano plazos, pero es un costo necesario; y d) es la fuerza pública y no los contrapesos del sistema de procuración e impartición de justicia los que se encargarán de combatir al crimen organizado.
En palabras de Magaloni, la estrategia de Calderón para combatir el crimen organizado fue errónea. Y planteó repensar las directrices de la siguiente forma: Creer que la delincuencia en México se aniquila con violencia, por el contrario, al crimen organizado se le debe gestionar, limitar y controlar.
Cualquier política de seguridad tiene que tener por objeto reducir la violencia y el abuso de poder, ya que estos dos indicadores son los que terminan, en múltiples ocasiones, corrompiendo a las instituciones.
En cualquier estrategia de seguridad deben primar los instrumentos no violentos sobre los violentos, ya que cuando el Estado usa la fuerza pública está utilizando las herramientas que más peligrosamente acercan a aquello que quiere evitar.
No se debe utilizar la fuerza pública sin los contrapesos del sistema de procuración e impartición de justicia, debido a que la calidad de los procesos judiciales y la legitimación del Estado provienen de la razón, la justicia y la ley, y no del uso la fuerza, dado que así es como el Estado se diferencia del mundo criminal.
Sobre las diferencias entre los sexenios de Calderón y Peña Nieto, la panelista señaló que en este sexenio se ha visto un abandono de la seguridad pública, lo que es mucho peor que una política de seguridad.
En el foro también se habló, por supuesto, de invertir más en policías, en controles e incentivos para dignificarlos, en priorizar la prevención, y en el obligado involucramiento de la sociedad en el tema. Pero si por una cosa debieramos comenzar, creo, es en escuchar a Magaloni sobre cómo llegamos aquí para no repetir dos errores: el del mandatario que todo lo quiso hacer con la fuerza, y el del presidente que poco o nada hizo.