Treinta puntos. Eso es lo que según Reforma saca de ventaja hoy López Obrador a Meade en la preferencia electoral. Por su parte, la encuesta de ese diario, dada a conocer ayer, pone al Peje 22 puntos arriba de Anaya. Otro encuestador me dijo este miércoles que sus números son parecidos: 46 el de Morena, 26 el del Frente, 20 el candidato oficial. Y Roy Campos, que publicaba anoche sus datos, comentó al aire en Atando Cabos que los números de Consulta Mitofsky marcan una tendencia similar a la de Reforma: AMLO al alza, los demás sin cambio relevante.
En las redes sociales no poca gente puso, junto con la encuesta de Reforma, un tazón de arroz, en obvia referencia a que esto 'ya se coció'.
Pero desde los cuarteles de algunos candidatos se hizo una llamada a no dar por resuelta la batalla cuando faltan tres debates y diez semanas de campaña.
Alejandro Hope, que hace unas semanas se sumó al equipo de Margarita Zavala, puso en tuiter un recuadro que ilustra cómo El Peje, entre abril y mayo de 2012, se puso a sólo cuatro puntos de Peña Nieto, recortando una distancia que había llegado a ser de 15 puntos.
Y Ricardo Anaya, haciendo de tripas corazón, obviando que él es el gran perdedor de la encuesta de Reforma (cayó seis puntos) se quiso adueñar de las miserias y se dijo el beneficiario natural del voto útil. Algo así como "soy el menos peor".
Antes del primer debate es muy prematuro dar por concluida la guerra. Sin embargo, lo que la encuesta de ayer vino a galvanizar es la percepción de que hay un candidato al que sí le están saliendo las cosas, mientras que los demás aspirantes —a tres semanas de empezadas las campañas— ni sorprenden, ni emocionan, ni conectan, ni comunican, ni nada.
¿Pueden los candidatos hacer algo además de esperar que AMLO traicione a AMLO para que la ventaja del de Morena disminuya?
En 2006 Felipe Calderón demostró que sí. Que una campaña trastabillante podía salir del sótano y volverse competitiva. A finales de febrero de aquel año la campaña era un desastre, sin lema claro, sin rumbo, con peleas en el cuarto de guerra…
Calderón decidió dar un volantazo. Anunció cambios en su equipo de campaña, como una manera de comunicar que haría un correctivo. Y aceptó en una entrevista de radio los errores y desde ahí, desde el reconocimiento de que las cosas no marchaban, ofreció corregir el rumbo.
"La tregua (navideña) fue una especie de metida al congelador y otra vez tengo que calentar motores y efectivamente, creo que las cosas han ido bien pero efectivamente no he avanzado y necesito hacerlas mucho mejor", le dijo Calderón a Joaquín López-Dóriga.
El periodista le señaló, según lo publiqué en El Presidente Electo (Planeta, 2007), que había "desperdiciado un mes sin que su campaña prenda en el ánimo del electorado. Felipe responde que en efecto sólo quedan cuatro meses: 'Tiempo más que suficiente para darle la vuelta. Porque mira, cuando fue el martes negro de Vicente Fox, el de 'hoy, hoy, hoy', y el debate, estaba ya corriendo el mes de mayo. Estaba a menos de dos meses de la elección y estaba a mucho más distancia en términos de la encuesta de lo que estoy yo ahora, y por supuesto que se le dio la vuelta y yo le voy a dar la vuelta… Lo que tengo que hacer es ponerme las pilas'".
No fue puro rollo. Calderón corrió al consultor Francisco Ortiz, cambió de una campaña de atributos (¿mestásoyendomeade?) a una temática (el empleo) y, claro, aprobó la campaña negativa contra López Obrador.
Tres semanas después, a finales de marzo, AMLO comenzó a perder puntos.
Faltan 71 días para la elección. ¿Veremos a algún candidato aceptar que su estrategia no jala? ¿Veremos a alguien corregir? Es ahora o nunca.