Cuentan que Daniel Goldin, largos años director de la Biblioteca Vasconcelos, hizo de ese espacio un recinto único. Que su receta era la inclusión. Que los sin hogar y los alumnos de excelencia, por igual, lo encontraban acogedor.
En 2013, Pablo de Llano, un joven reportero de El País, retrató así la apertura de quien hasta febrero de este año dirigió esa dependencia.
"En otra ocasión reciente, una mujer acudió al despacho de Goldin y le dijo algo un poco asombroso: quería que su hija interpretase canciones coreanas en el Día del Niño. Tampoco dejaba de ser otro poco asombroso el hecho de que la madre de la niña que canta canciones coreanas fuese de origen congoleño. El resultado del singular encuentro es que tanto la niña como la madre (que al parecer canta muy bien las de Celia Cruz) participarán en los 'minieventos' del domingo en la Biblioteca Vasconcelos".
Con la llegada del presidente Andrés Manuel López Obrador, a Daniel Goldin se le forzó a salir. Un cambio de un director de un organismo público, por acreditado que haya estado el renunciante, no debería ser una mala noticia per se. Salvo que en muy poco tiempo esa decisión muestre que no fue para bien, y que lo que tanto costó edificar se puede venir abajo sin más.
Antes de 2019 la Biblioteca Vasconcelos ganó prestigio internacional y doméstico. Fue incluida entre los 20 recintos de su tipo más impresionantes del mundo, y de ella han hablado bien gente del actual gobierno como la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, el titular de Educación, Esteban Moctezuma, y Elena Poniatowska.
Ahora, un conflicto enfrenta a la Secretaría de Cultura con el Sindicato Nacional Democrático de Trabajadores de la Secretaría de Cultura (SNDTSC). Entre los temas que reclama el gremio está el de los recortes de personal en las dependencias, así como demandas salariales. El tema escaló al punto que el viernes se anunció que la Vasconcelos cerraría. Horas después, los trabajadores anunciaron que el recinto permanecería abierto, pero el conflicto, que afecta a otras bibliotecas, no ha concluido.
El cambio de régimen que ha emprendido el presidente López Obrador se ha hecho a partir de su fuerza y sin inclusión. Ni el Plan Nacional de Desarrollo, para el que fueron convocados diversos foros, recogió una visión integradora: el documento enviado al Congreso es una proclama típicamente lopezobradorista.
Y es que todo en este gobierno es vertical, y no admite réplica. Tomadas de antemano, algunas de las decisiones más complejas han sido revestidas de un respaldo surgido en consultas ciudadanas (es un decir).
La más importante de esas criticadas consultas fue la que sirvió para detener la construcción de un nuevo aeropuerto para la Ciudad de México. Cuando se realizó tal ejercicio, muchos cuestionaron en los medios la validez del mismo: que si no era representativo, que si no era legal, que si no era transparente...
Todas las críticas tenían algo o mucho de cierto. Pero fallaban en un punto esencial. Si acaso algo, Andrés Manuel López Obrador sólo respeta la movilización. Así que los cuestionamientos a sus consultas le parecían poco más que una exquisitez de comentócratas. El domingo de la consulta, esos que cuestionaban se quedaron en sus casas, y el resultado es historia.
Un colega decía hace unos meses que él votó por Andrés Manuel en plena conciencia de que estaba eligiendo al Presidente con quien quería pelear.
López Obrador no va a cambiar, no va a ceder. Su ímpetu apenas si se contiene en el marco legal. Y que nadie se sorprenda cuando dice que entre la ley y la justicia, interpretada ésta por él mismo, no dudará en preferir la segunda. El que avisa cree que no traiciona.
Un aeropuerto, bibliotecas, un puñado de prestigiados institutos de investigación, las estancias infantiles, centros para la atención de las mujeres y hasta universidades sucumbirán si muchos individuos no terminan de aceptar la realidad: este Presidente sólo cree en dar dinero de manera directa a poblaciones que, es cierto, han estado fuera del reparto de eso que llaman riqueza nacional.
El Presidente informará en dos semanas lo que ha sido su primer año de gobierno. Bien harían los ciudadanos en hacer un ejercicio similar. Doce meses después de haber votado, cómo cada uno ha enfrentado a un poder que pretende imponerse en todos los espacios.
Porque importan los individuos que construyen desde las instituciones escenarios de convivencia únicos, como Goldin. Pero también deberían importar –hacer valer su peso– otros individuos frente a un Presidente que no reparará en avasallar a todo aquel que se deje.