Hace cuatro semanas me tocó moderar la comparecencia ante vecinos de la Miguel Hidalgo de Magui Fisher y Víctor Romo, candidatos del Frente y de Morena, respectivamente, a esa alcaldía de la Ciudad de México. El encuentro no constituyó un debate, pues los organizadores (La Voz de Polanco y el Club de Industriales) querían de los dos punteros en la Miguel Hidalgo compromisos específicos en materias muy concretas: violación de permisos de construcción, transgresiones a la normatividad en la operación de restaurantes y antros, arbolado, etcétera. Los organizadores plantearon casos concretos sobre lugares, establecimientos y personajes que han violentado, sin castigo o límite por parte de la autoridad, las normas para esa demarcación. Cada uno de esos expedientes iba acompañado de abundante documentación, tanto de lo que dicen los planes de desarrollo y las leyes, como de indicios y evidencias de la violación, incluyendo denuncias formales de estos vecinos que no han sido debidamente tomadas en cuenta por sucesivos gobiernos delegacionales o por instancias de la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. Se exhibieron casos increíbles de tan burdos. Gente que presenta permisos de operación como restaurante un año, y una década después presenta ante el gobierno el mismo papel pero modificado: no sólo aumentan la cantidad de metros cuadrados en los que se supone que pueden operar como restaurante, sino que el giro mismo del negocio ha cambiado a uno de centro nocturno. Sería divertido si no fuera tan clara la traza de una corrupción descarada. Ante esos casos, los vecinos pedían respuestas concretas, no ambiguas o retóricas: Qué vas a ser, Magui, ahí si resultas electa; a qué te comprometes, Romo, en torno a este expediente si ganas la elección. A partir de eso, se intentó algo así como una subasta: sobre lo que proponía una, o el otro, se les invitaba a igualar o mejorar la oferta. Y así transcurrió la hora del encuentro. Los candidatos, en mayor o menor medida, propusieron cosas específicas. Cuando alguno de los comparecientes así lo quiso, se permitió acotaciones, críticas, descalificaciones –además de una que otra pulla entre ellos– a lo que el otro proponía. Volaron un par de reproches que no venían a cuento por estar fuera de los temas, pero la cosa no pasó a mayores. Al final, ambos candidatos firmaron una loneta donde se escribieron sus respectivas promesas sobre lo planteado y fin del ejercicio. Fisher y Romo son viejos conocidos de la MH. Por lo mismo en este espacio editorial en su momento dije que esa elección de alcalde sería un ejercicio nada halagüeño. Ambos personajes son precedidos de mala reputación y actuaciones polémicas en la ALDF, por decir lo menos. Y dado que siempre fueron los candidatos punteros, elegir de entre ellos al mal menor resultaría anticlimático. Pero en el encuentro Magui Fisher destacó por su puntualidad en las propuestas y su capacidad para evidenciar a Romo, que de principio a fin del ejercicio lució robotizado, quizá porque en ese espacio hace tres años, en un ejercicio con cinco candidatos a la delegación que él había abandonado en medio de escándalos y denuncias de corrupción, su nombre fue abucheado. Fisher, por su parte, es cuestionada por pertenecer al entorno de uno de los personajes más devaluados de la política capitalina, el panista Jorge Romero. Sin embargo, debo decir que ese día la candidata pidió ser juzgada por sus actos en primera persona, no por los de alguien más. El domingo Romo ganó la elección en la MH. La ola Morena encumbró a un chaquetero de la política (apenas hace unos meses estaba orgullosamente en el PRD), a un político sibilino, a un favorecedor de oscuros negocios como los que fueron evidenciados en el parque El Mexicanito. Con AMLO han llegado al poder también personajes poco o nada promisorios para la salud de la democracia. Los vecinos deberán reproducir la loneta con la firma de Romo y tenerla presente, por si de algo vale. Lo dudo mucho.
La Feria
Los malos de Morena
Del triunfo de Víctor Hugo Romo en la Miguel Hidalgo, Salvador Camarena dice que la ola Morena encumbró a un chaquetero de la política, a un político sibilino, a un favorecedor de oscuros negocios.
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