Dos cosas de arranque.
Primera, tomo eso de los satisfechos de la definición hecha semanas atrás por Silva Herzog Márquez, quien conceptualizó a Meade como el candidato de los satisfechos.
Segunda. No es comprable, por supuesto, el garlito ese de 'miren, qué político más austero, viaja en la fila 14'. El candidato del partido de los señores de los cielos vuela en turista. Ajá. Pero en última instancia, y aunque es un tipo austero, no está mal la inversión de Meade: seis meses en clase turista por seis años en el avión que no tiene ni Obama. Si gana la apuesta habrá sido a muy bajo costo.
Pero hay otros que están peor. Mucho peor. Extraviados, parece, sin remedio. Son los otros satisfechos. Damián Zepeda, por ejemplo, que trabaja, bueno, mejor dicho que cobra de presidente del Partido Acción Nacional porque trabaja para Anaya, no sabría decir si para el PAN.
Hace dos días vimos en las redes sociales, en efecto, que Meade iba en la fila 14 y Zepeda en premier. Ambos con destino a Guadalajara, vuelo que desde México no tarda, salvo el consabido retraso cortesía de mister Argudín (director del AICM), ni una hora.
En la foto se ve a Zepeda recargando la cabeza en el amplio respaldo, como quien dice Dios, qué difícil esto de resistir el embate del gobierno mexiquense, perdón, mexicano. Señorita, jugo de naranja, plis, bien frío porfa.
Zepeda es sonorense. Hace diez años se preparaba para ser diputado en el Congreso de su tierra. Luego quiso, y no pudo, ser presidente municipal de Hermosillo, luego fue legislador en San Lázaro (2012-2015). Milita en el PAN desde hace 17 años, casi casi la mitad de su vida en la política (nació en 1978).
En primera clase viajan los ricos, los que han acumulado muchas millas, y no pocos políticos, es decir, no pocos de esos a quienes otros pagan sus boletos (alguno que otro empleado de la IP aplica en este criterio).
Desconocemos, porque no ha presentado su tres de tres, si Zepeda es rico. Ha estudiado en México y en el extranjero (Arizona, Cuba, Harvard), pero ni idea de que sea rico. A lo mejor sí es, y por eso qué más da pagar premier para un vuelo anodino. ¿Me da una toallita para el sudor, señorita?
O a lo mejor acumuló muchas muchas millas de cuando en San Lázaro le daban boletos (más los que haya sufragado él mismo) para ir y venir a su distrito sonorense. Puede ser.
No les voy a salir con el trapito llorón de cuando el PAN se dirigía a golpe de suela y brochazo de engrudo. Pero sin caer en eso, imaginemos la lógica de esta dirigencia panista.
El domingo Anaya, arropado por Zepeda, le canta un tiro (diría mi paisana Ivabelle) al presidente. El día siguiente, con Ciro, el candidato panista lo dice con todas sus letras: de hallar culpable a Peña sí lo meteré en la cárcel.
El martes toca ir a Guadalajara. -Secretaria, sáqueme un boleto a GDL. -¿Sólo hay de primera clase? -Ni modo.
Cuando más necesitas aliados, te aíslas en premier. Cuando más necesitas votos para tus candidatos, te quedas lejos de la gente.
Estamos en campañas. Cada gesto, cada decisión, puede constituirse en un símbolo. Marichuy se voltea en una vieja camioneta. No llegó a la candidatura. Fue el sistema. El sistema de partidos.
Zepeda viajó en primera. El partido sólo le encontró ese boleto. Será senador. Es el sistema. Y eso a los satisfechos les encanta.
Más champaña, azafata, que ya vamos a aterrizar.