Un análisis de reputación mediática, realizado por Central de Inteligencia Política, aporta una pista para entender la ventaja de López Obrador previa al debate de este domingo, y sobre todo para dimensionar el reto que enfrentan hoy José Antonio Meade y Ricardo Anaya.
Ese reporte contabilizó la cobertura mediática en torno a la corrupción en el mes de febrero de 2018.
En ese análisis de 95 medios (Tv, radio y prensa) se detectaron todas las menciones de 'peculado', 'corrupción', 'tráfico de influencias', 'desvío de recursos', 'lavado de dinero' y 'fraude' relacionados con las palabras 'funcionario', 'gobernador', 'diputado', 'alcalde', 'presidente', 'secretario', 'senador', 'empresario', 'empresa' y 'contratista'.
Central de Inteligencia Política (CPI) contabilizó las menciones relativas a corrupción publicadas y/o emitidas esos 28 días, y le asignó un valor total de 383.9 millones de pesos.
En el desglose de ese monto destacan, por su volumen, las acusaciones que intercambiaron por corrupción los candidatos Ricardo Anaya y José Antonio Meade.
Ellos solitos fueron protagonistas de una cobertura que, mediante la metodología de CIP, estaría valorada en 195.9 millones de pesos. Dicho de otra manera, poco más de la mitad de todo lo se publicó sobre corrupción en febrero tuvo la cara del queretano o del exsecretario de Hacienda.
"Los temas de corrupción a nivel partidos concentraron 62 por ciento de la cobertura, principalmente por las acusaciones a Ricardo Anaya de lavado de dinero y a José Antonio Meade por el caso de la Sedesol", señala el reporte de CIP al que se tuvo acceso.
En una página de ese informe, titulada El Cuadro de Honor, se expone que "en febrero, el cruce de acusaciones de corrupción entre Anaya y Meade representó 51 por ciento de la cobertura dedicada a corrupción: 31 por ciento Anaya y 20 por ciento Meade". En sentido contrario, en ese mes, la consultora destaca que "ni Morena ni PRD tuvieron cobertura sobre corrupción".
Quizá en febrero, en pleno periodo de intercampañas, tenía sentido para priistas y frentistas intentar consolidarse en el segundo lugar de la competencia, así fuera a costa de una lucha que bien podría verse como fratricida: en el ocaso del desprestigiado gobierno priista apoyado por perredistas y panistas, los aliados de tres décadas se pelean por disputar la presidencia a quien aborrece de ambas opciones.
Los datos recogidos por Central de Inteligencia Política desvelan la dimensión de ese choque. Hasta la semana pasada, los costos del mismo estaban a la vista con un López Obrador en cómoda ventaja en las encuestas mientras que Anaya y Meade llegaron a abril sin despegar.
Varios analistas han destacado que en el debate del domingo Anaya y Meade incurrieron en un grave error al volver a las andadas, al atacarse entre ellos dejaron vivo a López Obrador, a quien ya tenían arrinconado; en vez de eso, el priista y el panista se lanzaron acusaciones sobre presunta corrupción. Más certero, sin duda Anaya, pero casi ni hace falta aclarar que el panista es más contundente en los debates que el de Chimalistac.
En el posdebate del lunes, Meade ha insistido en señalamientos hacia el panista; en cambio, Anaya le dijo a Ciro Gómez Leyva que de ahora en adelante se lanzará prioritariamente a la caza de López Obrador.
Si de verdad Anaya logra que los ataques de Meade no le distraigan, si no vuelve a dedicar semanas a explicar (es un decir) sus negocios inmobiliarios, sus posibilidades de convertirse en el retador de AMLO crecerán.
Claro, eso ocurrirá sólo si los priistas sumidos en el tercer lugar, antes y después del debate, entienden que atacar a Anaya es premiar al tabasqueño. No falta mucho para ver para quién trabajan.